Hace cerca de una década, el entonces comandante del frente urbano Antonio Nariño de las Farc-Ep, Carlos Antonio Lozada, hoy parlamentario, circulaba entre la militancia un documento titulado “El Poder y la Fuerza. Apuntes doctrinales sobre la naturaleza Revolucionaria de las Farc”. Lejos de ser un documento panfletario como sugiere su título y posiblemente escrito por alguno de los tantos farcólogos militantes de izquierda, este cobraba mucho interés precisamente porque había sido escrito por Vicente Torrijos, un declarado intelectual orgánico de la derecha. Cabe anotar que él es un experto en estudios políticos, asuntos estratégicos, seguridad y defensa como reza en su página web y también consultor de Lógica Estratégica en el Curso de Altos Estudios Militares (Caem) de la Escuela Superior de Guerra, del Observatorio de Inteligencia Estratégica de la Escuela de Inteligencia del Ejército, y miembro del comité científico del Centro de Estudios Estratégicos en Seguridad y Defensa (Ceeseden). Sin entrar en más detalles sobre su vida académica, ese es más o menos el perfil de quien fue el director del Centro Nacional de Memoria Histórica por menos de 24 horas, al renunciar por la polémica de su “doctorado”.
Nuestra tarea como militantes consistía en estudiar el documento y discutirlo en las células del partido. Cuando lo leí, la primera impresión que tuve fue la manera como describía a las Farc lejos de los tradicionales estereotipos diseminados por los grandes medios en donde se manejaban los términos terroristas, bandidos y narcotraficantes. Como todos recordaremos uno de los discursos más propagados entre los colombianos, y que paradójicamente hizo mucha mella en el sentido común de los colombianos, fue el famoso dicho: “Las Farc perdieron sus ideales, empezaron luchando por la justicia, pero terminaron siendo terroristas”.
El artículo desde su título reivindicaba analizar a las Farc desde otra perspectiva, perspectiva sin la cual las Fuerzas Armadas colombianas no hubieran tenido la posibilidad de tener una ventaja estratégica ante la insurgencia. Refiriéndose a cómo las Farc “sincronizaba lo político y lo militar” y citando a Clausewitz y a Mao Tse Tung, Torrijos llegaba a la conclusión que definitivamente las Farc, en ese momento como guerrilla armada, eran una organización revolucionaria. En sus propias palabras:
“Por esa misma razón es que empeñarse en sostener lo contrario, o sea, que las Farc olvidaron su naturaleza política para privilegiar lo estrictamente militar, entendiendo lo militar en el sentido terrorista y destructivo, también pasaría a ser una apreciación errónea. (…) No es prudente pensar que la naturaleza de la guerra es más política que militar, ni que lo militar prima sobre lo político. Pensar así, puede llevar a la falsa creencia de que una organización como las Farc privilegia más la organización popular o el tejido social revolucionario que el uso de la fuerza; o lo contrario, que las Farc se olvidaron de sus propósitos políticos y se convirtieron en una organización enceguecida por el narcotráfico y dedicada exclusivamente a la propagación indiscriminada de la violencia” (Torrijos, 2004).
¿Cómo así? ¿Las Farc se combatieron en Colombia con un doble discurso? Uno ante los militares y más específicamente ante los oficiales en la Escuela de Guerra, a quienes se les decía que a las Farc había que interpretarlas como una organización revolucionaria; y otro, ante soldados, policías y ante el pueblo mismo a quienes se les decía que eran una banda de terroristas y narcotraficantes. Más que considerar esta estrategia como una adaptación y simplificación del lenguaje para la tropa y el ciudadano del común, lo que realmente ocurrió fue la difusión maquiavélica de un discurso denigrante de la naturaleza de las Farc mientras los oficiales siempre, y gracias al señor Torrijos como profesor de la escuela de guerra, consideraron a las Farc como lo que era, un ejército revolucionario.
Esto pone sobre el tapete una reflexión sobre lo que podríamos llamar el papel de los intelectuales orgánicos de la derecha, incluyendo a Torrijos (y a Maluma —aunque él no lo sepa— como importante actor de la cultura basura) y más exactamente sobre qué andan planeando últimamente para hacer frente al creciente descontento popular. ¿Cómo el régimen está viendo a las Farc como nueva fuerza política? ¿Cómo está viendo a la Colombia humana y al combo que rodea a Petro? ¿Qué estrategias militares y políticas (lo que incluye el campo de la comunicación y la cultura) estarían magullando con ayuda de estos intelectuales para evitar el avance de la izquierda como fuerza política en todo el territorio nacional? Es claro y sería ingenuo pensar que por virtud del acuerdo de paz y el desarme de las Farc, el aparato represivo del estado colombiano estaría dispuesto a parar la guerra contra las fuerzas progresistas de Colombia. La realidad de cientos de líderes sociales asesinados demuestra lo contrario. Como el mismo Torrijos lo sugiere, el régimen y su casta mafiosa en el poder también realizan una sincronización estratégica de lo político y lo militar.
Ahora el presidente Duque deberá buscar otra persona para que asuma la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica, un cargo al que le ha costado encontrarle un nombre sin que genere dudas sobre su idoneidad.
Referencias
Torrijos R. (2004). El poder y la fuerza. Apuntes doctrinales sobre la naturaleza revolucionaria de las Farc. Investigación & Desarrollo [en línea] 2004, 12 (diciembre) : [Fecha de consulta: 7 de diciembre de 2018] Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=26810204> ISSN 0121-3261
*Artículo publicado originalmente con el título El Vicente Torrijos que ayudó a moldear la estrategia militar contra las Farc en Colombia, en la Nota Ciudadana de Las 2 Orillas.