Cómo el neoliberalismo se cuela en las universidades colombianas

Cómo el neoliberalismo se cuela en las universidades colombianas

Ya no es necesario que el estudiante (ahora cliente) aprenda, sino que sea competente; ya no es necesario que investigue, sino que entregue lo que pueda

Por: Dioniso
marzo 10, 2022
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Cómo el neoliberalismo se cuela en las universidades colombianas
Foto: estrategafinanciero.com

La ideología necrofílica del neoliberalismo en Colombia apareció desde 1989, cuando el expresidente Gaviria y en ese momento ministro de Hacienda del expresidente Virgilio Barco buscó préstamos en los entes multilaterales que promueven y promovieron dicha ideología, como los son el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). En términos coloquiales le dijeron: “Si usted quiere que le prestemos, es necesario reducir el precario Estado de bienestar que tiene Colombia. En 1990 llegó a ser presidente Gaviria y su plan de desarrollo estableció todo el discurso neoliberal (privatización de los activos del Estado en el mercado, desregularización financiera, descentralización, apertura económica, competitividad, 'libertad económica' pragmatismo, utilitarismo, individualismo, etcétera).

En 1991, con la carta magna que por algunos momentos es progresistas por otro lado es retardataria, le da el andamiaje jurídico al neoliberalismo y desde esa época todos los gobiernos sin excepción en Colombia han sido neoliberales. Unos más radicales como los de Uribe y Pastrana y otros no tanto como los de Samper, pero todos neoliberales. Donde se prima más el cliente que el ser humano, la ganancia a corto plazo en detrimento de la naturaleza, la competencia en vez de la cooperación y la solidaridad, etcétera.

Desde la década de 1990 la educación colombiana se volvió neoliberal. Los estudiantes en promedio son un producto, un cliente; los profesores ya no son mediadores ni facilitadores, sino empoderados desde el capital, y las universidades se volvieron “autónomas” con todo lo que se suponga que es. Ya no es necesario que el estudiante (ahora cliente) aprenda, sino que sea competente, ya no es necesario que investigue, sino que entregue lo que pueda. El “cliente tiene la razón” y así como hay estudiantes que buscan en la universidad mejorar sus tejidos sociales y, en consecuencia, mejorar el aparato productivo, también los hay que buscan el certificado como sea y engrosar la cantidad de gente con diplomas y poco profesionales.

A los profesores también les cambiaron su labor y su contratación. Cada vez abundan más los catedráticos porque salen más baratos, los contratos de cuatro meses y mire qué hace el profesor los otros cuatro meses que no es contratado o un nuevo contrato que ya no es medio tiempo (20 horas) ni tiempo completo (40 horas,) sino tiempo parcial; donde a los profesores les clavan 30 horas a cuatro meses y no les pagan por preparar clase, ni tienen tiempo de reflexionar, ni evaluar, pues con sus horas no pagas debe de hacerlo. Lo que ha contribuido a desmejorar aún más las condiciones laborales y los futuros “profesionales”.

Sin olvidar la cantidad de formatos que cada vez abundan en las universidades en las que el profesor es otro administrativo más tratando de ser más productivo y donde la pedagogía, la didáctica como la psicología educativa, queda a un lado. Porque se busca es el producto: reducir deserción, pasar a todos así no tengan los mínimos académicos e investigativos, tratar a los estudiantes como niños que necesitan ayuda psicológica porque no son capaces de asumir las consecuencias de sus actos, contratar “profesionales” para que los pasen, etcétera.

Para terminar, en la investigación pasa algo parecido. Ahora existen los incentivos para producir en revistas neoliberales que amasan y cobran por publicar y leer lo que uno escribe. Carteles, mafias del conocimiento en las que algunos profesores sobre todo en universidades públicas se aprovechan de esto y junto con directivas publican en revistas de dudosa procedencia, pero con los estereotipos de estas editoriales de tener mejor calidad son más validas que donde sí las leen y puede contribuir con el tejido social y al aparato productivo latinoamericano. En fin, las universidades de corte privado y público, por un lado, hablan de ser sin ánimo de lucro, pero no conozco la primera que no se lucre y pregonan de responsabilidad y amor al conocimiento, pero a muchos de su profesores los explotan y hay que decir gracias, pues es lo que hay.

No obstante, también hay casos aislados que tratamos de no sucumbir a esta ideología necrofílica y amamos lo que hacemos y consideremos que la universidad es un ambiente pedagógico de construcción del conocimiento, de formadores de profesionales que contribuyan en  ampliar las libertades de la sociedad potenciando las competencias blandas y  duras, y así ayudar a mejorar  a una sociedad como la colombiana con muchos problemas socioeconómicos y socioambientales que necesita  un capital humano más cualificado, más científico con más y mejor lectura para potencializar a  un mejor ciudadano  que asuma las consecuencias de su actos.

¡Que viva la universidad como templo del saber!

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