Maurice Armitage, alcalde saliente de Cali, ha anunciado en diferentes medios el 15 de diciembre como fecha límite para entregar la obra civil de la ampliación de la vía Cali-Jamundí.
Los ciudadanos que deben realizar este recorrido a diario —quienes soportan el suplicio de los embotellamientos, que duran horas y que se sufren desde muy temprano hasta las últimas horas de la noche— esperan la conclusión de las obras que pondrán fin a esta crisis de la movilidad entre la ciudad capital del Valle y el municipio de Jamundí, que en los últimos diez años se convirtió en su extensión en términos de crecimiento urbanístico.
Jamundí es la ciudad de más grande crecimiento poblacional en toda Latinoamérica. Pasó de tener quinientos mil habitantes en el año 2005 a tener dos millones de habitantes. Jamundí sobreabunda en la oferta de proyectos habitacionales para todos los estratos económicos. Los compradores son principalmente familias de Cali, pues la ciudad capital no tiene oferta de vivienda de interés social. De hecho, las familias que desean cumplir el sueño de un hogar propio deben verse en la necesidad también de adquirir moto o carro para movilizarse por la vía Panamericana. También estudiantes de los colegios del sur sufren los embotellamientos y adaptan sus horarios de clase.
El eslogan de los años de gobierno de Armitage fue "Cali progresa contigo". Tal promesa de progreso es la que esperanza a los caleños con esta obra a la que si bien se le observa un gran avance y celeridad en su ejecución, deja la duda de su entrega para finales de este 2019. Esta autopista monumental que atraviesa todo el continente (salvo en su abrupto corte en el Darién) vive con este flujo incesante de familias en automóvil que no esperan realizar ningún tour por Sudamérica sino solo llegar con puntualidad a sus plazas de trabajo.
Por ahora padecen esperanzados (curioso oxímoron) por la mejora en su calidad de vida, anhelando ya no pasar más horas de la vida que les queda dentro de un automóvil sino en sus casas, con sus familias. Los amañados sondeos de opinión dirán que los caleños aceptan estos eternos trancones porque se avecina el progreso. Otros, como el que aquí escribe, se cuestionan si esta obra no refleja realmente el fracaso en tiempos de ejecución para una obra civil, la cual debió ejecutarse ya en pasadas administraciones.
