Llegué a Haití el 02 de septiembre de 2013, invitado por mi hermana que vive allá junto a su marido, un francés expatriado en la isla. Iba a pasar vacaciones, pero tanto me gustó el país que decidí radicarme para enseñar el español, una lengua bien apetecida por los haitianos y los extranjeros residentes, con la fortuna que el acento colombiano me ayudó para encontrar rápidamente alumnos que menospreciaban el acento de los profesores dominicanos. Duré tan solo un año, pues tuve que regresar a Colombia por motivos familiares.
Debo admitir, con franqueza, que si me sentí a gusto en esa nación, debió ser porque fui objeto de una pleitesía excesiva por mi color de piel. Pese a las restricciones que las embajadas ponen a los turistas (no era mi caso, porque Colombia no tiene embajada allá), jamás me sentí agredido, ni siquiera en las zonas calientes donde fui a beber cerveza “prestige” con el chofer de mi hermana. Siendo los procesos burocráticos dóciles con los blancos, no me fue difícil tampoco obtener un permiso de residencia a menos de dos meses de mi estadía.
Caso contrario cuando quise cruzar, vía terrestre, a República Dominicana; un guardia de la aduana se subió al bus y gritó —¿quién es el colombiano— y enseguida la azafata, a quién debía entregársele el pasaporte a la salida de Puerto Príncipe me dijo, en un perfecto español, que ellos eran unos abusivos, pero que era nuestra culpa por hacer todas esas novelas violentas de capos. El impase se quedó tan solo en un interrogatorio y requisa “formal”.
Cierto es que en Haití, pese a la precariedad de transporte, agua limpia y lugares de entretenimiento, la vida es tan llevadera para un extranjero, como en Rep. Dom., así tenga la nacionalidad que tenga, y más si es de piel blanca. Los residentes llaman a Haití la cárcel dorada por la vida de lujos que pueden acarrearse sin ser multimillonarios, pero en el encierro de hoteles lujosos y mansiones con piscinas. No obstante, no puede deducirse que ellos sean los que determinan el rumbo del país, que por otro lado pareciera ser repartido a pedazos por la aristocracia mulata y la burguesía negra, según lo que se evidencia en los discursos de los partidos políticos perfectamente divididos no por el color de sus banderas sino por el de la piel.
UN POCO DE HISTORIA
*Francia obliga a pagar a Haití.
Durante la colonia, América Latina fue mutilada; buena parte de sus riquezas fueron a parar a Europa o al fondo del mar. Los criollos, cansados de esa situación, se revelaron; siendo Haití el primer país de América Latina en hacerlo, en 1804. Después que los haitianos exterminaran y exiliaran a los últimos blancos, en su lucha independentista, Francia obligó a la república naciente a pagar 150 millones de francos oro, (lo que hoy sería 21.800 millones de dólares) suma que el país no terminó de pagar sino hasta 1938; buena parte con madera, según declara el escritor Haitiano Lyonel Truillot con quien tuve la oportunidad de compartir y de conocer más detalles sobre isla.
*Los desmanes de la Familia Duvalier
Ciento cincuenta años después de la independencia haitiana, un médico de apellido Duvalier se gana la simpatía del pueblo y encuentra, en las prácticas del vudú, una herramienta para subyugar a las gentes. Crea una fuerza paramilitar llamada los Tonton Macoute y su régimen se extiende con su hijo Jean Claude que gobierna desde 1971 hasta 1986, año en que el ejército americano le retira la ayuda y es obligado a exiliarse con su familia en Francia, tras un golpe militar. A este momento, los Duvalier tenían todo el dinero inimaginable en bancos suizos, y ya Haití había tocado a las puertas del infierno. Ello significa que la producción agrícola estaba diezmada, los recursos naturales devastados, con niveles de analfabetismo inimaginables y nociones de democracia realmente ultrajadas. Sobre las incursiones americanas todas las referencias, que pueden encontrarse, indican que fue una estrategia de control del incipiente comunismo cubano.
