El ambiente estaba cargado de alegría. La ansiedad por escuchar otro de sus extensos discursos obligó a las personas de logística incluso a prohibir la entrada de los periodistas. Las cartas estaban jugadas: Iván Duque cantaba victoria por lo siete millones y medio de votos que le dieron ventaja, y Gustavo Petro, con casi cinco millones, lograba entrar a la segunda vuelta.
Sin embargo, desde la campaña de la Colombia Humana los resultados eran vistos con otros ojos. "Estamos celebrando, pero hay un sabor agridulce por el conteo en Bogotá porque no sacamos tantos votos como esperábamos, Duque y Fajardo crecieron mucho”, no dudó en afirmar Aldo Cadena, quien trabajó con Petro en la alcaldía de Bogotá y se convirtió en uno de sus coordinadores más importantes. Entre la multitud Laura García, la última esposa de Carlos Pizarro, también mostraba su preocupación: “Nosotros sabemos que este es un gran resultado, nadie puede dudar de eso, pero tenemos que cambiar el discurso para la segunda vuelta si queremos ganar. A todos nos gustan los discursos de Gustavo, pero ahora necesitamos escuchar el de un presidente que le hable a la otra Colombia”.
Dos horas antes de la llegada del candidato al teatro, Augusto Rodríguez, el hombre que le habla al oído a Gustavo Petro, no ocultó su preocupación desde la sede de campaña en Teusaquillo: "El resultado no es malo y sabemos que podemos ganar, pero hay gente en este país que es enemiga del cambio". Sus palabras no solo intentaban explicar un resultado preliminar, la tristeza lo invadió cuando supo que en horas de la mañana habían matado a Gabriel Muñoz Muñoz, líder de la campaña en La Argentina, Huila. Lo tenían amenazado, junto a otros líderes de la región, desde hace varios días, pero nunca creyó que lo asesinarían en las elecciones.
Gregorio Pernía agarró el micrófono tratando de hacer tiempo. Mientras tanto, dos mil personas se apeñuscaban frente a la tarima para tener la mejor foto, sin saber que en la calle, e intentando esconderse en la oscuridad de la ciudad, Gustavo Petro entraba en el teatro. Imposible pasar desapercibido. Treinta hombres del Esmad recibieron la orden y abrieron las vallas para cuidar al candidato, que se bajó de la camioneta unos metros más adelante de la entra junto a su esposa, Verónica Alcocer, y sus hijos.
En un solo grito se escucharon las arengas y un “Petro, Petro, Petro” que alertó a los que estaban adentro. Como si fuera una estrella, caminó entre flashes y manos desesperadas que querían tocarlo. Algunos otros, escondidos entre la gente pero impulsados por la curiosidad de querer ver la pasión que despierta el candidato, fueron agarrados por los amigos petristas que entre risas los dejaron al descubierto: “¿Y usted no estaba con De la Calle? –Sí, yo también lo pensé, pero véame acá”.
Las banderas del Partido Comunista Colombiano, del M-19 y de la Guardia Indígena se agitaban con vehemencia mientras Jorge Rojas, otro de sus adalides en esta campaña, le pedía a la gente que gritara, aplaudiera y saltara porque el candidato de la Colombia Humana estaba en el recinto. Tomó el micrófono, agradeció la fiesta que poco a poco se estaba armando en el teatro, y un nuevo discurso comenzó a ser pronunciado. Tan largo, como todos los tuyos.