Petróleos de Venezuela, Pdvsa, la poderosa petrolera que Carlos Andrés Pérez fundara hace 50 años convirtió a Venezuela en una de las grandes potencias del mundo. Hugo Chávez la exprimió para financiar su revolución socialista del siglo XXI, Nicolás Maduro continuó hasta desfondarla y ahora está tomando un nuevo aire.
El rescate es una historia de una década. En el 2014, fue la quinta petrolera del mundo con las mayores reservas del planeta, una cuarta parte de las de todos los países de la Opep, el principal cartel de exportadores. Para el 2020 el promedio de producción fue de 400.000 barriles, después de haber alcanzado máximos de 3,8 millones de barriles diarios (mbd) en la época dorada en que se le llamó la Venezuela Saudita.
La situación calamitosa forzó a Maduro a recurrir a sus aliados para una operación salvamento. Recurrió a China, Irán y Rusia. Pero la carta fuerte resultó ser el país de Xi Jinping con quien tuvo un encuentro crucial en una visita de Estado en el 2014, recién tomaba las riendas del poder y repitió en 2018, cuando habría concretado los acuerdos petroleros, la tercera fue el año pasado, en septiembre del 2023. A ellos les adeuda USD 10.000 millones y gran parte de lo que produce va a sus arcas.
Para poner a andar la alicaída petrolera se armó Petrosinovensa, entre Pdvsa y la gigante estatal China National Petroleum Corp.(CNPC). Con la ayuda de los chinos se logró convertir el crudo pesado al Merey venezolano que consumen los mercados asiáticos, y se impulsaron las ventas.
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Pero revivir la producción petrolera no ha sido fácil, aun con aliados como los chinos. Maduro barrió los dirigentes de la petrolera en el 2014 y desvió los recursos necesarios para mantener las operaciones, dejando en segundo plano a la empresa. Sobre ella pesa el coctel de mala gestión, desconocimiento y corrupción. Las sanciones de Estados Unidos en 2017 le dieron un puntillazo, y fueron responsables de la caída de 45 % de la producción.
Tras la debacle de la producción del 2020 el gobierno venezolano ha venido recuperándola con ingente esfuerzo, de la mano de compañías totalmente desconocidas en la industria y el apoyo de Irán. Ha paliado la enorme escasez de combustibles y le ha dado una mano a la reparación de las refinerías nacionales. Ha comercializado el crudo en altamar en operaciones de trasvase con intermediarios desconocidos con los que llega a los mercados de Asia. Y ha logrado dar un cierto aire de normalización a la crisis que ya deja bodeguitas de importados y restaurantes gourmet.
El punto de quiebre de las sanciones
Ese fue solo un paliativo. El verdadero punto de quiebre fue cuando Estados Unidos y la demanda del Merey repuntó tanto como los precios con las guerras en Ucrania y la Franja de Gaza. Pero de un momento para otro, hacer crecer la producción para salir a vender tiene requerimientos que no todos están a la mano. después de varios años de parálisis.
El 18 de octubre la Administración del presidente estadounidense, Joe Biden, alivió las sanciones de su país a Venezuela en el sector petrolero, de gas y de oro durante al menos seis meses. Como respuesta a un acuerdo de Barbados sobre las elecciones presidenciales de 2024 celebrado entre el gobierno y la oposición, en las cuales se dijo que habría observadores internacionales.
Chevron, una petrolera centenaria en Venezuela, regresó a las operaciones. La española Repsol y la italiana tienen licencias. El Departamento del Tesoro autorizó hasta el 15 de noviembre de 2024 las operaciones de las empresas de servicios petroleros estadounidenses Halliburton, Schlumberger, Baker Hughes y Weatherford, para preservar sus activos aunque no pueden explorar ni explotar. Con esto no tuvo que seguir vendiendo a los chinos con descuentos del 20 % y se le abrieron las refinerías estadounidenses del Golfo de México con precios muy superiores.
Para las multinacionales la inversión es atractiva cuando se tiene en cuenta que producir un barril de petróleo en Venezuela vale entre USD 11 y USD 15 dólares, según datos del Ministerio del Petróleo y Pdvsa. Y aun asumiendo costos de capital y la deteriorada infraestructura, salir a vender crudo a USD 80, deja retornos muy importantes.
Desde el 6 de enero del año pasado, la dirección de la empresa está en manos del Coronel Pedro Tellechea quien fue gerente de la petroquímica Pequiven durante muchos años.
Pdvsa vio explotar la bomba del que pudiera ser el robo del siglo en Venezuela el 21 de marzo del año pasado. En la contabilidad había USD 21.200 millones de cuentas por cobrar, de los cuales USD 3.600 millones irrecuperables.
Un enorme hueco de tres años hecho por los intermediarios que entraron a comercializar el crudo cuando arreciaron las sanciones de Estados Unidos a la petrolera que fue el mascarón de proa de la economía venezolana. El escándalo se llevó por delante al hombre más fuerte del régimen Tarek El Aissami que era vicepresidente y ministro de Petróleo.
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La producción petrolera venezolana parece haberse estabilizado en torno a los 800.000 barriles diarios en los últimos años en mayo de 2024 fue de 822.000 bpd, cifra similar a la de Colomba de 787.800 barriles por día, ese mismo mes, de acuerdo con la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH).
Los ingresos del régimen de Maduro fueron USD 6.000 millones entre enero y mayo, aumentaron 19 % con respecto al mismo período del año pasado y la razón fundamental está en una mejor cotización del crudo Merey, que es la referencia internacional del petróleo venezolano.
El promedio anual llegó a USD 70 por barril, USD 10 más que en 2023. En cambio, las ventas al exterior tuvieron un modesto repunte, llegando a 687.000 barriles diarios durante los cinco meses transcurridos de 2024.
La reactivación que ha estado ligada a la flexibilización de sanciones que han ido y venido este año. Ahora hay un incierto panorama poselectoral creado por las denuncias de fraude en las elecciones presidenciales del 28 de julio, que según la Comisión Nacional Electoral le dio a Nicolás Maduro un tercer periodo hasta el 2031.
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