La globalización digital deja en pañales, por su velocidad y sus implicaciones, a todas las formas pasadas de intercambio entre seres humanos. Los riesgos y las enormes oportunidades de la revolucion del ciberespacio requieren de una transformación cultural profunda, de nuevos liderazgos, de cambios en la forma en que nos educamos, en nuestra relación con el planeta y, sobre todo, en la manera en que nos relacionamos unos con otros. Cambian los modelos de negocios, desaparecen empleos tradicionales, aparecen ocupaciones insospechadas. Si como sociedad no estamos en capacidad de comprenderlo y de adaptarnos, se perderán oportunidades preciosas y las brechas con las comunidades que sí le apuntan a su transformación serán mayores.
Es tema recurrente y primordial en la OCDE y dentro de las naciones que la integran. No obstante, en Colombia, por mezcla de parroquialismo, miopía y talvez por estar sustentado su modelo económico en actividades con bajo contenido de conocimiento, pocos ven la necesidad de preguntarse acerca del cambio vertiginoso y sus consecuencias y oportunidades.
Siempre ha habido algún grado de globalización. Lo mas simple: ningun país produce todo lo que necesita y, viceversa, todos producen mas cantidad de algunos bienes de lo que consume de ellos. De manera que el intercambio entre regiones y naciones siempre ha sido imperativo. Se dio entre las antiguas culturas del Mediterráneo, en Asia y en América desde tiempos remotos.
Añádanse Ias revoluciones industriales y tecnológicas de los siglos diecisiete al veinte, las migraciones, los impresionantes movimientos de capital en todas sus formas, los computadores e internet y aún así, cuesta trabajo comprender el nivel y profundidad de los cambios del siglo XXI que estamos viviendo y que no registramos en su real dimensión y significado.
Una característica de la globalización digital radica en el cambio exponencial que, día a día, define y expande las posibilidades de contacto en el llamado ciberespacio entre individuos, empresas, instituciones y comunidades. El viejo cuento del rey que quiere premiar al inventor del ajedrez, quien le responde que el solo aspira a contar con seguridad alimentaria para su familia y que, por tanto, le dé un grano de arroz correspondiente a la primera casilla del tablero, luego el doble a la segunda, el doble de la segunda a la tercera y así sucesivamente. El resultado: el arroz del planeta no alcanza a cubrir el volumen de arroz después de 63 operaciones de crecimiento exponencial.
El poder computacional de un Iphone
es superior al de cualquiera de las misiones espaciales Apolo del siglo pasado
Es, literalmente, lo que está sucediendo con el poder computacional. La conocida ley de Moore, uno de los fundadores de Intel, que estimaba en los años sesenta que cada 18 meses (después se ajustó a 24) el número de transistores en los microprocesadores (prácticamente los cerebros) de los computadores se duplicaría en los siguientes 15 años. Ya van mas 50… Poder computacional creciendo a tasas exponenciales gracias, entre otros factores, a la incorporación de nuevos materiales que sustituyen a la silicona, con la reducción dramática de costos, que nos conducen a una insólita situación: el poder computacional de un Iphone es superior al de cualquiera de las misiones espaciales Apolo del siglo pasado.
Súmese el crecimiento del ancho de banda, fija y móvil, el número de abonados y nos tropezamos con otro fenómeno de características exponenciales: si ya más de media humanidad accede a internet, imaginemos un polígono de miles de millones de puntos que pueden comunicarse entre sí: el networking o enredamiento que permite unir a cualquiera con quien quiera.
Claro, no es lo mismo internet de hace 20 años que el fenómeno del ciberespacio hoy. Para Thomas Friedman, el hombre de La tierra es plana y Gracias por llegar tarde, el 2007 es un punto de inflexión en la historia de la humanidad solo equiparable a la invención de la imprenta moderna en el siglo XIV (Gutenberg). Ni más ni menos que el nacimiento de las redes sociales como Facebook y Twitter; el año de la comercialización del Iphone; el surgimiento de la nube; el lanzamiento de Android; la compra de YouTube por parte de Google. Y, por si fuera poco, el inicio del proyecto de IBM, el computador inteligente Watson.
Gracias al crecimiento exponencial cualquiera puede acceder al espacio virtual y puede armar proyectos de todo tipo, incluidos los destructivos. Al Qaeda reclutó mucha de su gente por la vía virtual. Sin embargo, al contrario, nunca antes estuvo tan a la mano la posibilidad de colaboración entre los seres humanos de cualquier parte del planeta que, en la época de la cuarta revolución industrial, de la inteligencia artificial, la nanotecnología, la robótica, computación cuántica, la impresión 3D, podrían confabularse para resolver problemas claves de la humanidad y de las regiones en particular.
¿Por qué, con la envergadura de la globalización digital, se presentan
los nacionalismos extremos, los movimientos separatistas tipo Cataluña y brexit,por qué Trump y Le Pen, por qué la pretensión de los muros y la xenofobia?
Algo que no suena lógico: ¿Por qué, con la envergadura de la globalización digital, se presentan hoy los nacionalismos extremos, el auge de movimientos separatistas tipo Cataluña y brexit, por qué Trump y Le Pen, por qué la pretensión de los muros y la xenofobia? ¿Por qué tanto uso de dios y aparente derrota de la secularidad? La respuesta, quizás, se relaciona, precisamente, con los cambios profundos que la revolución global y tecnológica provocaron en las antiguas estructuras del empleo en los países del Primer Mundo, cuyas víctimas quedaron desamparadas y hoy están dispuestas a escuchar a cualquier Trump. Aún así, el crecimiento seguirá siendo exponencial.