No intentaré un nuevo análisis sobre la pertinencia de los diez mandamientos cristianos: ya lo hizo de una forma entretenida e inteligente el español Fernando Savater en su libro Los diez mandamientos en el siglo XXI.
Tampoco me extenderé en los malabarísticos cambios que el catecismo católico introduce a los mandamientos originales y en las incongruencias en que incurre la Iglesia misma frente a los preceptos que dice defender.
Haré, sí, un comentario al vuelo sobre el carácter del decálogo cristiano como línea de comparación con los recién promulgados No mandamientos ateos. Aunque los agrupo de la forma en que me resulta más conveniente para el análisis, están precedidos por el ordinal asignado por el catecismo (y que traduce su jerarquía en importancia y trascendencia para la Iglesia).
1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
Tres mandamientos hechos no para mejorar la vida de los hombres sino para complacer a dios, incluyendo el tercero que, como saben los fieles, no re refiere al reposo sino al día consagrado a la adoración: "Mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios", reza el capítulo 20 del libro del Éxodo.
Tres muestras de un dios inseguro, necesitado de amor, celoso. Y, recalco, tres preceptos dedicados al cumplimiento de los caprichos del creador y no a la resolución de un interés humano.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
7º No robarás.
8º No dirás falso testimonio ni mentirás.
Poco hay que objetar acá en un comentario al vuelo, excepto que todas las sociedades, con o sin la tutela de un dios legislador, han llegado a la conclusión de que conviene no matar, robar o mentir y que la gratitud con los progenitores es una práctica recomendable.
6º No cometerás actos impuros.
Un mandamiento enfocado a la satanización del placer corporal. Una mordaza al goce. Una institucionalización del rechazo a la corporalidad. Sobra decir, por supuesto, que es la Iglesia quien se adjudica el derecho a decidir cuáles son los actos impuros.
9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.
Dos imposiciones francamente vergonzosas que constituyen la penalización del pensamiento. ¡No se proscribe un acto sino un deseo o un pensamiento!
Acá el pecado no es quitarle su bicicleta al vecino: es desear tener una igual de bonita.
Seamos serios. Al Gran Creador de Todas las Cosas, al Gran Omnisciente, al Más Más, ¿no se le pudieron ocurrir unas mejores guías morales?
Permítanme presentar para la comparación, y sin necesidad de profundizar —porque a diferencia de los tradicionales, éstos se defienden solos— los recién proclamados Diez No Mandamientos Ateos, elegidos entre los propuestos por más de 2.800 participantes de 18 países, en un concurso ideado por Lex Bayer, alto ejecutivo de Airbnb, y John Figdor, catedrático humanista y capellán de la Universidad californiana de Stanford:
- Ten la mente abierta y muéstrate dispuesto a alterar tus creencias si hay pruebas nuevas.
- Busca entender qué es lo que es más probable que sea cierto en vez de creer lo que desearías que fuera cierto.
- El método científico es la forma más confiable de entender el mundo natural.
- Cada persona tiene derecho de controlar su cuerpo.
- Dios no es necesario para ser una buena persona ni llevar una vida plena y significativa.
- Sé consciente de las consecuencias de todos tus actos y reconoce que debes responsabilizarte por ellos.
- Trata a los demás como quieres que te traten y como puedes creer razonablemente que quieren que los traten. Piensa en su punto de vista.
- Tenemos la responsabilidad de considerar a los demás, incluso a las generaciones venideras.
- No hay una sola forma correcta de vivir.
- Haz que el mundo sea un lugar mejor que como lo encontraste.
Muy en serio les pregunto: ¿no es evidente —de un modo aplastante— con el cumplimiento de cuál de los dos listados seríamos mejores seres humanos?