Crecimos escuchando que "la experiencia no se improvisa", que es importante adquirirla como un proceso absolutamente necesario para perfeccionar el desempeño específico en cualquier arte u oficio. Pues bien, el anterior concepto permanece vigente e incólume, a pesar de que la distancia entre el que tiene experiencia y quien no la tiene se acorta por el acceso instantáneo a la información y al conocimiento que el mundo virtual nos ofrece.
Existen actividades muy complejas como la de ejercer la presidencia de un país, y si no se tiene el suficiente recorrido y experiencia, el desempeño jamás será del todo idóneo, jamás será ideal. Para aproximarse a esta complejidad y llevarla a cabo de manera eficiente, hay que haber agotado con anterioridad todas las instancias necesarias para comprender y dimensionar lo que eventualmente le exigirá el complejo cargo. Eso no lo vieron 10 millones de colombianos —résteles el empresariado y la clase alta— que eligieron como presidente a un hombre inexperto, que escogieron una engañosa opción y hoy se dan golpes de pecho en la intimidad.
Desempeñarse bien en un cargo sin experiencia es casi imposible, esto le sucede al actual presidente Duque: 10 millones de ingenuos y desinformados se dejaron llevar por el cuento del castrochavismo, y envueltos con mentiras y demás cuentos descarados, que al final los asimilaron dócilmente, llevaron a la presidencia de manera irresponsable a una persona sin recorrido o sin experiencia. Nadie se detenía a pensar en las consecuencias de elegir un inexperto, nos dirigíamos al error, como los ríos van hacia el mar, y cuando se trataba de dimensionar el hecho respondían: "es que él (Duque) no tiene experiencia de robar", " votaré por él duélale a quien le duela".
Se desechó alegremente un recorrido tan importante y completo como el del candidato Humberto de la Calle Lombana, un hombre probo que se había desempeñado en todas las dignidades del Estado y había manejado 5 años de manera exitosa el proceso de paz. De la Calle había sido ministro de Gobierno, embajador, vicepresidente y comisionado, entre otras cosas. Ni hablar del exitoso recorrido de Germán Vargas Lleras, Gustavo Petro o Sergio Fajardo: todos con excelentes palmares en la rama ejecutiva y en el poder legislativo. Todo esto se desechó para elegir a una persona sin ningún recorrido como el señor Duque y ahí estamos todos pagando las terribles consecuencias.
El designio de Duque por parte de su tutor político seguramente fue contemplado de manera deliberada, para con su falta de conocimiento y falencias poder ellos fácilmente manejarlo. Lo necesitaban así, querían que una vez elegido su comportamiento fuera agradecido, eternamente agradecido al "eterno presidente", como él llama pomposamente a su tutor político (sin su apoyo jamás hubiera llegado a donde está, por eso se comporta dócil y obsecuente).
Hoy Colombia es manejada por el señor Uribe desde su curul de senador y por otros personajes como José Obdulio Gaviria. La presidencia es algo complejo y si el ungido estando allá no muestra independencia y dignidad, cae en manoseos e irrespetos que lo hacen ver débil y pusilánime. Eso es exactamente lo que le sucede a un presidente marioneta como Duque: nadie de su entorno político y su bancada lo respeta, todos creen merecer lo que a él le adjudicaron sin ningún esfuerzo. Parece que todos en su entorno político lo subvaloran y sienten íntimamente que ellos también merecieron ser ungidos por el emperador paisa.
Ahora, a un poco más de cien días de gobierno, en los que cualquier mandatario goza una luna de miel con su electorado, al señor Duque se le salió el país de las manos, además desencantó rápidamente a casi todo su electorado y a nosotros, los que nunca creímos en ese atrevido y descarado modelo de gobernar en cuerpo ajeno, nos da la razón. Se nos confirman las posturas que asumimos frente a este sui generis y su curiosa forma de gobernar, la cual vaticinamos que sería un fracaso... es que gobernar cantando vallenatos con Carlos Vives, tocando guitarra o dándole cabecitas a un balón es infantil y vacuo.
La desastrosa reforma tributaria y demás improvisaciones y palos de ciego que hoy vivimos son la palmaria consecuencia de haber elegido un tipo sin ninguna experiencia. Hoy la mayoría de los que lo eligieron callan deliberadamente su gran error y no reconocen su mea culpa.