No es suficiente tener la esperanza de vencer, hay que tener la certeza, porque necesario es vencer.
Ni en el Inírida ni en el Vaupés, la decisión de luchar por la paz y avanzar hacia la lucha política nace en el bicentenario de la independencia y la mandata el pueblo en agosto de 2011 en Barrancabermeja. Si el pueblo es el soberano y si por encima del pueblo solo está el cielo, respetemos sus designios sin autoproclamaciones.
Uno no se mete a la guerrilla para morir de viejo en ella, no puede ser la aspiración de un revolucionario ser para siempre comandante de frente en un municipio apartado. Además, no se puede invocar el derecho a la rebelión para no hacer la revolución jamás, uno ingresa a la guerrilla para tomar el poder con violencia revolucionaria: patria o muerte, sin reformismos. Levantarse en armas para defender el acuerdo de La Habana ofende al pueblo colombiano que está jugando por la paz poniendo su empeño, sangre, sudor y lágrimas como lo hizo, sin negar ningún sacrificio, durante la guerra.
Veinte años tenía el proceso de resistencia campesina cuando se instaló en las montañas del sur del Tolima. Ese no era un campamento de 48 combatientes, Marquetalia era Colombia entera en resistencia: pueblo fusil en mano y rodilla en tierra por la reforma agraria y la paz con justicia social. El proceso revolucionario puso allí a esos hombres y mujeres tras recorrer un largo trecho desde los bombardeos de Villarrica y la columna de marcha, no había allí vanidad ni personalismos pues era el pueblo mismo el que esperaba en mayo del 64 su bautismo de fuego tras haber asimilado tiempo atrás la nueva forma de lucha para el despertar de las conciencias. Como Marquetalia no hay dos.
Una mala lectura de la realidad concreta puede ser mortal. Desconocer al Ejército, sus capacidades técnicas y humanas, así como su papel como herramienta de clase, es un error histórico que se paga caro. Nadie niega la posibilidad de un grupo armado de controlar un territorio, así como su capacidad para dar golpes al enemigo, generar finanzas e incluso sus posibilidades de crecer con nuevos ingresos, pero de allí a lograr la toma del poder hay un trecho de tiempo y esfuerzo superior a las posibilidades de concretar ese sueño por parte de los protagonistas del video. Además, usurpar el nombre y los símbolos de las Farc para iniciar una aventura armada profana la memoria de los caídos y nuevamente ofende al pueblo colombiano poniéndolo en peligro y a merced de sus históricos verdugos. Entregarán fáciles victorias militares a un Ejército y una oligarquía que jamás logró poner a este pueblo de rodillas.
Por otro lado, invocar a Movimiento Bolivariano para retomar la lucha clandestina es un delirio que niega la realidad. Ustedes estuvieron en las ciudades y saben perfectamente la composición del MB y el PCCC. Nadie más que ustedes sabe de la estrellada que se pegó la insurgencia al llegar a las ciudades y encontrar un proceso biche, sin politizar, sin extracción de clase y con pocas o nulas ganas irse al monte a pelear una guerra; poner las esperanzas de vencer en un proceso semejante solo traerá la perpetuación de la oligarquía en el poder, la historia lo ha demostrado, se necesita mucho más que la guarimba para hacer la revolución en Colombia.
Cumplido el primer punto de la Plataforma Bolivariana por la Nueva Colombia en el Yarí lo que sigue es luchar con todas las fuerzas y junto al pueblo colombiano por conquistar los derechos negados históricamente. La conquista del derecho a la participación política es un gran avance que desplegara su máxima potencia cuando el pueblo sepa la verdad del conflicto y se concrete con nuestro esfuerzo y compromiso la reconciliación. Creer que el proceso de paz terminó en el Teatro Colón es un error. La lucha sigue, con Bolívar y con Manuel. De batalla en batalla y de victoria en victoria, firmes con lo acordado, porque nuestro compromiso es con el pueblo no con la oligarquía, ellos jamás nos cumplirán y tendremos que hacer cumplir lo acordado mediante el ejemplo, la lucha popular y la conquista del poder político.
Nada mas revolucionario que la autocrítica, nada construye más futuro que eso. Mirando en perspectiva entendemos que cometimos mucho errores durante la guerra, en la negociación del acuerdo e incluso en el inmediato proceso de implementación. Podríamos haber sido mejores revolucionarios, podríamos haber generado más bienestar a la base guerrillera y a las comunidades que nos apoyan, podríamos haberle dado un papel más importante al mérito que a la carreta... muchas cosas podrían haber sido mejor si hubiéramos confiado más en el pueblo y en sus aspiraciones e iniciativa. Por ello hoy es importante cumplir, porque el pueblo tiene puestas sus esperanzas en nuestro proceso y si fallamos eso sería fallar dos veces. La política consiste en no caer en las trampas del enemigo: cuando ocurre es importante no caer en la siguiente, en esta situación la soberbia es mala consejera. Habrá que asumir cada uno sus responsabilidades porque solo la historia absolverá al que tenga la razón.
La batalla de las ideas no es empresa fácil, convencer antes que imponer o comprar es muy complicado en la sociedad capitalista. La lealtad del pueblo colombiano al compromiso que hicimos está fundida para siempre en las infinitas muestras de solidaridad con nuestra justa causa. Hemos recibido el abrazo del pueblo para seguir junto a él en este camino que continuará inexorablemente: el combate de ideas por la paz para derrotar políticamente al fascismo y la corrupción de la oligarquía, brindar la mayor suma de felicidad posible a nuestro pueblo y aportar con ingenio a la construcción de la unidad forjaran el mañana para todos que será patria, soberanía e independencia plena. La guerra no puede ser el destino de Colombia.