En Colombia se advierte un escenario económico y social muy desafiante en el corto plazo y todo esto será gestionado por el nuevo primer gobierno de izquierda en la historia del país, el cual llegó al poder construyendo una narrativa de cambio, una propuesta política por fuera del establecimiento, una izquierda democrática más institucionalizada que populista y una base de simpatía electoral soportada en las personas pobres y vulnerables.
El país se ha caracterizado por un modelo macroeconómico aperturista y extractivista, y eso ha permitido un desempeño bastante estable, aunque conservador de la economía, posibilitando que cohabite el crecimiento y la estabilidad con la informalidad laboral y la alta desigualdad del ingreso.
|Le puede interesar: Cómo va a ser la oposición de los uribistas en el Congreso
Con la llegada del nuevo presidente se advertía un cambio en la política social e incluso, la sociedad colombiana se sensibilizó que los desafíos en este campo advertían un cambio de paradigma, pero esa tolerancia hacia el cambio no estaba prevista para lidiar con los nuevos desafíos para controlar la inflación y la depreciación del peso colombiano, en donde la tradición económica ha privilegiado los enfoques ortodoxos y esencialmente monetaristas.
Gráfica: Elaboración autor según datos Banco de la República
La inflación por oferta se posiciona como la tesis más fuerte, lo que abre dudas sobre la efectividad del aumento de la tasa de política monetaria (TPM) para frenar la liquidez y estimular el ahorro, a pesar de que los saldos de ahorro están a la baja sin importar el aumento de la TPM en los últimos meses.
Adicionalmente, la moneda se deprecia de manera significativa por la dependencia cambiaria con los precios del petróleo como principal commodity, lo que provoca una inflación importada y un desbalance en el ahorro externo.
Por otro lado, el crecimiento económico se empieza a desacelerar, y la disminución del desempleo se empieza a frenar, lo que sumado a la política monetaria contractiva sugiere un freno al crecimiento económico por el lado de la demanda agregada y mayores presiones a los niveles de rendimiento de la inversión para compensar el efecto inflacionario y cambiario.
Adicionalmente, el desempeño de la política social es una expectativa que medirá la percepción de éxito de corto plazo del nuevo gobierno, en este momento la última medición de pobreza multidimensional arroja un valor nacional del 28.7% y en el área rural supera el 38%, además la inflación está afectando con más fuerza a los hogares pobres y vulnerables y en menor medida a la clase media y de ingresos altos.
El desafío de corto plazo es evidente: ¿inflación o pobreza?, lo primero sugiere repensar la política monetaria, lo segundo sugiere algo más previsible en el modelado de una política fiscal más progresiva.
Decidir si se privilegia la política fiscal o la política monetaria para generar estabilidad macroeconómica y evitar un aumento significativo de la pobreza será un desafío enorme, porque lo más difícil no es el tipo de política que se debe implementar, seguramente sobre eso hay consenso en muchos sectores.
Lo desafiante serán los matices de las medidas de política y la tolerancia o rechazo a subsidios, controles de precios, desgravaciones arancelarias, promoción de importaciones, reformas tributarias entre ingreso y patrimonio, personas naturales o jurídicas, expectativas sobre el salario mínimo y las políticas de compensación, todo esto en un escenario mundial de una globalización menguada por los enfoques nacionalistas promovidos a causa del covid, la ampliación del alcance de la guerra en Ucrania y la sensación de posicionar a Colombia como un líder hemisférico al que hay que emular.
Economista, especialista en Opinión Pública y Marketing Político, magister en Estudios Políticos, analista político e investigador. Director del programa de economía de la Universidad La Gran Colombia*
