La cara de experiencia de este gobierno simplón es Marta Lucía Ramírez, la cual ha ocupado los cargos de ministra de Comercio Exterior con Andrés Pastrana, ministra de Defensa con Álvaro Uribe, luego senadora y ahora vicepresidenta. Aunque se supone que a nivel político este gran recorrido le da la suficiente experiencia, a veces no se sabe dónde está. ¿Será que tal vez la disimula para unirse a su compañero de equipo Iván Duque? Y no lo digo porque le haya dicho a Trump “mi presidente”, eso está bien, porque ella sabe realmente quién es el que manda en este país, pero es que resulta realmente bochornoso que siga defendiendo el uso de un herbicida diciendo “si tomamos 500 vasos de agua al día le aseguro que se enferma”. Si esta es la forma en la que vamos a justificar el uso del glifosato, es comprensible que nunca lo permitan.
Hagámonos los pendejos y digamos que no tiene efectos sobre la salud (Glyphosate induces human breast cancer cells growth via estrogen receptors), que no está en el agua y alimentos que consumimos (Genotoxicity of glyphosate assessed by the comet assay and cytogenetic tests), que tampoco tiene efectos sobre la vegetación y la fauna (Vegetation management and ecosystem disturbance: impact of glyphosate herbicide on plant and animal diversity in terrestrial systems), ya que eso es monte y allí no hay nada. De hecho, concluyamos que es mejor usarlo que no usarlo, ya que la cocaína mata gente y las desventajas que dice que tiene son inventos de los narcoizquierdosos amantes de la Farc que lo único que les preocupa son sus plantaciones de coca. Por eso buscan cualquier razón para evitar fumigar, porque como señaló el señor Fernando Londoño acerca del glifosato: “sirve de maravilla, los delincuentes le temen y la historia de las siembras la demuestran”. Y claro, lo demuestran tan bien que los informes sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos (INCSR, por sus siglas en inglés de los Estados Unidos) mencionan que el mayor impacto de las fumigaciones correspondió a los años 2002 y 2003, en los que la reducción fue de 30.600 hectáreas (20%), casi la misma cifra en que aumentaron entre 2004 a 2005.
Además, un informe de los mamertos del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (CESET), Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, concluye: “el costo directo de fumigar una hectárea con glifosato es de aproximadamente $2,400 dólares (aviones, herbicidas, protección, etc.). Con una efectividad promedio de 4.2%, esto implica que el costo de reducir en una hectárea adicional los cultivos de coca usando la aspersión con glifosato es de $57,150 dólares".
Y con estas cifras, es claro por qué el gobierno de Duque y Marta Lucia está que lo usa. Si Álvaro Uribe (el salvador de Colombia) gastó en su primer año de gobierno 403.889.250 dólares en aspersiones (Una estrategia fallida), ¿se podrán imaginar cuánto debieron recibir los politiqueros corruptos con este negocio? Por eso no saben qué decir y lo único que se les ocurre es lo de los 500 vasos de agua.
