Mientras en tiempo récord la procuradora Margarita Cabello suspendió de sus funciones a Daniel Quintero por hacer una de sus estupideces en redes sociales, al general Zapateiro nada le pasa por haber dicho públicamente que Petro hace politiquería con la muerte de los soldados, violando claramente uno de los mandamientos de una democracia: que los miembros de sus Fuerzas Armadas no tomen partido político.
Pero lo que hizo el general no es otra cosa que una declaración de principios. Él y su círculo más cercano, el que lo protege de escándalos y desafueros, tienen algo en común: la convicción de que deben extirpar de raíz cualquier germen de comunismo en el país. Es la vieja escuela de las Américas, discípulos de Oliver North, de los que prepararon a los contras en Nicaragua. Son los uniformados para los que la fuerza está por encima de la inteligencia.
Uribista no solo es Zapateiro, el mismo oficial que se condolió por la muerte de Popeye y que celebró de manera descarada la caída de la moción de censura al ministro de Defensa en el Congreso, sino los oficiales más influyentes de las Fuerzas Armadas que, justamente, han llegado a ser generales por la corrupción que impera en el sistema de ascensos. Cualquiera que no se preste a fechorías de los oficiales que terminan dando el visto bueno para las promociones de grados, será condenado al ostracismo. En cambio, los que obedezcan a ciegas las órdenes de sus superiores, por más corrompidas que sean, llegará al cielo de las Fuerzas Armadas.
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Cualquiera que no se preste a fechorías de los oficiales que terminan dando el visto bueno para las promociones de grados, será condenado al ostracismo
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En lo personal conozco el caso del teniente coronel José Ricardo Sanjuanes de hoja de vida intachable, que trabajaba en desminado humanitario y que tenía todo listo para ascender a coronel pero por negarse a darle el permiso a su inmediato superior de usar las camionetas destinadas al desminado para hacer vueltas personales, le bajaron el pulgar. Al teniente coronel le negaron el ascenso y hoy en día el comandante de la Brigada de Desminado Humanitario, Hoover Ríos, usa a placer las camionetas, una de ellas destinada a tiempo completo a una de sus íntimas amigas. De esta irregularidad ya saben -y no han movido un dedo- el comandante del Ejército, Zapateiro, la procuradora Margarita Cabello y el inspector general del Ejército, Helder Fernán Giraldo, o mejor conocido como El Hombre sin Atributos. Voy a detenerme un momento a hablar de este oficial.
Él es el encargado de dirigir las investigaciones más serias del Ejército. Es conocido en la Institución porque siempre va a proteger a los uniformados. Él está a cargo, por ejemplo, de investigar la masacre de 11 civiles que estaban en un bazar en Putumayo y fueron asesinados por Fuerzas Especiales del Ejército, en un nuevo capítulo de esa interminable novela que son los falsos positivos. Cada soldado, en el momento de la acción, lleva en su casco una cámara Gopro, así que lo primero que debe hacer Giraldo es, sencillamente, pedir el material a los uniformados. Ahí está la verdad de lo que pasó. Por eso el ministro Molano tiene las manos de sangre por no presionar a Giraldo y por venderle mentiras al país. Si la operación fue limpia, ¿por qué no muestran las imágenes, por qué no la hacen públicas?
El círculo de Zapateiro se compone de los siguientes oficiales, el general Carlos Iván Moreno, segundo comandante, íntimo de Zapateiro y quien pinta para ser su sucesor cuando se retire. El mayor general Mauricio Moreno Rodríguez, quien está al frente de la generación de Fuerza del Ejército, el mayor general Emilio Corzo Santamaría y el mayor general Hoyos, el hombre fuerte del Comando Conjunto de Operaciones Especiales. Todos de la más firme convicción uribista, todos abocados a la guerra, todos sabiendo que la perpetuación de la guerra es el único camino para engrosar sus cuentas bancarias, porque mientras un soldado debe capotear el día a día de un enfrentamiento con 11.000 pesos, que es lo que le da el ejército para su manutención, el general Zapateiro recibe un suelo de 22 millones mensuales, los mismos que gana el ministro de Defensa.
Y si alguien intenta remover las manzanas podridas –que son mayoría en el ejército, señor ministro- será descabezado como sucedió con el general Jaime Agustín Carvajal Villamizar, reconocido por no tener partido político y por presionar para acelerar las investigaciones contra miembros de la Fuerza Pública acusados de atentar contra civiles, fue enviado a Bélgica, a la embajada del ex comisionado de paz Sergio Jaramillo, para ser su agregado militar. Ni hablar de lo que le hicieron al General Carlos Suarez quien decidió hacer público la infamia de los Falsos Positvos: lo acosaron a punta de mentiras y calumnia y lo obligaron a retirarse en su finca en Cundinamarca.
Y si alguna investigación por masacres, secuestros, extorsiones, violaciones, desapariciones, para eso el ejército tiene listo un funcionario especializado en hablar con cada una de las ramas del poder. El control es total, absoluto, hasta de los medios de comunicación, en especial de RCN y otra revista recientemente convertirda a la ultra derecha quienes tienen línea directa con Zapateiro y cuentan la verdad que ellos prefieran, la que siempre les conviene a los oficiales.
Ellos no están preparados para que un tipo como Petro, crítico como es con el estado actual del Ejército, intente cambiar el sistema. Primero sacan a Jesurún que a Zapateiro y sus hombres. Ese será el gran reto del nuevo presidente. Por eso tienen tanto interés porque gane Fico. Quieren seguir viviendo a cuerpo de rey. La directriz de Zapateiro y su tropa es votar por el nuevo discípulo de Uribe y pilas, que aunque no puedan votar los 430.000 militares activos y los 1.200.000 que reciben pensión si lo pueden hacer sus familiares. Es decir, el ejército podría ponerle a Fico-Uribe 5 millones de votos que permitirían seguir manteniendo este sistema corrupto que necesita urgente un volantazo.
Si Petro gana tendrá ese primer reto si quiere terminar su mandato de cuatro años: contener y amordazar a Zapateiro y sus perros de guerra uribistas.