Cuando en el año 2000 los Estados Unidos y el continente americano se dieron cuenta del proceso que se había iniciado con Hugo Chávez se corrió la voz del inminente peligro: la potencial propagación del comunismo en la región. Cada quien se preparó para evitar en sus respectivos territorios procesos similares, retardados y confusos que no tenían un patrón claro de comportamiento y acción.
A Colombia, no se sabe si por cuenta propia o por “sugerencia” americana, se le ocurrió expedir una norma que pasó inadvertida en esos años para un régimen que trataba de instalarse y para los propios ciudadanos colombianos, la resolución 08 del Banco de la República, mayo de 2000, con más de 800 páginas, en las que se incluye, justifica y desarrolla una innovadora teoría de moneda en que el Instituto regulador de la moneda y banca por constitución, renuncia a sus deberes en beneficio de particulares y de micro grupos como los cambistas de la frontera.
De pronto este grupo se trepó de algo más de 1.000 a 3.500 agentes con unos patrones como carteles para que decidieran el valor diario de la moneda de todo un país vecino. El denominado Bolívar Fuerte, que además de los fondos de reserva en su Banco central, en oro, dólares y productos estratégicos, le respaldan además del patrimonio operativo en reservas petroleras, redes de gasolineras en su país, en Europa y Estados Unidos, derivados del petróleo, reservas en oro y diamantes, títulos valores, comenzó a decaer ante los colombianos como una moneda débil sin que esos respaldos se debilitaran realmente. La trampa se conoce por análisis de los investigadores y por las drásticas medidas del gobierno Venezolano que ve afectada su soberanía por tan vulgar manipulación.
Si Venezuela no tuviera renta petrolera y ese conjunto de garantías a su funcionamiento el aparato político, en dos años máximo, se hubiera caído en trizas. Solo así puede entenderse como pueden regalarse 750 mil casas amobladas reducir la pobreza del 60 al 30 %, aumentar por 10 los cupos universitarios, mantener 4 lineas de subsidios incluido el oneroso y absurdo de los combustibles.
La maquiavélica cuestión tiene todos los visos de sabotaje internacional dirigido que ocasiona y es resorte de todo este desorden delictivo en el que se cierra la frontera en desespero del régimen que dice claro: o quitan la norma o no abrimos. Con toda la razón. Y el gobierno colombiano lo sabe pero calla que el Bolívar tenga un cambio que podemos llamar “hechizo”, reprimiendo duramente el intercambio que, de hacerse a precios normales regulados por los dos gobiernos como debe ser, acarrearía una dinámica a la inversa de la que hoy sucede. Los venezolanos estarían estos 15 años anteriores y por venir en masa a Arauca y Cúcuta a llevarse a Colombia, con Bolívares a 220 pesos hoy (hace 10 valían $400), aún hablaríamos de la vitrina más vendedora y la frontera más dinámica de América Latina. Generando empleos, negocios y exportaciones de toda Colombia, al mayor y al detal.
Pero importa más tumbar el régimen chavista, ridiculizar sus medidas, e impedir su propagación. Seguro que al otro día de un triunfo de la oposición la resolución desaparece, y López o Radoski quedarían como sabios que si saben de economía, política, gobernabilidad, administración y serán héroes internacionales.