Frente a la estrategia de firmar tratados de libre comercio que generen claridad en las oportunidades y en los énfasis productivos nacionales para aumentar ingresos por exportaciones, indispensables para el desarrollo general del país, mucho se habla en estos días sobre la necesidad de prepararse, como ciudades y como regiones, para los buenos vientos que pronostican los hacedores de los TLC…
En el caso particular Caribe, la absorción de inversión extranjera y nacional con destino a nuevos proyectos productivos de comercio exterior ha sido demostrada y hoy es más notoria, acumulada en cifras de crecimiento de casi tres veces de un año a otro en Barranquilla, que aparecen increíbles para muchos. Nos preguntamos si este desarrollo está siendo debidamente planeado, en sintonía con políticas públicas definidas.
Y de la mano de esa inversión, se observa el impulso de una integración subregional alrededor de Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, los evidentes centros más desarrollados en puertos, industrias y servicios. Se potencializa esta capacidad con la nueva concesión para la rehabilitación del río Magdalena, firmada la semana pasada por el presidente, con la gran incógnita de cuánto será realmente que se aumente el volumen de carga por el río, hasta sus destinos finales, fundamentalmente Barranquilla. Mal contadas, las toneladas que hoy se desplazan cada año por el Magdalena suman dos millones en productos varios, aguas arriba y aguas abajo. Se propone una inversión de dos y medio billones de pesos para la rehabilitación, encauzamiento y seguridad de navegabilidad incluso 24 horas al día, pero se evita por parte del gobierno mencionar en cuantas toneladas adicionales se aumentará el uso del río. Semejante inversión debiera pretender un aumento a por lo menos 12 millones de toneladas año… Amanecerá y veremos.
Hasta el interior santandereano del país se ha vinculado a este esfuerzo integrador, con el ánimo de acopiar más producción y allegar otras líneas de bienes a los ya listados para aumentar la oferta exportadora.
Deja sin embargo de mirarse el tema con una óptica todavía más ambiciosa e integral: aquella que vincule el resto del litoral Caribe, hacia Sucre y Córdoba por un lado y hacia La Guajira por el otro, así como la capacidad productora de otras muy buenas tierras continentales de compartidas idiosincrasia y cultura. Y no se plantea esta necesidad por el hecho de provenir quien escribe de uno de estos extremos no integrados; sino porque ya son zonas que generan hoy un importante intercambio comercial internacional y tienen además la posibilidad clara de aportar al esfuerzo de proyección que en buena hora se pretende.
Pero, ¿qué beneficios recibiría el país y sector empresarial si se opta por esta integración regional ampliada? Muchos; abarcar mayor territorio accesible para desarrollos futuros, planear mejor las expansiones de producción, organizar de manera más eficiente la cadena exportadora para especializar las zonas y los puertos, lo que genera economías de escala, en fin, todo aquello que siendo fruto de una buena planeación y organización, amplía el acceso a márgenes de resultados rentables y diversifica el riesgo de la inversión.
Otro indiscutible argumento es el del intercambio de bienes y servicios con Venezuela, hoy sujeto a unos niveles de riesgo muy altos por la inestabilidad económica y los resultados desastrosos en materia fiscal de su gobierno, pero siempre marcando un nivel muy alto de participación en las cifras del comercio exterior —Venezuela no se va a ir de ahí, y no hay mal que dure cien años—. Sería tonto no considerar que la extensión del comercio bilateral con los hermanos de al lado no sea también un elemento por considerar en estos desarrollos.
Pero, ¿a quién corresponde primordialmente la tarea de coordinar de manera activa los actores para que esta integración planteada sea más eficiente? Definitivamente, al gobierno nacional; hay que cambiar la responsabilidad del Ministerio de Comercio en relación con sus tareas para que dicho intercambio se convierta en el gran generador de divisas por exportaciones y entradas de bienes que de verdad contribuyan a la producción competitiva. No puede haber neutralidad en las políticas. Deben ser claras, transparentes y expresadas a los empresarios, para que no se asignen recursos ni esfuerzos fiscales a la loca, ni por presiones de sectores que no dejan de buscar protecciones desuetas, sino que sean fruto de una adecuada identificación de áreas y oportunidades beneficiosas para el país, muchas de las cuales surgen de una buena lectura de los tratados comerciales. Mejor ese papel del Ministerio que aquel que están buscando asignarle, el de primer interlocutor del gremio industrial, para que termine sometido a presiones indebidas, bien conocidas, y para que vuelva por los favoritivismos y exclusivismos de años pasados, hoy en día superados.