El estancamiento de las fuentes tradicionales de creación de riqueza en la producción mercantil y la continuada desaceleración económica posterior a la crisis de 2007, ha fortalecido a nivel mundial las propuestas y acciones de debilitar los derechos laborales. La despiadada competencia por mercados cada vez más concentrados conlleva a desconocer el rol del salario y la seguridad social en dos aspectos: como origen del consumo que incita al crecimiento y como bienestar que permite reproducir la mano de obra tras su agotamiento e inevitable muerte.
Esta teoría ha ganado fuerza y cuenta con adeptos a nivel global que -hábilmente- tratan de alterar el principio capitalista del trabajo supeditado a los medios de producción, por un discurso de autoayuda sobre el emprendimiento en el que cada individuo es un empresario. Un terreno fértil para estas ideas está en el campo de la innovación digital, o lo que se conoce como ‘el crecimiento inteligente’.
No cabe duda que es más glamuroso y prestigioso ser un innovador que un empleado, pero vale la pena conocer qué significa la innovación. La economista Mariana Mazzucato, del University College de Londres, en El valor de las cosas (Penguin, 2019), realiza una magistral explicación. Debe reconocerse que emprendimientos como los de Silicon Valley han traído valiosos beneficios en términos de bienestar y la forma en que la sociedad viene superando la dependencia a los medios tradicionales de comunicación al servicio de grandes grupos económicos. Pero, según Mazzucato, “la innovación raramente tiene lugar de manera aislada” y “las razones de su éxito ignoran de manera fundamental el proceso profundamente colectivo y acumulativo que hay tras la innovación”.
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El Iphone, como teléfono inteligente, existe por la financiación pública de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados en Defensa (Darpa), el GPS financiado por la Armada de Estados Unidos…
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Innumerables ejemplos recientes prueban que maravillas tecnológicas de las que hoy goza una parte de la humanidad serían imposibles sin la inversión con recursos públicos de algunos países. El Iphone, como teléfono inteligente, existe por la financiación pública de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados en Defensa (Darpa), el GPS financiado por la Armada de Estados Unidos, el código HTML fue creado por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (Cern), la pantalla táctil por la CIA, las baterías modernas por la agencia gubernamental Arpa-E, el algoritmo de Google por la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos y dos tercios de las nuevas moléculas para medicamentos son descubiertas por el Instituto Nacional de Salud de EE. UU.
Una buena parte de la disputa comercial entre Estados Unidos y China tiene que ver con el sorprendente avance del país asiático en esta materia, que amenaza con arrebatar la hegemonía en innovación de los gringos. Por ello, para que Colombia en realidad comience a obtener beneficios de la innovación y las startup, que se traduzcan en ocupaciones de alto valor, va a necesitar mucho más que charlas de ‘coaching’, discursos de superación personal y medicina ancestral como la ofrecida por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Se necesitará creer en la ciencia e invertir recursos públicos en ella.