En la reunión, el 26 de octubre de los rectores con el presidente Duque, emergieron unos compromisos de este último que no pueden ser considerados sino como conquistas importantes, nacidas de la acción colectiva, emprendida por los altos directivos de las universidades durante los últimos dos meses, a propósito de las discusiones sobre el Presupuesto Nacional y de sus asignaciones para la educación superior; todo ello en un campo de acción que legítimamente se fue configurando y del que han hecho parte con mucha fuerza las movilizaciones estudiantiles y una opinión ciudadana favorable.
El presidente Duque se comprometió a ampliar la base presupuestal para el rubro financiamiento, de un modo progresivo, para los próximos años. Así: el IPC+3% para el año 2019; y el IPC+4%, para cada uno de los años subsiguientes; lo que sumaría hasta el 2022, un billón 100 mil millones de pesos.
En materia de inversión, garantizó 300 mil millones de pesos anuales, durante el presente cuatrienio, un avance indudable frente a lo que se había logrado hace 15 días; y que representa un total de 1 billón 200 mil millones de pesos.
A su turno, prometió entenderse con alcaldes y gobernadores para que se haga efectivo el billón proveniente de las regalías, del que él mismo había hablado antes.
Son genuinas conquistas, susceptibles de ser validadas, por lo que el presidente las firmó, convertidas ya en compromisos oficiales; firma a la que también procedieron los rectores.
Por mi parte, firmé el memorando de compromisos del gobierno, como un gesto simbólico de adhesión a la lucha de las universidades públicas por su financiación, un gesto que por otro lado no entraña compromiso alguno por parte mía (como tampoco por parte de los rectores), más allá del cumplimiento de los deberes legales y pedagógicos y más allá de los esfuerzos conjuntos que todos tendríamos que realizar en el terreno de la gratuidad para los estratos 1 y 2. Es una razón suficiente que desvirtúa afirmaciones caprichosas y arbitrarias, con las que algunos propalan infundios en el sentido de que los rectores hayan “entregado” algo, aseveraciones falaces que suscitan la pregunta obligada: ¿entregado qué? Absolutamente ¡nada!
Lograron materializar algunas reivindicaciones parciales pero significativas, todas ellas inscritas en el mismo plano económico, en el que otros sectores levantaron su programa, por cierto en un ambiente de exacerbado economicismo, que todavía no llega a plantearse los grandes problemas ideológico-culturales, comunicacionales y científicos de la educación superior; y que mantienen en un nivel muy básico la conciencia política; eso sí, paradójicamente sin evitar el radicalismo en la acción y el sectarismo en el discurso.
Los rectores simplemente aceptaron y validaron el hecho de alcanzar objetivos por los que todos estaban luchando. Aceptar conquistas parciales, legitimarlas y asegurarlas es cosa de luchadores razonables e inteligentes que no solo piensan en ellos sino en las posibilidades para el progreso de sus instituciones, las que no pueden entrar por ningún motivo en procesos de mengua o debilitamiento.