Oxelytrum naroi y Maeota ibargueni se llaman dos nuevas especies animales descubiertas por investigadores de la Universidad Nacional. El primero, un escarabajo localizado en el pie de monte llanero y la segunda, una araña saltarina hallada en Quimbaya (Risaralda). Los artrópodos fueron bautizados así por la ciencia en honor del “escarabajo” colombiano Nairo Quintana y de la “saltarina” Caterine Ibarguen que muy bien nos han hecho quedar en el exterior. De manera que sus nombres ahora no solo aparecen en los anales del deporte, sino también en los más acreditados insectarios.
Pero, se pifiaron los científicos colombianos en la escogencia del nombre de la araña saltarina, porque qué mejor que hubiera sido llamada “Sandrae morellis”, en honor a la ex contralora que de un solo envión cayó en Roma.
Con todo, se ha marcado un bello precedente para que en lo sucesivo también se inmortalicen los nombres de aquellos personajes que habitan nuestra vasta fauna social: Algún cucarrón, algún jején, alguna sanguijuela, quizá una nigua que habite en las plumas de las gallinas saraviadas, un ácaro que esté en la nómina estatal, una termita que destruya los libros donde están los derechos de las minorías, o un helminto que se alimente del dolor ajeno. Algo. Algún bicho anónimo será descubierto en el futuro y entonces la ciencia deberá ponerle un nombre que equivalga a las características de un homínido colombiano.
¿Que tal una desconocida especie de gorgojo camaleón que pase a denominarse “Roi barreraes”?, ¿o una ladilla venenosa que habite en las montañas de Colombia que pase a llamarse “Farc catatumbis”? o una nueva especie de nigua culiblanca cuyo nombre sea seleccionado de un catálogo de prepagos. O un nuevo coleóptero por descubrir que corte por la mitad a sus congéneres y se bautice como “Julitus nomecortiis”. O un ácaro que aparezca cada vez que se enciende el televisor y se llame “Jorguito Baronei”, o en su defecto, “Jotamarii valenciae”. O, por qué no, un zancudo que fastidie con su ruido monótono que se designe “Reguetoneriis”.
El libro de los Records Guinness contiene un catálogo de avechuchos que, lamentablemente fueron descubiertos en otros países y por lo tanto no fueron bautizados en honor a su semejante colombiano:
El escarabajo más longevo es el Buprestidae que logró vivir 47 años como larva. ¿No es curioso que sea el mismo tiempo que lleva Roberto Gerlein en el Congreso?. “Gerleinae homófobius” hubiera sido un bonito nombre para el coleóptero.
El lagarto más viejo, lamentablemente tampoco se llama “Nandoe Benedettium” ni “Abelardoe delasprillae”, sino Anguis fragalis, que duró mas de 54 años exhibido en el zoológico de Copenhague. Después de conocer esto, solo queda una pregunta esperanzadora: ¿Cuántos años tienen nuestros ejemplares?.
Cicadidae fue bautizado el insecto más ruidoso, que corresponde a la cigarra macho, con un ritmo de 7400 pulsaciones por minuto y audible a más de 400 metros de distancia y ahí se nos fue por un pelo la histórica oportunidad de haberlo llamarlo “Wvinascochea”
Dice el Guinness que las telarañas más grandes, que llega a medir hasta 573 centímetros de circunferencia, son las tejidas por las arañas tropicales del género Nephila. Una bicoca. Si se compara con el inmenso tramado elaborado en Bogotá por tres arácnidos mortales: la “Samuelae morenis”, la “Morales-russiae” y la temible “Primis nulae”.
La polilla Calyptra eustrigara es considerada una de las más dañinas porque chupa la sangre de los grandes mamíferos. Algo así como hacen a sus anchas los bancos o los insaciables gota gotas de la esquina.
La pulga común puede saltar 130 veces su propia altura en solo fracciones de segundos, sin embargo el mayor salto de pulga que se tenga noticia y que aún no ha sido homologado por Guinness Records, lo realizó una especie conocida en el país como “Felipei ariaes que, ante el susto que le produjo la cercanía de unos grillos pegó un salto de Bogotá a Miami y todavía no la encuentran.
Y ya para terminar se encuentra que como mecanismo de defensa un animal vertebrado como es la zarigüeya, puede permanecer en actitud de muerte (tanatosis) hasta por 6 horas, tiempo durante el cual desprende un líquido fétido por el ano. Lo cual no es recomendable que esta táctica llegue a oídos de algunos senadores porque se les estaría dando ideas para que pasen de agache en las sesiones.
Por fortuna está latente la oportunidad de bautizar nuevos insectos, porque según los entomólogos aún quedan millones de especies por descubrir, algunos de los cuales residen en el país y por alguna circunstancia (razones de seguridad, quizás) han optado por el anonimato.
