Gonzalo Dussán Monroy y Michelle, padre e hija, se idolatran mutuamente, entre otras razones, porque sobrevivieron a una tragedia aérea que se cobró la vida de nada menos que de 160 personas. ¡Un milagro!
Ellos son 2 de las 4 personas que volvieron a nacer luego de que la aeronave en la que viajaban entre el Aeropuerto Internacional de Miami y el Alfonso Bonilla Aragón impactara a las 9:41 de la noche del 20 de diciembre de 1995 a una velocidad de más de 520 kilómetros por hora contra la punta de una montaña allá en cercanías de la población de Buga (Valle del Cauca-Colombia).
Papá e hija viven en la actualidad en La Florida (Estados Unidos). Gonzalo ahora suma 61 años y Michelle, 32. Para cuando se dio la caída del vuelo 965, él bordeaba los 35 años y ella era una niñita de escasos 6 que venía por primera vez a la tierra de sus padres desde New Jersey (EE. UU.) en compañía de ellos y de su hermano (12 años). Su madre, Nancy Delgado y Gonzalo junior fallecieron como consecuencia de la catástrofe aérea que conmocionó la Navidad de ese año en Colombia.
El periodista Héctor Sarasti del programa de televisión Testigo Directo de Rafael Poveda dialogó en sus respectivas casas con estas dos personas que le contaron detalles inéditos de este milagro pocas veces visto.
Para ellos, los efectos postraumáticos del accidente fueron evidentes tanto física como sicológicamente. Pero gracias al apoyo de especialistas y al de su familia pudieron superar las graves secuelas. Gonzalo, los traumas en su columna vertebral; y Michelle la parálisis que la tuvo postrada varios meses.
Gonzalo, el anónimo héroe
“Recuerdo que me afeite dentro del avión; luego me senté hasta cuando nos dieron la orden de ajustar la silla y abrocharnos los cinturones porque estábamos próximos a aterrizar en el aeropuerto de la población de Palmira, el que le dicen el aeropuerto de Cali”.
Y continuó: “El avión comenzó a vibrar fuertemente y al cabo de uno o dos segundos se fueron las luces dentro del aparato, entonces, la gente empezó a gritar. Yo miré a mi esposa, que venía al lado mío y a Michelle que iba al lado de la ventana; le apreté la mano a Nancy. Es lo último que yo me acuerdo antes de perder el conocimiento. Ya no me recuerdo más sino hasta el otro día”.
¿Cuál es el momento que a usted más le impacta de lo que vivió una vez sucedió la caída del avión?. “El momento que más me impacta es cuando me despierto y siento mucho dolor en la espalda. Pensé que estaba en la casa de mi madre allá en Cali adonde supuestamente iba a llegar. Pero, comencé a oír helicópteros y a sentir mucho frío”, dijo Gonzalo Dussán sentado en la sala de su casa de la ciudad de Pembroke Pines, condado de Broward (La Florida).
“Estábamos dentro del fuselaje, estaba oscuro, pienso que eran entre las 6 y las 7 de la mañana, pero como estábamos en un cerro muy frío por el instinto de conservación traté de reincorporarme pero no pude moverme de inmediato porque tenía una lesión cervical de la que no eran consciente y que me impedía bastante el movimiento”, agregó.
“Pese al dolor en la espalda me arrastré por el fuselaje para buscar a mi familia. Vi a Nancy sin vida a un lado y observé a Michelle arrodillada por ahí cerquita. Lo que más me impacta es cuando estoy pidiendo auxilio, mi hija pide agua con hielo”, recordó el contador Gonzalo Dussán.
“Por la voz de ella yo me fui guiando hasta donde estaba ella dentro del avión. Le toqué su cuerpecito para llevarla a mis brazos y me grita: ¡no, no, papi, me duelen las piernas! La palpé y me doy cuenta de que está con las piernas hacia adentro, como arrodillada. Estaba sobre unos 50 cadáveres. El caso es que le dolían mucho las piernas entonces procedí a dejarla allí y le dije que iba a tratar de salir de ese lugar para rescatarla y traerle el agua con hielo”, rememoró este caleño.
“Cuando salí del fuselaje por un hueco que estaba en la cabecera de nosotros me caí tres veces, no veía sino árboles. Yo en medio de esos escombros caminé. De un momento a otro, vi tirados a los otros dos sobrevivientes que luego sabría se llaman Mercedes Ramírez y Mauricio Reyes”, dijo a Sarasti.
“Mauricio trataba de hablarme, pero no podía porque realmente estaba muy herido;Mercedes no hablaba y estaba al lado de Mauricio, más o menos a dos metros de distancia. Cuando vi que no podían ni hablar cogí una cobija de esas que dan en el avión y procedí a hacerles señales a los helicópteros para que bajaran. Así nos alcanzaron a ver, gracias a Dios”, afirmó.
Y prosigue: “Hubo un momento en el que escuché la voz de mi hijo Gonzalito que me llamaba. No pude ubicar de donde venía la voz, pues me dolía el cuello y eso me impedía mover con soltura la cabeza. Después me enteré de que estaba colgado de la rama de un árbol. Lloré desconsolado al enterarme”.