*Terremoto del 2010
El 12 de enero de 2010, tras la muerte de más de trescientas mil personas, producto de un terremoto de magnitud 7,0 en la escala de Richter, registrado a unos 10 km de profundidad, Puerto Príncipe fue convertido en una nube de polvo que comenzó a recibir rescatistas y ayuda humanitaria de todas partes del globo. La ciudad capital estaba devastada y el resto del país paralizado. Durante las semanas y meses posteriores las grandes potencias ponen todo a su alcance para resarcir los daños. Este gesto humanitario, que los haitianos jamás olvidarán, tiene una espina que comienza a aquejar a más de uno, y es que a más de dos años del terrible evento, había en suelo haitiano 45 mil Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que se redujeron a poco más de la mitad para 2014.
Según el autor Haitiano, Lyonel Truillot, Europa está mandando a los jóvenes desempleados de sus naciones a la remota isla, que ya curada de la tragedia intenta lidiar aún con el cólera que al parecer miembros de la MINUSTAH de Nepal introdujeron en el país. Entonces, surgen las preguntas: ¿cuál es el objetivo de las ONG en Haití? Porque somos muchos los extranjeros los que podemos dar testimonio que tras 5 años de ayuda humanitaria, el proceso de desarrollo del país va demasiado lento. Ya comienzan a inquietarse los haitianos, cuando se ven los carros de dichas organizaciones aparcados en hoteles elegantes, grandes supermercados, en playas privadas, evadiendo trancones en la ruta, con sus sirenas, menos donde deberían estar.
LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE HAITÍ.
*Lo bueno.
Haití es color y fiesta. Es una cultura con un ritmo profundo que busca llamar la atención con música estridente y extravagantes colores. Los fines de semana la gente se desboca, y en cada barrio y negocio pareciera vivirse un carnaval. Claro está que no les gusta el silencio, viven sus penas atacándolas con alegría excesiva. Aquí una muestra de su música:
Cuando uno se retira de la ciudad, se puede apreciar paisajes exuberantes, no solo por las playas exóticas, las planicies verdes si no por la montaña que uno como turista no espera encontrar.
Puede ascenderse a más de 1600 metros de altura en tan solo 40 minutos, desde Puerto Príncipe, y se puede seguir ascendiendo hasta los 2680 metros. Allí se encuentran espacios de recogimiento, lejos de la caótica y bulliciosa ciudad. La montaña es agreste, al igual que gran parte de la planicie, constituyendo inmensos terrenos casi sin cultivar. Un punto realmente negativo para el país.
*Lo malo
Una cruenta violencia perpetuada por los Ton Ton Macoute de Duvalier, hizo que una gran cantidad de campesinos migrase a la ciudad. Cuando se pregunta a los haitianos del común qué piensan al respecto, coinciden con los intelectuales en que a ese problema se suma el que no haya una reforma agraria que solucione el problema del minifundio, por el que la tierra pertenece a innumerables familias que, bien desde la ciudad o el campo, no saben cómo repartirla. Así pues, es desalentador recorrer el país y ver enormes hectáreas de terreno cultivable asediado por la maleza.
Algo realmente extraño es que la poca producción que hay de arroz es exportada, mientras que importan y reciben grano de otros países. Además es complejo transportar la poca producción de alimentos, teniendo un sistema de transporte precario, que se reduce a moto taxis y “tap taps”, que son carros con platones a los que se les adapta tablas y una cabina. No obstante, con esta condición, Haití tiene las suficientes herramientas para crecer por sí sola.
*Lo feo
La impresión más fea que un extranjero puede llevarse de Haití, es la militarización excesiva. Cierto es que en el 2004, tras la salida del presidente Aristide, el ambiente se tornó violento y las fuerzas de la MINUSTAH, un cuerpo policial de más de 2000 efectivos, en su mayoría Asiáticos y latinoamericanos, tuvo que hacer presencia en el país; y desde entonces han acompañado los procesos electorales y el discurrir de la vida diaria en Haití. Su presencia ha sido fuertemente criticada por varios sectores de la oposición e incluso por los extranjeros que saben que el dinero del cual disponen estos soldados para su estadía proviene de los impuestos a los ciudadanos de los países miembros de esta Misión. La pregunta es si su presencia es necesaria en un país que no vive un conflicto como el de gaza, por ejemplo… ni una inestabilidad política peligrosa para los países de la región. El estatus es el de una patria que sufre de vandalismo común. Y siendo así, entonces sólo queda plantearse si la soberanía de ese país está siendo violada o no. En todo caso, el sentir general del pueblo haitiano es que estos militares no son bienvenidos en su patria.