Las intrigas que convirtieron a Leonidas Bustos en el duro de la justicia

Las intrigas que convirtieron a Leonidas Bustos en el duro de la justicia

Un abogado de provincia, cuya ambición sin límites lo llevó a cranearse el cartel de la toga, hizo de los proceso en la Corte una
máquina de hacer dinero

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enero 15, 2019
Las intrigas que convirtieron a Leonidas Bustos en el duro de la justicia
Foto: El Espectador / Gustavo Torrijos

Con el morral al hombro, José Leonidas Bustos cruzó la puerta de su casa familiar en Ibagué con la convicción que se convertiría en uno de los juristas más importantes del país. Apenas rozaba los 20 años cuando decidió mudarse a Bogotá para estudiar derecho en la Universidad Libre, una institución que lo sedujo desde el principio y forjó su carácter contestatario y su pensamiento de izquierda: admirador de Jorge Eliécer Gaitán, el joven José Leonidas nunca se amedrentó ante el poder.

Un par de años antes ya había demostrado su talante como líder estudiantil del colegio San Simón, la reconocida institución pública fundada por el general Francisco de Paula Santander y de donde también han salido personalidades tan importantes como el expresidente Manuel Murillo Toro o Darío Echandía. José Leonidas había logrado ganarle el pulso a otro estudiante destacado unos años mayor que él, Eduardo Montealegre, quien tiempo después se convertiría en uno de sus aliados desde la Fiscalía, como el mismo exfiscal anticorrupción, Luis Gustavo Moreno, confesó cuando aseguró que había llegado a trabajar en la entidad de Montealegre por recomendación de Bustos.

Después de recibir el diploma, José Leonidas pasó por tiempos difíciles económicamente. Tocó todas las puertas habidas y por haber, pero al final el único lugar que le extendió la mano fue su alma máter. Logró que lo nombraran jefe del área penal y le entregaran la administración de la cafetería, todo para solventar los gustos que nunca se negó.

Bustos pasó sus primeros años como litigante entre interminables expedientes, la inquebrantable burocracia judicial y una que otra visita a la Corte Suprema de Justicia. Fue ahí cuando tuvo su primer choque con un funcionario y la certeza que algún día sería un togado del alto tribunal. Mientras realizaba un procedimiento en el Palacio de Justicia, fue recibido con dureza por un magistrado auxiliar que le puso todo tipo de trabas. Bustos nunca olvidó el hecho, pero el tiempo le dio la oportunidad para cobrarle el desplante. Cuando José Leonidas entró a la corte se volvió a encontrar con el magistrado auxiliar, y siendo presidente del tribunal le cerró todos los caminos para ascender. Solo cuando Bustos dejó el cargo, Luis Hernández, quien también pasó por la presidencia de la Sala Penal, logró convertirse en togado titular.

El tímido, pero audaz abogado Leonidas Bustos pudo llegar a la Corte Suprema de Justicia en 2008 con la ayuda de Julio Enrique Socha Salamanca para reemplazar al entonces magistrado Mauro Solarte. Desde su posición dentro de la Sala Penal empezó a cultivar poderosas amistades, entre ellas con el exprocurador Alejandro Ordóñez, quien asumió la cabeza del Ministerio Público en 2009; y con su llave el cartagenero Javier Ricaurte, hoy detenido en La Picota e investigado, al igual que Bustos, por el Ccrtel de la toga.

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En abril de 2008, José Leonidas Bustos se posesionó como magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia frente al entonces presidente Álvaro Uribe. Durante su gobierno, Bustos fue uno de los chuzados por el DAS por orden del gobierno.

El poderoso magistrado, reconocido en los pasillos del Palacio de Justicia por sus trajes oscuros y un anillo dorado con una esmeralda que siempre llevaba en el meñique, extendió sus tentáculos por toda la rama de la justicia. En marzo de 2010, Ana Josefa Velasco, entonces esposa de Bustos, fue reintegrada por Ordóñez como procuradora judicial administrativa luego de haber renunciado durante la administración de Edgardo Maya. Posteriormente, Ordóñez también nombró como procuradora judicial II a Martha Cristina Pineda, actual esposa de Bustos, quien además se autoproclamó la primera dama de la justicia cuando su marido llegó a ser presidente de la Corte en 2015. Hoy Pineda también está siendo investigada por su posible relación dentro del cartel de la toga.

Esos nombramientos le valieron a Ordóñez el favor de Bustos, quien le abrió el camino entre los magistrados que votaron su reelección como procurador en 2012 cuando Bustos era presidente de la Sala Penal. Al final, esa decisión fue anulada por el Consejo de Estado porque se demostró que la votación estuvo viciada, reinando el “yo te elijo, tú me eliges”.

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En 2016, los cuatro poderosos de la Justicia se reunieron en la oficina de Felipe López, dueño de la Revista Semana, para retratarse junto al cuadro de Lenin. Daniel Rojas, entonces presidente del Consejo de Estado; Eduardo Montealegre, exfiscal general; Leonidas Bustos, expresidente de la Corte Suprema; y Yesid Reyes, exministro de Justicia.