“Él solo me gritaba: ¡papi, ayúdame, ayúdame!. Yo obviamente cuando escuché la voz supe que era él -tú conoces la voz de un hijo donde sea- y procedí con más motivación, pero no lo hallé. Eso me dolió mucho”.
Al poco rato, un helicóptero comenzó el rescate de los sobrevivientes. A Michelle Dussán la bajaron a pie encima de una de las latas del avión que hizo las veces de camilla en un viaje de más de tres horas hasta un punto de rescate provisional en el cerro San José donde un audaz piloto de helicóptero, a su cuenta y riesgo, la recogió para trasladarla hasta el hospital más cercano.
Michelle, el otro milagro
“El primer recuerdo que tengo es despertándome; me acuerdo que tenía mucha sed y le pedí a mi papá agua con hielo”, recordó esta mujer que es ya madre de una niña de 7 años, Mía como la bautizó.
“Ese accidente me dio una nueva oportunidad de vivir de manera diferente, de poder conocer al Señor Jesús y de saber que por Él estoy aquí; por Él tengo mis piernas, por Él estoy aquí contando este testimonio”, dijo Michelle recordando la fe cristiana que la acompaña desde que un día se supo del milagro.
¿Qué fue lo más duro del accidente?, le preguntó Héctor Sarasti a Michelle Dussán. “No tener una niñez como cualquier niño; con su padre, con su madre y con su familia”.
¿Qué recuerdo tiene de su fallecida madre, Nancy Delgado?...“Me acuerdo mi último cumpleaños con ella que fue un mes antes del accidente. Ella me hizo la fiesta con muchas bombas como yo quería; la verdad es que tengo muy pocos recuerdos porque era muy niña aunque los pocos recuerdos que tengo son muy lindos”.
¿Y qué recuerda de su hermano Gonzalo junior? Lo extraño tanto, me acuerdo que yo era la cansona con él, la que lo molestaba, la que lo hacía regañar y él era siempre paciente y noble. Me hace mucha falta”, dijo al programa Testigo Directo de Rafael Poveda.
¿Si usted tuviera la oportunidad de tener a Nancy y a su hermano de frente usted que les diría?...”¡Que no les diría!... que los extraño mucho a pesar de tantos años que han pasado desde el accidente (llora).
¿Para usted quién es Gonzalo Dussán, su papá?
"Para mí Gonzalo Dussán es mi gran amor, lo único que me quedó después del accidente, mi padre es lo más hermoso que tengo después del Señor y de toda mi familia. Es a quien más admiro en esta vida, lo que más respeto, un hombre que me ha demostrado que se puede volver a vivir y me ha dado ejemplo de nobleza. Y quien no solo estuvo en ese accidente como padre, sino que ha estado en el resto de mi vida cuando he cometido errores; sé que ve por mis ojos y me ayuda en todos mis problemas. Dios me lo bendiga siempre y haré todo lo que este a mi alcance para que se sienta orgullosa de mí. Mi papá ha sido un ejemplo, él era el que oraba por mis piernas todas las noches. ¡Gracias papito!”.
¿A usted la marcó el accidente? “Claro que sí, el accidente me marco de una manera que no lo puedo explicar; es una experiencia que nadie olvida porque perdí los seres que más amaba y perdí mi niñez. Pero Dios me dio una nueva oportunidad y me dio mi hija y por ella y mi familia sigo adelante”.
¿Cómo quedó del accidente? "Quedé paralítica y solo tenía a mi padre en ese momento. Estaba rodeada de enfermeras, doctores, terapias… fue muy difícil mi niñez; pero lo más duro de mi niñez fue no poder tener a mi madre conmigo porque una hija necesita una madre cuando pasa un trauma de esos”.
¿Cómo eran sus noches? “Lloraba, no dormía, tenía pesadillas todas las noches, dormía con mi papá. Tenía pesadillas pensando que me iban a llevar. Además era la primera vez que iba a Colombia para conocer a mi familia”, dijo. “Tenía mucho miedo de que me quitaran a mi papá porque mi mamá ya se había ido”.
“Ese accidente permitió cultivar mi fe cristiana respetando todas las demás creencias que existan. Para mí esa fe es lo más hermoso que el Señor me ha dado junto con mi hija Mía, a mi familia, a mis hermanos, a mi papá y a su actual esposa. Definitivamente todo lo que yo no tuve desde niña se lo quiero yo dar a ella”.
“Yo oro todas las mañanas, antes de acostarme y le doy muchas gracias a Dios. Digo: señor, gracias por el privilegio de estar aquí, de poder respirar, de poder tener un techo sobre mi cabeza; gracias Padre Celestial por todas las bendiciones que me provees todos los días, por el privilegio de ser madre, ser esposa, ser hija, gracias, señor, porque cada día me enseñas que hay una nueva oportunidad de poder voltear la hoja”.
Finalizó diciendo: “Yo sé que el señor a mí me escogió y eso es tremenda bendición”.