Lo primero que tenemos por decir es que la tumba de Mao Zedong (considerado el peor genocida de toda la historia), muerto en 1976, no era una guaca con la que se enriqueció la China, llegando en estos momentos a convertirse en la segunda potencia económica del mundo, sino que fueron las grandes inversiones de las transnacionales norteamericanas las que sacaron a ese país de la ruina, cuya población hace 42 años estaba en más del 90% de pobreza. Sin embargo, los dirigentes chinos Zhou Enlai (fallecido en 1976) y Deng Xiaoping cambiaron el rumbo de esa nación, ya que sabían que el sistema socialista planificado era una catástrofe, cuya aplicación en la práctica le había costado a China más de 80 millones de muertos por la represión y el hambre.
Entonces de manera pragmática la dirigencia china optó por una economía de mercado, eso sí superexplotando a los trabajadores del país asiático, repartiéndose la plusvalía con las transnacionales. Pero hay un detalle para Latinoamérica que jamás se podrá olvidar, así algunos historiadores e importantes periodistas nunca lo mencionen, porque lo que hicieron las grandes corporaciones con la China antes lo tenían diseñado para nuestra región con el llamado “ plan básico” a principio de los años setenta, pero ante el liderazgo tan “especial” que han tenido nuestros países, acompañado por los alaridos de la mamerteria de aquellos años, quienes consideraban que las transnacionales eran un cáncer, no se pudo negociar el proyecto que hubiera cambiado económicamente a fondo a Latinoamérica como ocurrió con la China.
Para la secta comunista desde su aparición el poder político es su dios. De ahí que en el país asiático para conservar el poder, a la camarilla marxista poco le importó sacrificar principios económicos del comunismo, pues lo que le interesaba era conservar el régimen a cualquier precio. Por eso se habló del socialismo con peculiaridades chinas que duraría 100 años en su primera etapa, pero que hoy frente a la guerra comercial iniciada por el presidente Trump en marzo de 2018, entre EE.UU. y China, por ahora, sus resultados son de pronóstico reservado, en donde tanto el socialismo como el capitalismo solo sirven para una gran confusión.
Dentro de esa guerra comercial al romper Google con Huawei de la China, se supone que el gigante chino no podrá fabricar celulares de nueva generación, bajo el mismo sistema operativo y además no tendrá acceso a las nuevas versiones de Android o Play store. En esta guerra comercial entre las dos superpotencias EE.UU. y China, a nuestra América Latina le corresponde la parte cómica con la bestia de Nicolás Maduro en Venezuela, quien ha ofrecido invertir en Huawei, debe de ser con las remesas que envían los millones de refugiados venezolanos a su país, pidiendo limosna en las naciones vecinas.
Frente a la presente coyuntura económica mundial, los partidos políticos que hacen parte de la democracia liberal no le pueden hacer el juego al reduccionismo del comunismo totalitario que busca que la humanidad tome partido entre el capitalismo y el socialismo. Esa estrategia maniquea producto de un revuelto del marxismo con el maquiavelismo que impulsó principalmente el comunista italiano Antonio Gramsci es una treta hegemonista para confundir a los pueblos y llevarlos a la esclavitud política, ya que como lo hemos dicho en varias ocasiones los términos capitalismo y socialismo tienen bastantes acepciones.
Ese esquematismo entre socialismo y capitalismo es absolutamente obsoleto. Además, para vivir al ritmo de los tiempos se debe impulsar un sistema de economía múltiple, pero no entendido como una tercera vía, sino como el conjunto de medidas pragmáticas e inteligentes que lleven calidad de vida a los pueblos sin dogmatismos ni avaricias desmedidas.
El marxismo como el mejor heredero de Maquiavelo plantea las cosas en blanco y negro, mostrando siempre dicotomías, cayendo en un maximalismo para que las personas atrasadas tomen partido. Esa división perversa la promueven los seguidores del comunismo totalitario, cuyos intereses burocráticos y de logia los lleva a creerse “iluminados” para manejar y someter a sus semejantes, por ello es que durante toda la existencia del marxismo se ha vendido el dilema económico y político entre capitalismo y socialismo, sin que haya posibilidad de otras salidas. Esa actitud cerril lleva a la conclusión temeraria de “estás conmigo o contra mí”.
Sin embargo, de ninguna manera se puede tomar a los seres humanos como zombis para aplicarles recetas metafísicas, ya que la libertad individual como condición suprema de la humanidad está por encima de la manipulación política. En consecuencia, reducir el destino de los pueblos al capitalismo o al socialismo es producto del interés mezquino de quienes siguiendo los sofismas marxistas consideran que la conquista del poder es como su dios en la tierra “principio y fin de todas las cosas”, ya que el discurso miserabilista que proclama el truco de la emancipación del proletariado no solo lo ha manejado el marxismo sino sus hermanos el fascismo y el nazismo.
La más clara demostración del capitalismo salvaje se tiene en la China, en donde el partido comunista al aliarse con las grandes transnacionales hace 42 años para superexplotar a los trabajadores dio origen al neoliberalismo, compartiendo la plusvalía con el capital financiero internacional, pero conservando el manejo del Estado en las manos de la camarilla comunista.
El socialismo democrático existe en países como Suecia, Finlandia y Noruega, entre otros, que no han tenido que recurrir a la violencia para implementar ese modelo, lo que demuestra que a los seguidores del marxismo-leninismo, caso de las narcoguerrillas en Colombia que han practicado el terrorismo por décadas, no les interesa el progreso social de las masas, sino la toma del poder para dar rienda suelta a sus instintos insanos de someter a los demás, por eso siguen proclamando maniqueamente el reduccionismo entre socialismo y capitalismo.
El sistema de economía múltiple recoge las experiencias positivas de un capitalismo industrial y comercial, además de la socialdemocracia y de la autogestión libre y creativa que busca principalmente la independencia económica de las personas, reprobando el extremismo comunista y la acumulación desmedida del capital que lleva a las recesiones económicas mundiales, en donde el manejo del dinero es parecido al de un casino, porque sus grandes masas se vuelven especulativas por no tener un destino productivo.
Las aventuras políticas en Latinoamérica de gobiernos del socialismo del siglo XXl han empujado a algunos países a un engendro neocomunista que recicló los desechos del marxismo-leninismo de Europa oriental después de la caída del muro de Berlín para imponerlos en nuestro suelo. Por ello se deben de superar las asimetrías conceptuales en la región para liberarnos de ese manoseo ideológico totalitario, que lleva a situaciones como la de Venezuela, en donde el castrochavismo ha traído gran ruina, engañando todavía a sectores ignorantes del pueblo y conduciendo a ese país a un estado de postración para que la nomenclatura se perpetúe en el poder, irrespetando a la voluntad popular.
Un sistema de economía múltiple supera la simplificación entre capitalismo y socialismo, de ahí que en la guerra comercial que actualmente se encuentra en todo su furor demuestra que la receta económica del señor Marx en el siglo XlX no tiene ni vigencia ni defensa. Solo algunos paranoicos siguen creyendo en la fábula del materialismo histórico y la inevitabilidad.