A todos la Navidad nos llena de recuerdos inolvidables, de esos que van escritos en el alma desde la niñez, los mismos que en la zona rural de Colombia tiene características muy especiales y costumbres que se mantienen firmes, como las novenas y la creencia en el Niño Dios que llega entre villancicos y regalos.
Y es así como la Navidad para millones de colombianos suena a “Buffalo”, aquellos camiones que hacíamos mover halándolos con una piola o una cabuya; a cornetas plásticas de vistosos colores que hacían bulla un rato porque rápidamente se dañaban y entonces se improvisaban arreglos, bien con hojas del jardín de la casa o con papelillos en que venían envueltas las bananas.
Mientras que para las niñas llegaban las muñecas con sus ojos brillantes y capaces de mover las rígidas pestañas; además gozaban de largo cabello, pues uno de los entretenimientos era peinarlas…. También eran bienvenidos las vajillas o “trastes” para la cocina, sin que nadie se ofendiera ni se molestara.
Los camioncitos, como se les llamaba cariñosamente, no siempre eran metálicos. Igualmente los había de madera, verdaderas obras de artesanía, algunos eran especializados para el transporte de leche, pues venían con los “garrafones”, que también se conocían como tinas y “cantinas”.
Todo esto se los cuento por experiencia propia, hoy huidizos recuerdos de familia, los mismos que suelen ser recordados en encuentros de hermandad donde es difícil terminar las historias, pues estas se suceden unas a otras. Ninguno queremos perder la oportunidad de dejar que fluyan, tal como lo deben corroborar mis hermanos Myrian, José, Silvia, Libia, Jairo, Gustavo, Wilson y Cilia, esta última desde el cielo. Nuestros sobrinos, Yesid y Carlos Humberto, con quienes compartimos aquellos tiempos de vida en el campo.
Permeados por las nuevas costumbres a nuestras respectivas descendencias les hemos impregnado un poco o bastante de aquellos tiempos, por eso a nuestros hijos también los visitó el Niño Dios, seguramente con otro tipo de regalitos, pero impregnados del mismo amor y de la misma tradición de siempre… y que en el caso de mi familia, Carmenza ha sido cómplice para que Carmenza y Carolina, nuestras hijas, tengan en sus recuerdos todo aquello que significa Navidad en la niñez, bien llamados los años maravillosos.
“Ahí le mandan…”
Las navidades en la zona rural no pierden la costumbre del “aquí le manda mi mamá”, que consiste en el intercambio de comidas y dulces típicos de cada región, siendo los reyes “manjarblanco” y “el desamargado”, en su orden.
Independientemente de lo que se prepare, la intención en estrechar los lazos de amistad, participar de la Navidad y pasarla con solidaridad. Muchas veces hay que caminar larguísimos trayectos bajo la condición y advertencia de que todo “llegue bien”, para eso se preparan, se hacen y empacan con mucho esmero… Así que no se puede ir a caballo ni en bicicleta… es a pie para que nada se vaya a batir.
Los mandaderos o encargados de llevar el “encargo” al entregarlo siempre son recibidos con los brazos abiertos y llenos de preguntas sobre “como están por allá”… y, además, saben que serán bien recompensados, puede ser con buen jugo natural, frutas, buñuelos, natilla, una cucharada de manjarblanco u otro atractivo al paladar propio de la temporada.
La familia que mandó, aunque ese no es su propósito, sabe que a los pocos días llegarán con “el ahí le mandan”; es una amistad, cariño y agradecimiento en doble vía y sin ánimo de competencia; solo por el deseo es compartir.
Ambiente especial
En la zona rural la Navidad y todo diciembre tienen un ambiente y un sabor muy especial, pues a diferencia de las ciudades no hay congestiones, hay recogimiento en las casas y se aprovecha para recorrer las fincas y “cortar malezas”, lo mismo que revisar cercas. De acuerdo con las tradiciones, es buena época para podar árboles frutales.
Las mamás aguardan con verdadero interés aquel día en que puedan “ir al pueblo” o a “la ciudad” a comprar el estreno para sus hijos. A ellos les dan la prioridad… y los papás bien lo saben. Esa es una salida bien especial. Esta vez los hijos más pequeños podrán ir. Hay otra salida a la que no los llevan, es cuando se van a encontrar con el Niño Dios y acordar los regalitos que han de llegar el 24 en la noche, preferiblemente a las 12:00, hora en que se cree nació en Belén.
Para todo alcanza el tiempo o se hace alcanzar, así haya que trasnochar preparando los manjares, los dulces y demás, porque son días donde muchas cosas cambian en una oleada llena de alegría y deseos de compartir y agradecer a Dios haber enviado a su hijo para bien de la humanidad.
La Navidad en el campo colombiano tiene una magia que nunca deja de acompañar a aquellos que la vivieron alguna vez.