Como la paz, la verdad también debe ser completa
Opinión

Como la paz, la verdad también debe ser completa

No todas las mujeres embarazadas en la guerrilla abortaban, como certifican hoy casi notarialmente. Miles tuvieron hijas e hijos como Jonathan Camilo

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julio 22, 2022
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Me cuesta trabajo admitir la buena fe de los grandes medios. Siempre he creído que sus emisiones apuntan al beneficio de poderosos intereses económicos y políticos. Nada que pueda llegar a afectar esos intereses va a ser presentado en ellos de modo imparcial. Todas sus producciones se dirigen a acrecentar los beneficios de sus propietarios y patrocinadores. Por eso muy raramente sigo su programación. Si lo hago, la prevención me acompaña.

Me fastidian esas competencias televisadas, donde hombres musculados y mujeres atléticas, con poca ropa encima, enfrentan diversos obstáculos. También los concursos de interpretación artística, ya se trate de quien mejor cante o imite. Creo que juegan con los sueños de la gente, que hasta la llegan a poner en ridículo. Pagan sí, pero son ellos los que ganan cientos o miles de veces lo invertido, manteniendo a su audiencia embrujada.

Las luces, la algarabía y las emociones que desbordan ese tipo de programas, son la cara brillante del capitalismo salvaje, que tras estudios de branding, marketing o como se llame, encuentra el modo de seducir y manipular al gran público, para obtener a cambio multimillonarias ganancias. Sin embargo, es claro que ese es el mundo en que nos tocó vivir, bregando a conservar la independencia de criterios y luchando como se pueda para cambiarlo para mejor un día.

Fuimos guerrilleros por décadas y algo logramos, pero quedó visto que ese ya no era el camino. Ahora no podemos convertirnos en ermitaños o anacoretas. Hay que habitar y obrar aquí, en esta jungla, que despierta muchos más temores que la selva auténtica. Por eso me conmovió hasta los cimientos la presentación que hizo el niño Jonathan Camilo Montoya hace unas noches, en el programa la Voz Kids de Caracol Televisión. Creo que se lo debe a Jesús Abad Colorado.

Al testigo, a ese artista de los sentimientos, que se dedicó a identificarse en cualquier lugar con la gente que sufre, y a retratarla de manera magistral con su cámara. Hizo Chucho Abad una producción audiovisual de algo así como docena y medio de videos muy breves, que recogen el dolor de la gente humilde de Colombia, víctima de las tantas violencias que nos laceran. Hace un tiempo tuve oportunidad de ser invitado a una presentación privada de los mismos.

Al final, después de lagrimear en más de uno, tuve que hablar, y me costó trabajo con el nudo que tenía en la garganta. Entiendo que en más o menos un mes, esos videos serán presentados en las emisiones diarias de Noticias Caracol. En uno de ellos cuenta la historia de Jonathan Camilo y su padre, Diego Montoya, quien en sus veinte años en las filas del Quinto Frente de las FARC se llamó Patiño. La madre del niño pereció en un bombardeo.

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Un video cuenta la historia de Jonathan Camilo y su padre, Diego Montoya, quien en sus veinte años en las filas del Quinto Frente de las FARC se llamó Patiño. La madre pereció en un bombardeo

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Fue esa la historia que salió a relucir en la Voz Kids esta semana. Con tal contundencia que hizo llorar a los presentadores. Y que ha hecho llorar a decenas de miles de espectadores que la reproducen por YouTube. Imagino que la llegada del niño al programa debió ser gestionada por Chucho Abad. Es una de las historias de sus videos. Que presentará Caracol, y que por tanto interesa promocionar para atraer audiencia.

Esta última realidad no resta ningún mérito al niño, a su padre y menos a Chucho Abad. Como dije, es el mundo en que nos tocó vivir. De lo que se trata es de eso, de conmover ese mundo, haya que hacer lo que sea, para que aprenda a sentir, a comprender y a actuar de algún modo para mejorarlo. Hace unos días se reveló el Informe Final de la Comisión de la Verdad, y se lo está presentando a diario de nuevo en innumerables escenarios públicos y privados.

Eso también conmueve. Aunque esté sesgado por el propósito de contar a las víctimas de las FARC, sobre todo a estas, aunque también un poco a las víctimas del Estado y el paramilitarismo, parte de la cruda verdad de los hechos que los afectaron. Lo que pone de presente la historia de Jonathan Camilo, es que también existe otro relato, el de los hombres y las mujeres a quienes Estado y paramilitares empujaron a la guerra, con el terrible drama humano que envolvió eso.

No todas las mujeres embarazadas en la guerrilla abortaban, como certifican hoy casi notarialmente. Miles tuvieron hijas e hijos como Jonathan Camilo. Muchos de ellos padecieron persecución por la inteligencia militar, murieron por falta de atención, crecieron entre miserias y espinas. Son solo una pequeña muestra de la otra verdad oculta. Las muertes, heridas, mutilaciones, torturas, prisiones, los abandonos, las angustias y el sufrimiento de los otros.

De los guerrilleros y guerrilleras. De esos a quienes fue fácil colgar el estigma de victimarios. Como la paz, la verdad también debe ser completa.

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