Con Duque comprobamos que no sirve de nada ser presidente

Con Duque comprobamos que no sirve de nada ser presidente

Cuándo entenderá que más que palabras necesitamos acciones contundentes para poner orden, que como sociedad exigimos un trato imparcial ante los hechos de corrupción...

Por: Carlos Ariel Mendoza Cely
enero 14, 2019
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Con Duque comprobamos que no sirve de nada ser presidente
Foto: Presidencia

Recuerdo cuando en mi casa mis hermanos y yo hacíamos pilatunas y llegaban mis papás, las autoridades de la casa, a regañarnos, castigarnos e imponernos las reglas necesarias para que situaciones similares no ocurrieran a futuro. Una situación similar sucedía en el colegio, cuando, por ejemplo, formábamos trifulcas de salón con bolas de papel y aviones en el intermedio de las clases. Allí era el coordinador disciplinario quien imponía el orden con su mirada estricta, su voz fuerte, su lenguaje corporal demostrando superioridad y sus decisiones que sí o sí nos obligaba a guardar la compostura si no queríamos atenernos a las consecuencias. Y, claro, recuerdo que varios de mis compañeros que no acataron las órdenes, vivieron en carne propia esas consecuencias que iban desde firmar el observador hasta reuniones con los padres de familia o la misma expulsión de la institución.

Ahora bien, en un salón de clases tan inquieto como lo es Colombia, por no llamarlo de otra manera, de cuánta ayuda sería que quien ostenta el título más representativo en nuestra institucionalidad tuviera el carácter, la templanza y el criterio para exigir compostura a sus subalternos. Es inaudito que quien debería ser el ejemplo de una sociedad correcta, justa y honesta, acepte que personas con sendas evidencias que cuestionan o ponen en duda sus hojas de vida hagan parte de la institucionalidad que representa. Así mismo, es impensable que no les exija la dimisión del cargo mientras se adelantan las investigaciones pertinentes, que permitan determinar la culpabilidad del implicado, o que por mero respeto ante una sociedad que clama y exige justicia ante hechos que ponen en entredicho la transparencia de un gobierno, sus instituciones y la dirigencia que la compone, no se tomen los correctivos necesarios para evitar que situaciones similares a futuro nunca más vuelvan a ocurrir.

Cuándo entenderán nuestros políticos que más que palabras necesitamos acciones contundentes para poner en orden esta casa que es de todos, para exigir respeto desde el ejemplo y no desde las meras palabrerías de culebrero de pueblo, como por ejemplo: “donde veamos corrupción vamos a denunciar”, que sin ningún desparpajo pronunció Duque la semana pasada; su lema de campaña “el que la hace la paga”, mientras los hechos nos demuestran que lo que intentaba decirnos era todo lo contrario a lo que la inocencia de muchos exigía.

Cuándo van a entender que como sociedad exigimos un trato imparcial ante hechos cuestionables como Odebrecht, Reficar o los bonos del agua, ya que lo que nos ha demostrado la historia es que meter las manos en la candela, quema. Por eso, hoy por hoy, el colombiano de a pie en vez de sentir confianza ante enérgicos y publicitados mensajes de lucha frontal contra la corrupción siente todo lo contrario, siente que es una total burla hacia su inteligencia y una chapuceada más de quien intenta nadar en un mar de corrupción.

Como sociedad debemos ser conscientes y seguir exigiendo un mínimo de respeto hacia lo público, no podemos quedarnos al margen y ufanarnos de nuestra tibieza ante deplorables hechos de corrupción y clientelismo. Tampoco podemos permitir que nuestra institucionalidad se vaya al piso cual dictadura venezolana, que sin ningún desparpajo encubre y protege bandidos, que hoy, mañana y siempre han desangrado el país mientras se burlan de un pueblo al que todos los días le toca madrugar a trabajar para pagar más y más impuestos.

Debemos darnos cuenta de que por ahora ningún gobierno va a estar a la altura, no solo de pedir investigaciones ante hechos dolorosos que indignan a la mayoría, como el caso de la teniente de la policía que denunció la presunta violación de la que fue objeto (recordemos que para agregar un toque más de indignación, destituyeron a la fiscal que adelantaba la investigación y dejaron libre al procesado), sino de librarnos de esas tramas de corrupción, clientelismo y tapadera que tanto nos agobian.

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