En los dos años que han pasado desde que se pactó el acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel y la organización guerrillera Farc, la situación no ha sido de color de rosa para las partes. Sin embargo, se ha mantenido la intención de un sector mayoritario en consolidar la paz, contra viento y marea, en medio de incertidumbre, contratiempos, dudas y muchos sacrificios por lograr los anhelos deseados de ponerle fin a las disputas y al conflicto armado interno.
La paz de una larga y despiadada guerra nunca nace perfecta, ni al gusto de los caprichos de quienes quieren implementar sus antojos, condiciones y disposiciones. De hecho, muchos de ellos disocian, sabotean y amenazan con acciones bélicas y ejecuciones selectivas, procurando desestabilizar el acuerdo de paz cocinado en La Habana (Cuba), en el que se comprometieron deberes y obligaciones que aún no se han cumplido. Sobran las manifestaciones de quienes insinúan hacer trizas o modificar el acuerdo de paz, negando y desconociendo derecho o desafiando y condicionándolo a su manera.
Que los desertores de la exorganización guerrillera ponen en peligro la paz, puede ser, sobre todo, durante el presente periodo de gobierno que discrepa mucho de las formas cómo se suscribió la paz. No obstante, la dirigencia de la Farc, comprometida con la paz, hace pública a través de las redes sociales sus labores y obras calificables para reafirmar buena intenciones. Por su parte, algunos grupos territoriales de la misma organización prefieren manejarse en bajo perfil, construyendo las áreas de convivencia reinsertaria. Antes de continuar, cabe destacar negativamente a los dirigentes de la citada organización que se han desvinculado de los procesos por diferencias de intereses y supuestas persecuciones, quienes esperaban en la vigencia del referenciado acuerdo cogobernar y ejercer en un para-Estado rural territorial. Además, algunos continúan con el negocio de la cocaína, que constituyó una gran fuente económica para las finanzas de la Farc, especialmente para la compras de armas, municiones y sostenimiento de la operación militar subversiva.
A muchos actores del conflicto armado no les acomoda la paz, sino el infierno de la guerra y las confrontaciones bélicas. Los actores se encuentran en los dos bandos que esquivan, objetan y rechazan. No se puede concebir paz en regímenes de corrupción, ni antidemocráticos, sin diferenciar las tendencias de izquierda o derecha. La libertad es el eje central para consolidar democracia, respetando las diferencias de expresiones, opinión, comunicación y dignidad personal, sin censurar, castigar, ni perseguir a los opositores y contradictores.
La guerra no es más que un negocio sangriento, cuyos promotores utilizan cuerpos humanos para enfrentar a otros, que no tienen la menor idea ni razones para dispararse y matarse entre sí, sobre todo entre las personas más pobres, víctimas de las reclusiones, muchas veces contra su voluntad, que obligan a vincularse a la masa militar, sin considerar objeciones de conciencias, súplicas y clamores para no ser utilizados, como carne de cañón, objetos desechables o peones en el juego de ajedrez, donde se le da más valor a las armas que a las personas que portan y utilizan para matar e intimidar. Premiarlo glorificándolo con título de heroísmo, por destacamento de guerra, en la generación de daños inhumanos, bienes públicos y privados, es una fantasía ególatra, para inflar orgullo en reconocimiento a los crímenes cometidos, en el derecho de defensa en las guerras preconcebidas e impulsadas sin razones justificadas.
Dos años de paz es un buen inicio para apoyar su continuidad hasta perpetuarse, sin prisa y con prevención. Estoy casi seguro de que muchos guerrilleros reinsertados prefieren dar la batalla al lado de quienes quieren la paz, antes que volver a utilizar las armas para internarse de nuevo en las selvas y montañas. Reencontrarse con sus seres queridos y conformar una familia es una bendición para alejarse de los peligros a los que se exponen en los enfrentamientos armados, sin desconocer que estos rondan por todos los lados. El gobierno debe valorar los comportamientos positivos de los reinsertados de la guerrilla de la Farc, facilitarles medios de producción y seguridad que permitan conservar la armonía y afianzar la paz. Esperamos que se continúen las celebraciones anuales con resultados benéficos, que estimulen, atraigan y conjuren el espíritu bélico de los actores, desertores.