Hay muchas historias de la invasión española contadas en la novela "En busca de la semilla" de Oscar Seidel, que empezó un 12 de octubre de 1492 con Cristóbal Colón, y la continuaron otros más, entre ellos, Francisco Pizarro.
La novela "En busca de la semilla" será presentada en La Feria Internacional del Libro de Cali 2022, el día jueves 20 de octubre a las 4.00 p.m., en conversatorio que tendrá el autor con el escritor William Vega Fernández.
Capítulo16
"El amancebamiento con las nobles indígenas"
Aquella madrugada, un aguacero más recio que el de costumbre, con relámpagos y truenos, y unas olas embravecidas que al reventar en la playa enviaban su espuma hasta la casa, hicieron que Alcibíades se despertara más temprano de lo debido, que le sirvió para ganar una hora de ventaja a su frágil memoria y a su rutina. Fue cuando tomó la licencia de escribir…
…«Los dos hidalgos enfermos (Martin Rodríguez y Juan García) se quedaron en la Isla del Gallo. Una vez se recuperaron, convivieron con las indígenas Sindaguas, quienes conocían la ruta hacia el Birù, puesto que ellos comerciaban con los indígenas que vivían en Tumbes, con quienes se comunicaban a través del Mar del Sur navegando en balsas de velas por la corriente del Birù.
Fue así como nacieron los primeros mestizos del Mar del Sur, quienes se desplazaron por Iscuandè, Uxmal, Tumaco y Barbacoas. Estos hidalgos extremeños fueron olvidados por todos los conquistadores que navegaron por el Mar del Sur.
Jamás regresaron a Navalvillar de Pela, que fue siempre un pueblo de realengo que no dependía de ningún señor, que siempre pagó sus tributos directamente al rey, de donde era nativo Rodríguez, y a Mérida el pueblo de García; al fin y al cabo, eso no les importaba puesto que ya habían formado su nueva familia y constituido un patrimonio económico con todo el oro conseguido en el rio Telembì. La única recompensa que obtuvieron fue la de ser nombrados hidalgos por el rey Carlos V.
El mestizaje no fue el resultado de un diálogo de amor, no fue el fruto de la armonía ni la consideración de igual a igual, fue el resultado de un choque concupiscente que dio su germen en el duro lecho del colonialismo. Ese amancebamiento con nobles indígenas se realizó porque les aseguraba prestigio y futuro; existió el amor por la riqueza, más no por la mujer.
Los matrimonios concertados por amor casi no se registraron; la inmensa mayoría se realizaron por interés, siempre medió la fama, la fortuna, el ascenso social, la herencia, las tierras; los hijos y la mujer nada importaron en la conquista del Nuevo Mundo, el amor, fue flor exótica.
Los matrimonios de indígenas con castellanas tampoco se efectuaron; en el Birú se registró un caso, el del Príncipe Carlos Inca, nieto de Huayna Cápac quien realizó sus nupcias con Doña María Esquivel, oriunda de Trujillo, Extremadura.
Paralelamente a la acción de los conquistadores que se apropiaron y apoderaron de las mujeres donde las hallaron, engendrando mestizos bastardos, se suscitaron las uniones de la élite de los conquistadores con las mujeres de la nobleza indígena, de donde surgió una clase de “mestizos nobles” que, aunque ricos, fueron fruto del concubinato. A diferencia de los mestizos de estrato social bajo, éstos, gozaron de muchas prerrogativas.
La descendencia de los hidalgos Rodríguez y García se regó por toda la costa del Mar del Sur. No sólo se trataba de mestizos biológicos, sino también culturales. Era una práctica generalizada de entregar al recién nacido a nodrizas indígenas, lo que conllevó a que los más moralistas sostuvieran que amamantar a un niño implicaba la transmisión de características psicológicas a través de la lactancia.
La historia de las tierras del Mar del Sur conservó el rastro de ciertos mestizos enfrentados con las diferentes sociedades indígenas. Sus trayectorias permitieron precisar tanto la extensión del dilema que debieron enfrentar entre sus comunidades de origen como las modalidades de su presencia en las fronteras del Mar del Sur.
Los dos mestizos nacidos en la costa occidental del Nuevo Reino de Granada integraron a grandes rasgos la misma dicotomía “del ser o no ser”.
Ellos, Jeremías Rodríguez Paì y Federico García Bisbicùz, fueron hijos de los dos extremeños enfermos que vivieron en la isla del Gallo con indígenas Sindaguas. Ambos combatieron a sus medias sangres indígenas, pero su oscilación entre las dos sociedades los llevó a no estar exentos de ambigüedades.
Fue así como nacieron los primeros Hombres Híbridos del Mar del Sur, quienes se desplazaron por Iscuandè, Uxmal, Tumaco y Barbacoas Los mestizos Jeremías y Federico buscaron honor y fortuna acompañando a sus padres, los hidalgos, en las explotaciones de las minas de oro. Con el tiempo, y después de la muerte de sus padres se constituyeron en los dos hombres más ricos de la región».