A menudo se aprecia en la sociedad el conocimiento de algunos hechos históricos trascendentales, algunas fechas y sus actores importantes, es lógico, la educación básica y media enseña a los estudiantes colombianos aquellos sucesos que han sido puntos de quiebre en la historia nacional y mundial. Formando de este modo concepciones acerca de la independencia y la guerra desde los bloques ganadores, sencillamente porque son estos los que escriben la historia.
Recuerdo que en mis años de colegio en la clase de ciencias sociales dedicábamos largos periodos de tiempo a estudiar la Segunda Guerra Mundial, la formación de los dos bloques que la disputaron y algunos momentos importantes como la invasión alemana a Polonia, su expansión en Europa Occidental o la inserción de Estados Unidos y sus efectos. La metodología era simple: identificar sus hechos más relevantes y entender por qué unos ganaron y los otros no, fomentando entonces la idea de que aquellos eventos forman parte del pasado y no es posible que se repitan, por lo que la postura más común debe ser la indiferencia.
De esta manera procesamos la información sin entender las causas específicas que llevaron a la materialización de este tipo de hechos. Es en este punto que resulta importante para nuestra sociedad el estudio temprano de los fundamentos teóricos de estos eventos, las bases ideológicas y las ideas geopolíticas que determinaron el rumbo de la historia. Es decir, además de entender qué ocurrió, necesitamos entender por qué ocurrió, robusteciendo de esta manera la comprensión de conceptos geopolíticos como un foco de desarrollo económico, político y social por el que los Estados combaten entre sí ante la finita extensión del territorio y las grandes aspiraciones de revivir epopeyas de antaño.
El desentendimiento de una sociedad de su historia y sus fundamentos geopolíticos facilita la despreocupación y la quietud ante eventos adversos que podrían resultar en pérdidas territoriales o enviando al ostracismo culturas que alguna vez fueron de suficiente importancia para ser intérpretes principales de nuestra actualidad. En Colombia tenemos experiencia con esto último, hace menos de una década sufrimos la pérdida del 43% de territorio marítimo en el Caribe y el escándalo solo fue durante pocos días y principalmente para fines políticos, cuando fue este un proceso que comenzó desde el siglo XX, restando valor entonces a la importancia de tener una mayor extensión territorial que le daría a Colombia más capacidad para conectarse con otros territorios centroamericanos.
En fin, para fomentar el conocimiento de la importancia del territorio y crear consciencia de la necesidad de este, nuestros niños y nuestra juventud deben conocer más que sucesos que son historia, deben comprenderla y relacionarla con las vivencias contemporáneas, además de su importancia para fomentar el nacionalismo que finalmente generará cuidado por lo que nos es común como ciudadanos colombianos.