Entre 1881 y 1886 Carlos Holguín Mallarino fue nombrado, por el entonces presidente Rafael Nuñez, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en España, para darle inicio a las relaciones diplomáticas entre Colombia y España. El discurso que le dio Holguín al rey Alfonso XII fue tan estruendoso, tan lleno de lisonjas, que el monarca, el 9 de febrero de 1882, le respondió de esta manera: Si siempre es grato para mí recibir en audiencia oficial a los Representantes que los países extranjeros tienen a bien acreditar en mi Corte, esta satisfacción es mayor cuando tan solemnes actos de cortesía implican a la vez, como en esta ocasión, el establecimiento de relaciones amistosas y vienen a estrechar los vínculos de sangre, del idioma y de la fe que a la Providencia plugo (sic) establecer entre mi nación y la América española.
Fue tan profunda la lambonería de Holguín que el rey lo llevó a los apartamentos de la reina María Cristina y le alabó la manera como lo había elogiado. Cuentan las malas lenguas que en ese momento se dio un flechazo inmediato entre el embajador colombiano y la Habsburgo. En 1885, un año antes de que Holguín saliera del cargo, El “Pacificador”, como era conocido Alfonso XII, moría súbitamente a los 28 años. En su lugar quedaría su hijo, un niño de apenas 4 años y María Cristina sería la reina regente.
Holguín se devolvió al país en 1888, cuando la relación con la reina alcanzaría visos de romance escandaloso. Un año después se encontraría en la vereda la Soledad, en Quindío, uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del Continente.
Todo esto aparece narrado en el libro La metamorfosis del oro, que da cuenta de los detalles del entretelón político detrás del invaluable obsequio y que el país no ha podido recuperar.
Es que en América se tiene conocimiento de tres grandes tesoros prehispánicos, el de Moctezuma que fue obsequiado por Hernán Cortés a Carlos I. Alberto Durero, el célebre pintor, visitó la exposición que se hizo del Tesoro en España en 1521 y alabó la exquisitez de los acabados de las águilas, los escudos, los cascos y los dioses aztecas, todo eso desapareció por culpa del desprecio y las deudas del monarca español quien prefirió fundir el tesoro y recibir, a cambio, una montaña de monedas que gastó en su uso personal. Algo parecido ocurrió con el regalo que le hizo Pizarro al mismo monarca: el tesoro de los Incas, acabado por medio de la infame fundición. El tercero fue nuestro Tesoro Quimbaya.
Las guerras y revoluciones que azotaron al país a mediados del siglo XIX ocasionó la gran migración antioqueña a los territorios del Quindío. Por eso, en 1878 se fundó Filandia. Impunemente los antioqueños, con ganas de convertirse sin trabajar demasiado en millonarios, se dedicaron a la guaquería. Es que esa tierra estaba llena de tumbas Quimbayas y los exploradores aprovechaban para llevarse las ofrendas de oro que tenían las tumbas. Fueron decenas de piezas de oro, creadas entre el siglo IV y X de nuestra era. El hallazgo le vino como anillo al dedo al recién posesionado Carlos Holguín quien buscaba, casi que con desesperación, algo representativo colombiano para enviarlo a Madrid en torno a la celebración de los 400 años del descubrimiento de América. Los guaqueros que descubrieron el tesoro recibieron 70 mil pesos de la época por las 122 piezas del tesoro. La compra se hizo con recursos públicos.
El Congreso sólo se enteró de esta compra el 20 de julio de 1892 cuando en un discurso Holguín dijo estas palabras y anunció el destino que tendría el tesoro: Es la más completa y rica de objetos de oro que habrá en América, muestra del grado de adelanto que alcanzaron los primitivos moradores de nuestra patria. La hice comprar con ánimo de exhibirla en las Exposiciones de Madrid y Chicago y obsequiársela al Gobierno español para un museo de su capital, como testimonio de nuestro agradecimiento por el gran trabajo que se tomó en el estudio de nuestra cuestión de límites con Venezuela y la liberalidad con que hizo todos los gastos que tal estudio requería. Como obra de arte y reliquia de una civilización muerta, esta colección es de un valor inapreciable. La excusa para regalar este tesoro fue el de agradecerle a España el laudo arbitral sobre las fronteras entre Colombia y Venezuela.
Las 122 piezas fueron exhibidas con pomposidad en Madrid. Nunca más regresaron a Colombia. En el 2006, durante el segundo gobierno Uribe, empezó a haber presión a la Corte Constitucional para que se le pidiera a España de regreso lo que imprudentemente regaló Holguín. En el 2017, ya con Santos presidente y siendo canciller la bisnieta de Holguín, Maria Angela, se le solicitó a España la devolución de la ofrenda amparados en tres artículos de la Constitución: el 63, 72 y 88. El 72 por ejemplo reza que "El patrimonio arqueológico y otros bienes culturales que conforman la identidad nacional, pertenecen a la nación y son inalienables, inembargables e imprescriptibles".
Sin embargo España ha desestimado esta posición y afirman que se trató de un regalo y que no hubo ningún acto ilícito de la obtención de las piezas por parte de España.
Cuatro años después el desesperado pedido de Colombia está empantanado y difícilmente recuperaremos algo de ello. El Tesoro se exhibe en el Museo de las Américas de Madrid. El coqueteo y las ganas de impresionar a la corona española por parte de un presidente, nos privó de tener el tercer y último tesoro que soportó la invasión española. Una pérdida irreparable.
Información tomada del libro “La metamorfosis del oro” de Pablo Hinestrosa, editorial Taurus.