La región de La Mojana en temporada invernal siempre, y tal vez por siempre, periódicamente seguirá acaparando titulares de la prensa hablada y escrita debido a las cíclicas y dramáticas inundaciones que afectan a pobladores y a todo lo que en ella conviva.
Administraciones de varios gobiernos, con conocimientos al respecto, advertidos de la crítica situación han concurrido en procura de buscarle solución a esta realidad, más lo encontrado para atender lo que allá se vive respecto al tema de inundaciones muestra un rotundo fracaso sustentado en querer controlar, como hasta ahora se ha hecho, lo que la naturaleza dispone en ese particular entorno fisio-topográfico de la geografía nacional.
Pareciera que los planes diseñados, los proyectos definidos y las obras ejecutadas para el logro de este propósito, tal vez no han considerado el efecto de la incesante rotación de la Tierra hacia el oriente y el consecuente tirón hacia el occidente de los ríos que discurren hacia el Norte en territorios con áreas no controladas por montañas, como tampoco la trama general del entorno fisiográfico que comprende la Depresión Momposina, considerada como una de las mayores cuencas fluviales inundables del mundo por su particular contexto geomorfológico, y en la que en su costado centro suroriental se ubica la región objeto de este escrito, ya que en la práctica han levantado extensos y robustos terraplenes paralelos a las riberas del río Cauca, con pocas obras civiles de aprecio, diques construidos con material limo arenoso extraído en inmediaciones de sus cimientos, cubiertos en sus respaldos con costales de fibra llenos de suelo-cemento como talanqueras, situación que se configura como mirar el árbol y no al bosque.
Continuar con la ejecución de este tipo de obras, anunciadas de manera oficial por diferentes administraciones como la alternativa técnico-económica más viable para la solución a esta coyuntura, es seguir en lo mismo.
Resulta más sensato admitir y comunicar a las comunidades allí asentadas que comprendan que hay que aprender a convivir y adaptarse a esas recurrentes circunstancias, a no ser que en tiempo no lejano algún gobierno, por utópico que pueda parecer, en temporadas de veranos y en sectores localizados antes de los sitios potenciales de formación de rompederos, bajo diseños y programas sostenidos en el tiempo, decida construir sendas galerías con sistemas prácticos que contemplen una serie de trinchos de madera y enramadas, hincados cerca de las orillas, aparejos que sirvan de trampa para atrapar sedimentos, recebarlos para crear canales entrelazados como estructuras flexibles que de manera progresiva, aprovechando la misma fuerza natural del rio, permitan acumularlos entre las galerías e ir ganando cada vez, más terreno, para convivir según las circunstancias del clima, y a la vez controle las inundaciones presentes a los cambiantes tiempos atmosféricos, tal como lo concibieron los Zenúes, sus primeros habitantes.
Siendo el propósito encontrar una alternativa de solución que más perdure en el tiempo a esta cíclica y triste vivencia de sus comunidades, de persistir con obras como las hasta ahora construidas, con absoluta certeza se infiere que todo recurso que allí se llegue a invertir, prontamente dejara de sustentar el objeto para el cual fue apropiado y destinado, porque…, terraplén levantado, terraplén tumbado, porque en tiempo prudencial, será arrasado por la incontrolable fuerza del rio, con la consecuente permanencia de tan lamentable realidad para sus pobladores.
Lideres y Organizaciones de la región, con sobradas razones, no todas compartidas, exponen la trágica situación que viven su habitantes y reclaman al Gobierno por verdaderas acciones que la remedien, cargando la responsabilidad de ello, en alto porcentaje a la actividad minera adelantada en el Bajo Cauca antioqueño, juicio que en parte no corresponde a la verdad, al no considerar en sus argumentos y exposiciones que el rio Cauca en sus casi 1.250 de los 1.370 kms de recorrido desde su nacimiento hasta la confluencia con el rio Nechi, desde siempre arrastra y transporta considerable cantidad de sedimentos y residuos orgánicos que sumados a los aportados por el rio Nechi y los desechos mineros de las explotaciones activas en los municipios de Santa Rosa del Sur, Tiquisio y Montecristo, entre otros, en el sur de Bolívar, también contribuyen a la permanencia de esta demandante contingencia ya que en temporadas de lluvias la cuenca, por ser sensible a las crecientes, propicia el desbordamiento del río Cauca, represado aguas arriba por el rio Magdalena, de paso creando rompederos e inundando poblaciones y grandes extensiones de tierras.
En esta región, con tantos estudios y diagnósticos hechos al respecto por organismos nacionales e internacionales, en relación a lo aquí descrito, hay dos sitios que, de manera puntual y con concurso de ingeniería, después de muchos intentos, en parte han servido para el control parcial de emergencias, que son el dique fusible construido en el rompedero Santa Anita, cerca de Nechi, rellenado con gaviones tipo faginas confinados en robustas estructuras de tubería petrolera, obra que aunque no garantiza control total ha logrado regular en buena cantidad el paso de aguas a zonas de menos alturas, permitiendo minimizar daños a caseríos y áreas cultivadas, y el cierre de la Boca del Cura, entre Guaranda y Achí. Retomar lo mejor de estas obras civiles y tenerlo en consideración podrían ser referentes para eventuales intervenciones tanto en sitios críticos existentes como en otros potenciales de apertura de rompederos y nuevos chorros.
A la par de los esfuerzos para atender esta problemática, los Gobiernos nacional, seccionales y municipales involucrados podrían acordar Programas que permitan brindar en lo posible la más oportuna atención de emergencias en situaciones humanitarias que la requieran, dotando a los municipios de instalaciones versátiles, tipo tiendas, salones o casas flotantes montados sobre armazones de boyas o balsas, y de ambulancias fluviales, elementos cargados a los inventarios de cada municipalidad, dispuestos en sitios apropiados y construidos bajo diseños específicos como albergues seguros que permitan dar atención prioritaria a niños y ancianos en tiempo de crecientes e inundación de sus poblados.