El 7 de octubre de 2023 ya es un día en la historia. El sábado en que Hamás entró por sorpresa al sur de Israel, mató 1.200 civiles, y estalló la guerra en la Franja de Gaza, que ha dejado 14.100 palestinos muertos y 6.800 bajo los escombros. Esa mañana, mientras en vivo y en directo se daba cuenta de los rehenes israelíes tomados por el grupo islamista, y el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu anunciaba una descomunal respuesta, el primer ministro de Qatar se disponía a parar el estallido por la vía diplomática. Algo que solo él podía hacer.
El jeque Mohammed bin Abdulrahman al-Thani era consciente de que su pequeña y rica nación árabe, donde la mediación es política de Estado regida por la Constitución, era la única que podía hablar al mismo tiempo con los grandes actores: Hamás, Israel, Estados Unidos, y en la sombra, Irán. Para lunes siguiente, el primer ministro que también es ministro de Relaciones Exteriores, ya se había comunicado con el jefe del Mossad -la inteligencia Israel- David Barnea, el secretario de Estados Unidos, Antony Blinken, el líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, y el ministro de Relaciones Exteriores de Irán.
Las negociaciones encararon la furia de Netanyahu por la más dura agresión al estado desde su fundación en 1948, y la aprehensión de los líderes políticos de Hamás, que viven en Doha, la capital catarí, lejos del ala militar del grupo. En ellas participaron Estados Unidos con Joe BIden a la cabeza en conversaciones con el emir de Catar, jeque Tamim bin Hamad Al Thani, y con Netanyahu, en las semanas previas al acuerdo para la liberación de los rehenes en poder de Hamás. En segundo plano, Egipto, el primer Estado árabe en firmar un acuerdo de paz con Israel y que ha desempeñado un papel de mediación durante las décadas del conflicto palestino-israelí.
Los contactos fueron arduos durante 47 días para lograr cuajar una tregua de cuatro días – que se ha ido ampliando- y la liberación de 50 de los 240 rehenes en poder de Hamás, día por día, y 150 prisioneros de la cárceles e Israel. El acuerdo estuvo a punto de fracasar el sábado 24 de noviembre, segundo día de la tregua, entre acusaciones de Hamás a Israel de no cumplir su parte del acuerdo.
Ese fue el punto en que un avión qatarí aterrizó en el Aeropuerto Internacional Ben-Gurión de Israel. Los negociadores a bordo trabajaron intensa y rápidamente para solucionar el momento crítico. Era La primera visita pública de funcionarios cataríes a Israel, país con el no tienen relaciones diplomáticas oficiales. Por eso su vuelo llegó desde Larnaca, en Chipre, donde había hecho una breve escala para evitar vuelo directo de Doha a Tel Aviv. Ese fue un ejemplo visible del papel crucial que está desempeñando Catar como mediador del conflicto.
Mediador de muchos quilates
El jeque Mohammed había sido clave en solucionar la crisis. No es la primera ni la única que ha sorteado con un bajo perfil en la familia, el primo del emir. De hablar pausado, su manera de actuar ponderada y competente, discreto y con estricto sigilo, paciente y persistente hasta obtener los resultados, se ha granjeado el prestigio y reconocimiento de que goza hoy.
Licenciado en Economía, primer ministro desde marzo de este año, ministro de Relaciones Exteriores desde 2016 hasta la actualidad, su historial de mediador es impresionante. Fue el rostro más visible de Qatar durante el boicot económico de tres años y medio impuesto por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto, cuando respaldó a grupos islamistas en toda la región durante y después de las revueltas de la Primavera Árabe.
En enero del 2021 terminó el boicot, Mohammed había logrado imponerse al escepticismo de 2,67 millones de habitantes de su nación. La diplomacia internacional que impulsó el padre del emir Tamim para “poner el país en el mapa” y salirse del ala de Arabia Saudí, que de una u otra manera ha logrado tener a los pequeños bajo su sombra, ha funcionado de la mano de Mohammed.
En 2018 fue clave en las negociaciones de Estados Unidos e Irán para intentar revivir el acuerdo nuclear de 2015 que Trump retiró en 2018, y para el intercambio de prisioneros del pasado septiembre. En el 2020 en el pacto que estableció la hoja de ruta de la retirada de Estados Unidos de Afganistán tras 20 años de guerra, teniendo en cuenta que en Doha hay una oficina de talibanes después del 2013, con la aprobación estadounidense.
Manejó los reparos humanitarios a su nación durante el Mundial de Fútbol 2022. Se dice que medió en conversaciones secretas entre el presidente venezolano Nicolás Maduro y Washington, y que en medio de lo más duro de la crisis de Gaza , él y su equipo sellaron un acuerdo para reunir a cuatro niños ucranianos con sus familias tras la invasión rusa.
Diplomacia con chequera
En ese delicado juego de alianzas y estrategias diplomáticas Catar cuenta con el apoyo de los Hermanos Musulmanes para ganar influencia en el mundo árabe, con el canal de televisión Al Jazzera para proyectar su imagen y la apuesta de la neutralidad en la polarización de Arabia Saudita e Irán. El jeque Mahommed es el malabarista de los equilibrios. Cuenta, además, y muy principalmente, con una poderosa chequera de USD 450.000 millones en un fondo alimentado por los monumentales depósitos de gas que gasta con habilidad.
A Estados Unidos le compra anualmente miles de millones de dólares en equipos de defensa, aparte de que en Qatar está la base aérea estadounidense Al Udeid, la más grande de Oriente Medio con 10.000 efectivos. Y no oculta sus relaciones con Israel a pesar del cierre de la oficina de la representación comercial israelí en Qatar. Es el principal financiador de la administración palestina en Gaza gobernada por Hamás desde el 2007. Le da USD 30 millones mensuales para salarios y ayuda humanitaria a las familias que canaliza por bancos israelíes, con la aprobación del gobierno de Israel. A Irán no tiene que darle dinero, es suficiente compartir los yacimientos gasíferos más grandes del mundo.
Las relaciones de Hamás con Qatar se remontan al momento en que Israel estableció el bloqueo a Gaza después de que el movimiento ganara las elecciones de 2006. En aquel momento muchos países decidieron no ayudar a los palestinos, pero entonces Qatar, Turquía, Malasia y algunas organizaciones árabes e islámicas mitigaron los efectos del bloqueo. En la cumbre de Doha, en simultánea con el primer ataque israelí a Gaza del 2008, Catar presentó a Hamás entre el más selecto grupo de jefes de Estado árabes y regionales, y desde entonces Qatar fue públicamente el principal actor de la cuestión palestina.
Quince años después, el discreto jeque catarí defensor a ultranza de la creación de un estado Palestino soberano e independiente, podrá agregar a su larga lista de triunfos en mediaciones que logró detener al horror de la guerra de Gaza. Por unos días.
