Hace ocho días (las2orillas, 7 de septiembre 2013) en la primera parte de esta columna de opinión sobre “Cómo enferman y mueren los médicos”, hablamos de las causas que nos llevan a enfermar, diferente a la población general, debido a nuestras conductas a veces poco ortodoxas hacia nosotros mismos. Ya en 1955 Dowling descubrió el bien conocido triple signo: ignorancia, indiferencia y falta de cuidado de los médicos hacía su propia salud. Increíble, pero cierto. Seguimos oyendo: “No hay peor paciente que un médico”.
Entre más leo, más ideas y opiniones surgen. Por ello hoy discutiremos sobre cómo el ejercicio de la profesión nos hace enfermar a los médicos.
Tres factores son primordiales: el agotamiento emocional; la despersonalización o deshumanización; la falta de realización personal. Duro decirlo, pero sucede.
Agota emocionalmente la presión puesta en “salvar vidas”, “curar el dolor”, “eliminar el cáncer”, cuando sabemos que muchas veces solo podemos aliviar, sin curar y ni siquiera evitar la muerte. Pero se nos sigue exigiendo esto. Si no lo logramos nos tildan de culpables (más tensión emocional) ya que alguien tiene que ser el responsable y es más fácil achacárselo a otra persona, en este caso al médico. Como decimos entre chiste y chanza: “Si se salva fue Dios, si muere fue el médico”. Estrés que enferma.
Sendos artículos sobre la deshumanización y despersonalización del médico aparecen periódicamente en revistas y medios de comunicación, o en reuniones sociales. Nos hacen aparecer como vendidos a las multinacionales farmacéuticas (y en ocasiones es verdad, ver mi artículo “¿Estrategia de mercadeo?”), subyugados a las empresas prestadoras de salud, y con el paciente “Google”, demandante, exigente más allá de un conocimiento razonable. El estrés continúa.
Ya la medicina está lejos de ser la profesión en que se era el principal personaje del pueblo junto con el cura y el juez. También quedó atrás el estatus social y económico. Se une a lo ya expuesto en párrafos anteriores, el aumento de amenazas a la integridad personal, el temor a la amenaza, —una amiga renunció a prestar servicios a una ARL cuando el paciente la amenazó con un revólver en busca de prorrogar la incapacidad por accidente de trabajo— el sentirse en medio de dos bandos EPS y Paciente, cada cual con sus exigencias particulares. Tampoco facilita la famosa consulta de los quince minutos. Todo ello conlleva a una sensación de falta en la realización personal al ejercer la medicina. La autoestima, junto con las defensas inmunológicas, caen al suelo. La enfermedad no tarda en llegar.
La relación médico-paciente se ha empobrecido. El medio ambiente para ejercer se ha vuelto hostil. La empatía dura más en establecerse.
Leí: “Alguien me habló hace poco a propósito del fuerte estrés que soportan los médicos de asistencia primaria en los turnos, sin residentes que reciban el primer impacto de la urgencia, ni compañeros o jefes clínicos con quien comentar. También me decía que por eso hay un cierto consumo de ansiolíticos que las mujeres reconocen y los hombres no”.
Claro que todo depende de para quién trabajes, no es igual ser empleado o adscrito a EPS, ARL, que trabajar para medicina prepagada o particulares. Fácil saber que en los primeros el estrés tiene mayor cara empresarial, y que se suma al de los segundos en que el estrés se vuelve positivo porque surge de la preocupación por el enfermo, de estar al día en conocimientos, del éxito profesional puro.
No sobra reafirmar lo dicho hace ocho días y que anota J.C. Mingote Adan (1997) “por ser pacientes especiales, médicos y enfermeras reciben peor tratamiento farmacológico así como un insuficiente periodo de seguimiento. A los médicos nos cuesta dejar de serlo cuando vamos como pacientes. También nos cuesta ponernos en el rol de médico cuando tratamos a un paciente que es médico. Y todo esto redunda en una peor calidad de la atención médica que recibimos y que damos”.
Nada raro entonces que haga su aparición la depresión. Depresión, palabra que estigmatiza, situación que ocultamos, hecho a superar con ayuda pocas veces buscada. Depresión con tasa al menos igual a la población general, si no más alta entre los médicos. Unos estudios hablan del 12% en los hombres médicos, 18% en las mujeres y hasta 30% en los estudiantes de medicina, otros suben dicho porcentaje hasta el 65%. Depresión que conduce a alta frecuencia de enfermedades cardiovasculares y cáncer. Pareciera que tuviéramos más "corazón" para los otros que para nosotros mismos. Así enfermamos los médicos. Ni hablar del estrés. Este nos lo "tragamos entero", con todas sus consecuencias.
Último dato: Yoen 1947 Dublin y Spiegelman dicen que: “Es notable descubrir que los hombres y las mujeres de la profesión dedicada a mejorar la salud de los demás, fracasan en proteger la de ellos.” Destacan que el 80% de las muertes de médicos son de origen cardiovascular y varones, más alta que la de la población de varones blancos de la misma edad.
¿Qué nos ayuda a seguir adelante? La sonrisa y la palabra amable de paciente y familia agradecidos.