Acordémonos de las decisiones electorales y políticas que ha tomado el pueblo zipaquireño. De cuando el actual alcalde de Zipaquirá se lanzó a la alcaldía y se presentaba en su campaña de la siguiente manera:
"Nací en un hogar formado por dos humildes campesinos de Suesca: Jorge Rodríguez (Q.E.P.D), obrero de minas de carbón, y Ana Tilde Valbuena, trabajadora en actividades de agricultura y oficios domésticos. Conformo una familia zipaquireña, con mi esposa, Yasmín Castro Torres...".
"Mi formación: Economista. Universidad Central – 1990".
Se presentaba como una persona humilde y venida de abajo, que sin ser oriundo de las tierras de la sal se consideraba un ciudadano noble con ancestros buenos. La clásica táctica política para llegar al corazón de los ciudadanos, me refiero al argumento misericordioso donde poco valen las propuestas serias, porque lo que importa es conmover con historias baratas.
El señor de quien les hablo para llegar a ser alcalde de Zipaquirá tuvo que lanzarse en tres oportunidades. Dirán que la tercera es la vencida y así fue. El señor “de las caritas”, el del “gobierno bonito”, aspiró tres veces a la alcaldía y en la última ganó por contados votos, en una contienda electoral que a causa de esos resultados dejó muchas dudas en los pobladores.
Apenas subió al poder mostró su verdadero rostro, empezando por desconocer a las personas que lo apoyaron y argumentando hasta el día de hoy cosas como esta cuando alguien se acerca a pedirle colaboración: “usted no votó por mí” o “vaya y dígale al otro candidato que le ayude porque usted votó fue por él”. Hay un impresionante contraste entre lo que presentaba en la campaña, es decir, una persona de abajo con padres trabajadores, y el sujeto que tomó las riendas de la municipalidad.
En el desarrollo de su administración además de su conducta reprochable y pedante han sido más los desaciertos que los logros. No podemos olvidar que hace poco quiso poner en venta unos predios donde su ubica la Universidad Minuto de Dios, o que de manera injustificada adquirió hace un año la estatua de un indio por un monto superior a los 1.000 millones de pesos, cosa que como es bien sabida no respondía a ninguna necesidad real para la comunidad zipaquireña.
En lo que tiene que ver con el área de cultura ha sido un alcalde al que no le importa el patrimonio nacional. Caso ejemplar el del Teatro Roberto Mac Douall, que hasta el momento sigue siendo presa del olvido sin que el burgomaestre tome cartas en el asunto.
Al lado de esto, se encuentra el hecho de que la ciudad desde su llegada al poder es más insegura que nunca. Hay bandas criminales organizadas así él contradiga lo que es un hecho. Y basta con asomarse al Parque de la Independencia para darse cuenta en qué se ha convertido el lugar. Pasó de ser un parque para el sano esparcimiento a transformarse un centro para expender y consumir drogas. Ante esto, el señor Luis Alfonso Rodríguez se muestra indiferente y si no hizo nada en el comienzo de su administración no creo que lo haga ahora faltando contados meses para finalizar su triste gobierno.
No se puede olvidar tampoco que bajo su administración el municipio no ha dejado de crecer de manera desordenada,una puerta al desorden que dejó abierta el anterior alcalde. Así las cosas este último gobernante no fue capaz de implementar políticas públicas que respondieran a necesidades reales como por ejemplo la movilización. En Zipaquirá no hay vías para que transiten los vehículos y cada día siguen llegando más ciudadanos en carros y motos, lo que genera trancones interminables para un pueblo que tiene vías muy angostas. Ante esto de su parte no hubo propuestas ni soluciones.
En el municipio lo han llamado el alcalde peregrino porque le gusta salir constantemente del país con el supuesto argumento de promocionar la Catedral de Sal, sumado al hecho de que actualmente ya no vive en su amada Zipaquirá, a la que llegó con sus padres siendo un niño pobre, sino que ahora vive en el municipio de Chía, Cundinamarca.
Para cerrar, quiero comentarles como apreciación personal que su llegada al poder fue más una carrera individual empujada por un ego hambriento de gloria y otras cosas. Pero más allá de haberse postulado tres veces y de estar sentado en la silla de gobierno municipal es poco lo que se ha hecho para las comunidades zipaquireñas. Basta tener como cuadro comparativo lo que pasa en pueblos aledaños como Tocancipá, Cajicá o Chía, donde culturalmente ha habido inversión y en donde se implementaron políticas públicas pensadas para responder a las necesidades del siglo XXI.
Lastimosamente en Zipaquirá se eligió para alcalde a un hombre que quiso llegar al poder pero que estando ahí no supo cómo gobernar. Eso sí, un hombre que tiene uno que otro defensor acérrimo que da la vida por una OPS o su nombramiento provisional, pero un ejército de detractores y enemistades políticas. Dejó un montón de enemigos.
De la coalición del concejo municipal no quiero ni hablar, porque es una caterva de iguazos que todo lo aprueban a pupitrazo, a no ser por unos cuantos concejales que han dado un debate de fondo en defensa de los ciudadanos.
Para cerrar, del “gobierno bonito” con el que bautizó su administración no hay nada. Solo discurso y propaganda institucional, pero los que habitamos en el pueblo, los ciudadanos de a pie, sabemos el tremendo error que fue elegir a Luis Alfonso Rodríguez como alcalde de Zipaquirá.
De su mano Zipaquirá pasó de ser un pueblo atrasado a nivel de la Sabana a ser una aldea medieval.