La posverdad hecha carne, como diría el docente universitario y analista político Victor de Currea-Lugo, es lo que para mí sucedió en Colombia en todo su esplendor desde la previa, durante y después del 21N del paro nacional.
A lo cual yo le agregaría que fue un escenario perfecto para aplicar la infoxicación y los trucos de la cleptocracia digital —a las cuales ya me he referido en este espacio—, así como una plataforma propicia para un gran experimento social donde se pusieron en marcha las teorías sociales de miedo, conspirativas y realidad deformada. Dicho sea que fueron utilizadas tanto por el gobierno nacional, sus socios, nuestras Fuerzas Armadas, así como por sectores de la oposición política, la izquierda recalcitrante y grupos interesados en dar sensación de caos y terror para sacar provecho. Quedó claro, también, que el miedo es miedo y es una sensación humana que no responde a la lógica sino a la irracionalidad.
Todo esto nos debe llamar a una reflexión personal, pero también colectiva respecto a que hoy más que nunca el mundo digital o virtual es parte de nuestro quehacer real y concreto, que influye en este último más de lo que quisiéramos y ese es un peligro latente al que se debe hacer frente. Aún somos todos, en especial las instituciones sociales y las familias, muy tímidos para comprender ese mundo, hacer uso de sus herramientas, dar el uso debido o aplicar los mecanismos y acciones que nos blinden frente a sus desmanes, daños o exageraciones en nuestra psiquis, sentimientos, emociones o acciones cotidianas.
Para evitarlo solo debemos emprender decisiones básicas como saber cuál es la fuente informativa, qué credibilidad tiene para mí, mi entorno social o la sociedad misma. ¿Es una página o persona creíble?, ¿merece que lo comparta, lo publique o tan solo que lo lea, vea o escuche? Por eso, lo mejor es estar al tanto de la fuente que tenga mayor credibilidad para nosotros. Por ejemplo, las fuentes o sitios oficiales, de las autoridades, aunque no se puede caer en la trampa de pensar que porque son tal entonces dicen la verdad, toda la verdad o la verdad completa, es necesario tener claro que también tienen su propio interés de contar la historia solo desde la óptica que los beneficia.
Seguir ciertos medios de comunicación reconocidos o confiables también es una buena opción, aunque por su puesto lo mejor siempre es comparar para analizar y completar contenidos y sacar nuestras propias conclusiones. Pero sin duda, lo mejor es mantener la calma frente a la avalancha de informaciones por redes, por medios y voz a voz, recibirlas con beneficio de inventario, sentido crítico y analítico para no nublarnos el entendimiento. Eso siempre será lo adecuado y más con el maremágnum de informaciones que se nos vienen en esta coyuntura de crispación social actual.
Por otra parte, me parece que hasta que el presidente Duque no abre sus oídos y su discernimiento frente al estallido social que está comenzando, seguirá como el perro dando vueltas detrás de su propia cola. Necesita comprender que debe cambiar su agenda de gobierno, modificarla y ampliarla, darle prioridad a lo que se le está reclamando en la calle que haga, sin que con ello sienta que perdió o que se mostrará como un “gobernante débil” como seguramente le están comentando sus áulicos. Que entienda que la postura de la fuerza y el garrote ya nadie la cree, es inane y lo aislará más del país real. No con ello, que pierda la aplicación de la misma y la ley para frenar la violencia venga de donde venga.
Si entiende que esta es una gran oportunidad para recomponer el rumbo, soltar las cadenas que lo atan de parte de su partido político y los grupúsculos de poder del establecimiento, aplicar con prontitud las iniciativas sociales, inversiones en infraestructura regional y novedosas (como la economía naranja) propuestas en el plan de desarrollo, así como postergar otras vistas como lesivas, no solo dará la vuelta al respaldo popular sino pasará a la historia como aquel que fue capaz de cerrar las brechas de la inequidad económica y social, evitando de paso un mayor estallido de inconforamidad.