Maldita manía que tenemos los colombianos de casarnos con las mismas costumbres de siempre, que resabio el que nos acobija cuando de quedarnos ahí estancados con lo mismo se trata; cuando nos atornillamos a lo mismo de siempre; cuando queremos escribir de lo mismo, cuando queremos leer a los mismos autores, cuando por gusto y sabor sintonizamos las mismas emisoras, oímos a los mismos medios de comunicación, incluso, leemos a los mismos medios informativos de siempre, así no estemos a favor con algunos de sus puntos de vista.
Persistimos con lo mismo.
Este fin de semana, uno de los diarios con mayor circulación en nuestra geografía colombiana, en su editorial, informa a sus lectores el respaldo y acompañamiento a uno de los candidatos que se disputa la nueva hospedada de la Casa de Nariño. Pues bien, no creo que hacer arengas por medio de redes sociales desacredite la tendencia e ideología tiene este diario.
Personalmente, el diario El Tiempo tuvo cierto impacto en mi crecimiento y formación como comunicador social, sus sólidas bases inculcaron en mí ciertos aspectos que aun llevo conmigo; su casa editorial algunas veces me entretuvo al mejor son (que ese es uno de sus objetivos). Soy partidario que los medios muestren cierta inclinación a las diversas clases políticas, o sistemas de formación que estén de acuerdo con este, o aquel político. Acepto ese inminente rol de los medios, o de los líderes de opinión. Para todos alcanza.
Lo que no termino de comprender es la osada y contradictoria manera de este diario de salir del clóset, creo que debería haberse disfrazado y camuflado como lo hacen algunos de los otros colegas, que vociferando y en medio de blasfemas resultan acaudillando esas ideologías personales o laborales.
Desistí de este diario cuando en diciembre del año pasado nombraron al actual y negligente fiscal “personaje del año”, con una impecable portada, con una foto en la que se veía lúcido, elegante y destacando su flamante sonrisa. Qué desilusión. Me sentí tan frustrado. Lo que me quedó de este río revuelto fue es el rescate de Vladdo, Paola Ochoa, Ricardo Silva, Margarita Rosa de Francisco y Matador. Admirados señores.
Pero, ¿por qué el miedo a estos medios informativos? La respuesta es muy sencilla, pues ya los colombianos nos dejamos influenciar por las letras que a diario leemos en estos medios, traemos a coalición la opinión de los columnistas, periodistas y caricaturistas. Colombia entró en la onda de los países donde cualquier escritor ejerce un peso sobre nuestros pensamientos, sobre nuestras ideologías políticas; a tal punto llegamos, que resultamos creyendo sus subjetivas letras en estos diarios.
¿Qué sigue ahora para los que aún creen en la impecable labor de un comunicador? Pues existen selectos periodistas, diarios impresos y en la web, que siendo objetivos no ignoran el verdadero rol de un comunicador: comunicar, indagar, investigar, cuestionar; así sea santo de su devoción.
Aún se pueden hallar.