Otra de las relaciones que cosechó Bustos de manera calculada fue con Gustavo Moreno, el joven abogado exfiscal anticorrupción extraditado a los Estados Unidos. Moreno se convirtió en una ficha clave para Bustos para mover procesos en la Corte a cambio de sobornos. Según Moreno, quien dijo que Bustos era su “papá”, afirmación en la que se ha mantenido incluso en un cara a cara que tuvieron cuando los dos ya estaban siendo investigados, le entregó
$200 millones en efectivo al exmagistrado como parte de un pago de casi $1.200 millones para llevar a buen puerto un proceso por parapolítica contra el exsenador Álvaro Ashton.

Aunque José Leonidas Bustos fue uno de los magistrados chuzados por el DAS por las investigaciones por parapolítica que llevó la Corte, también fue uno de los que estuvo detrás de la decisión de sacar del camino al magistrado auxiliar Iván Velásquez, conocido como el investigador estrella del tema. Precisamente, fue Álvaro Pastás, un funcionario cobijado por Bustos, quien reemplazó a Velásquez al frente del equipo investigador de la Corte.

Bustos fue ganando espacio en la Corte y tuvo un meteórico ascenso, solo le faltaba ser presidente del tribunal, objetivo que logró en 2015. Desde su posición se fue acercando a Néstor Humberto Martínez que en ese entonces fungía como superministro de Juan Manuel Santos. Después de la renuncia de Martínez y la salida de Bustos de la Corte el exmagistrado afianzó su relación con el vargasllerismo, al que se había acercado a través de su magistrada auxiliar Luz Mabel Parra, a quien se llevó para la corte en 2012 como una de sus investigadoras de confianza. La relación entre Leonidas Bustos y Luz Mabel Parra Echandía tiene un denominador común: Cambio Radical. Parra estuvo casada con Gerardo Torres, también conocido como ‘Yayo’, quien formó parte de la Unidad de Trabajo Legislativo del senador de Cambio Radical Germán Varón Cotrino, mano derecha de Vargas Lleras. Torres se vio obligado a renunciar a su cargo por su amistad con Luis Gustavo Moreno, con quien había trabajado como socio en varios procesos, entre ellos el del senador del Partido Conservador Hernán Andrade, acusado de recibir $ 250 millones provenientes del desfalco de Cajanal, proceso que fue tramitado ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia cuando Bustos era el presidente y Luz Mabel Parra su auxiliar. Además, fue el despacho de Bustos el que archivó la investigación por parapolítica contra Germán Vargas Lleras, quien fue acusado de recibir el favor de los paras para llegar al Senado en 2002. Al final, Parra proyectó el fallo para que su jefe le pusiera la firma final.

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En 2015, el entonces gobernador del Tolima Luis Carlos Delgado condecoró a Bustos con la medalla Cacique Calarcá "por su solvencia moral, académica y profesional, aspectos que han dejado en alto el nombre del Tolima".

Cuando Bustos salió de la Corte coincidió con las intenciones de Martínez de volverse fiscal general, y encontró en el exmagistrado el mejor aliado para hacer sonar su nombre entre los togados que lo elegirían. Bustos se convirtió en su jefe de debate. El favor fue bien correspondido: al mes de asumir en la Fiscalía, Martínez nombró como fiscal delegada ante la corte a Luz Mabel Parra, pero solo logró sostenerla un año, cuando se hizo pública la relación de intereses que había de por medio.

Sin embargo, cuando se destapó el escándalo de corrupción dentro de la Corte Suprema de Justicia, Leonidas Bustos no dudó en lanzarle la responsabilidad a su antiguo aliado el entonces fiscal Martínez. Cuando comenzó la investigación que asumió la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, Bustos a través de su abogado envió un cuestionario muy preciso al fiscal, sugiriendo su cercanía entre los dos. Varias preguntas apuntan a que el exmagistrado y Néstor Humberto Martínez se reunieron tanto en el búnker de la Fiscalía como en el apartamento de Bustos para tratar, al parecer, ciertos procesos dentro de la Corte Suprema de Justicia. Con estas preguntas Bustos pretendería que Martínez no salga con las manos limpias dentro de todo el escándalo. Además, dio a entender que otros dos fiscales delegados ante la Corte también estarían involucrados en el escándalo: Carlos Ibán Mejía y Luis Raúl Acero, quien confesó haber prestado su nombre para comprar un BMW de Leonidas Bustos que terminó en manos de Gustavo Moreno.

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En la Corte Suprema de Justicia se creó todo un grupo —encabezado por Javier Ricaurte, José Leonidas Bustos y Gustavo Malo— que utilizó su poder para amañar decisiones judiciales a cambio de jugosos pagos. Ricaurte está detenido en La Picota; a Malo el Congreso le quitó su fuero y está siendo investigado por la justicia ordinaria, y José Leonidas Bustos, influyente en todos los aparatos judiciales, salió del país el 28 de noviembre de 2018 hacia Canadá desde donde recibió la noticia que la Cámara de Representantes en pleno y con una contundente votación de 127 contra 0, aprobó la acusación en su contra por los delitos de concierto para delinquir, tráfico de influencias de servidor público y cohecho propio; pero sin la certeza que vuelva algún día para responder por sus deudas con la justicia, la que alguna vez tuvo en la palma de su mano.

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