A Donald Trump le pueden llover todas las críticas, menos una, que no cumple lo que promete. Cinco días después de su posesión el bolígrafo no se ha detenido en la firma de decretos para poner en marcha cuanto prometió en campaña. Ya dio la estocada al Obamacare, el adiós al acuerdo comercial Transpacífico, el regreso a los oleoductos que Barack Obama había congelado por razones ambientales, y el miércoles el plato fuerte: el paquete de la inmigración con la construcción del muro en la frontera con México. En su cuenta de Twitter lo había anunciado: "Mañana será un gran día para la seguridad nacional. Entre muchas otras cosas, ¡construiremos el muro!". Veintisiete años antes ese entusiasmo recorría a Estados Unidos y el mundo por la caída de otro muro, el Muro de Berlín, ante el que John Kennedy había pronunciado su famoso “Soy un berlinés”, y al que Richard Nixon había visitado el año de su elección presidencial. Ayer, Donald Trump ponía la firma para construir otro muro de la infamia.
“¡Construye el muro!” fue uno de los eslóganes de los seguidores en la campaña electoral. En los mítines, el entonces candidato establecía un diálogo teatral. “¿Y saben quién construirá el muro?”, preguntaba Trump. “¡México!”, respondía el público. Una y otra vez, porque la estrategia de agitar el rechazo al extranjero y la incertidumbre económica en segmentos de la población golpeados por la globalización fue la clave para conectar con sus miedos profundos. Trump repitió sin pudor que los inmigrantes mexicanos, todos, sin especificar, eran narcotraficantes, criminales y violadores. Construir la barrera de cemento, palpable, tan cercana a su mentalidad de constructor, sería la gran solución. De ahí el simbolismo del decreto sobre el muro que comenzará a construirse “en meses”.
Cómo se financiará la obra es la pregunta de los miles de millones de dólares. De los 8000 millones de que habla Trump —“una pequeña fracción del dinero que perdemos con México”— o de los 14 000 a 20 000 millones de los que hablan otras evaluaciones. Que pudieran ser hasta 25 000, según el Washington Post. Para construir 1200 kilómetros en la frontera de 3144 que tiene Estados Unidos con México, y en la cual ya hay 1100 kilómetros de bardas de concreto, rejas, planchas metálicas que un día sirvieron para facilitar el aterrizaje de aviones durante la Guerra del Golfo y después fueron reutilizadas a modo de separación entre los dos países.
La financiación será por cuenta de México, aunque al principio pague el contribuyente estadounidense, dijo una vez más el magnate-presidente en su primera entrevista con la cadena ABC. Por lo pronto, lo que dice el documento firmado en Departamento de Seguridad Interior, en Washington, es que se redirigirán fondos ya aprobados para el refuerzo de la frontera con el fin de iniciar la obra mientras Trump acude al Congreso para que le apruebe los miles de millones, en momentos en que la inmigración desde México está cayendo. De hecho, desde hace años el saldo migratorio es negativo, salen más mexicanos de los que entran a Estados Unidos. Pero quizá en la cabeza del magnate pese tanto como los mexicanos pasando la frontera, frenar la inversión hacia el vecino país y equilibrar una balanza comercial que es favorable a México en 60 000 millones de dólares.
Cómo hará Trump para que México pague el muro es lo que ahora se pone sobre el tapete. Y quizá sea el momento de sacar a flote el documento de 1900 palabras que el candidato presentó en el ya lejano agosto del 2015 y que registró BBC, en el que justificaba el hecho en las sumas que Estados Unidos ha pagado en "cuidados de salud, vivienda, educación y seguridad social" de los inmigrantes indocumentados, más los créditos libres de impuestos que se cuadruplicó hasta llegar a 4200 millones de dólares en 2001".
En ese documento Trump señalaba varios caminos para conseguir los fondos si México no pagaba entre 5000 y 1000 millones, y de los cuales solo habla ahora tangencialmente. La lista era así:
- Decomisando todas las remesas que los mexicanos envían a sus familiares cuando este dinero proviene de sueldos ilegales.
- Aumentando los costos de todas las visas temporales otorgadas a directores ejecutivos y diplomáticos mexicanos (si es necesario cancelarlas).
- Incrementando las tarifas para el otorgamiento de tarjetas para el cruce fronterizo, que según Trump, son usadas por cerca de un millón de mexicanos cada año y que -dice- son la fuente para que muchos se queden de forma ilegal.
- Aumentando los costosa todas las visas a trabajadores mexicanos en el marco de los acuerdos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
- Elevando las tarifas en puertos de entrada a EE.UU. a quienes vienen de México.
- Recortando la ayuda extranjera a México si es necesario.
La lista se queda corta, porque recientemente Trump dijo en entrevista al New York Times que buscaría el reembolso a través de una renegociación del Tratado de Libre Comercio que agrupa a Estados Unidos, México y Canadá. Ese, posiblemente, será tema de la reunión con el presidente Enrique Peña Nieto, agendada para el próximo martes.
Hasta ahora el encuentro sigue en pie, y los secretarios de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y de Economía, Ildefonso Guajardo se mantienen en reuniones con funcionarios en Washington, no obstante la airada reacción que la firma del muro ha ocasionado, y la negativa rotunda del presidente Peña Nieto de pagar el muro, que considera una afrenta. “México no cree en los muros. Lo he dicho una y otra vez: México no pagará ningún muro”, manifestó reiterando lo que había expresado dos semanas antes "En ningún momento aceptaremos nada en contra de nuestra dignidad como mexicanos”.
Días atrás, en una entrevista con el periodista Jorge Ramos para la cadena Univisión, el expresidente Vicente Fox había dicho en inglés “I’am not to going pay for this fucking wall” ( Yo no voy a pagar por ese puto muro). De hecho, resulta difícil imaginar que México alguna vez acepte lo que sería visto como un gesto humillante y políticamente incorrecto para cualquier gobernante de esa nación: girar un cheque a Estados Unidos para que Trump financie una obra que los mexicanos interpretan como una bofetada.
La dinamita que Trump ha puesto en la silla a Peña Nieto no hace sino aumentar las dificultades que el presidente mexicano está enfrentando. El peso está en mínimos históricos, aún persiste el malestar por el “gasolinazo” —aumento de un golpe en 20 % el precio de la gasolina—, mientras el salario mínimo se mantiene en 80 pesos diarios. En la calle se comenta con sorna la frase de dos mujeres en un café del exclusivo barrio Lomas de Chapultepec: ¿Ya has sonreído hoy? Y la respuesta de ellas y de muchos mexicanos: Aún no. Porque el momento no está sino para preguntarle al héroe más popular: Y ahora, ¿quién podrá defendernos?