Desde la muerte de Jorge Eliécer Gaitán Ayala nada ha cambiado, sigue gobernando la descendencia de la generación política que lo asesinó. Lo poco que cambió es que ahora no se grita en las plazas: ¡Vivan los rojos! ¡Abajo a los godos!
Algunos dicen (si no es la gran mayoría) que la historia de Colombia se dividió en un antes y un después de la muerte del caudillo. Yo, a juicio personal, creo que murió la antigua república para dar paso a una nueva Colombia que debió implementar los ideales liberales de Gaitán. Sin embargo, nos encontramos todavía en las penumbras de un sistema que fallece y deja un olor a heces que se esparce en el ambiente.
Gaitán fue un profeta y los medios lo respaldaban, fue el primer político en Colombia que utilizó la radio para captar la atención de las masas. Si fuera 1948 seguramente estuviéramos escuchando en las principales emisoras del país: “El asesinato de Gaitán ha volcado el país y probablemente las aguas demoren 50 años en regresar a su nivel normal, Se estima que la revuelta que el atentado causó, está dejando un saldo alarmante de saqueos y muertos”. Si fuera 1948, ¿hubieran etiquetado a Gaitán como “castrochavista” por proponer la expropiación de tierras improductivas, igualdad de géneros y mejores condiciones laborales para la clase obrera?
Gaitán, quien intentó crear un tercer partido a pesar de que sus antecesores fracasaron en el intento (o que fueron aplastados y discernidos por el bipartidismo), representa a la figura revolucionaria dentro de una “democracia” oligárquica dominada por la elite.
Para el novelista José Antonio Osorio, “en octubre de 1933, antes de que se clausurara el Congreso, Gaitán lanzó un manifiesto trascendental. Invitaba al pueblo, a los intelectuales, a los desheredados a formar un frente único capaz de luchar contra la perfidia y de conquistar la justicia”. La Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria de Gaitán, UNIR, tuvo particular influencia entre la clase campesina en las zonas cafeteras de Cundinamarca, en el norte del Tolima, Caldas y el Valle del Cauca.
En conmemoración del 9 de abril, y en el marco de unas elecciones presidenciales, debemos escoger la opción democrática y nacional que beneficiará al país y no lo lleve a estar arrodillado ante intereses externos. Esos intereses que pusieron a su servicio a todo el ejército Boliviano para asesinar al Che Guevara; los mismos que utilizaron al ejército colombiano para asesinar comunistas.
Otros dicen que fueron los mismos comunistas liderados por Fidel Castro que, ese día, estuvo en un encuentro estudiantil en la capital y que, para los conspirativos, entendió esto como un estímulo para fomentar la anarquía dentro de la realidad sociopolítica de la época. Lo cierto es que su muerte, a manos del gatillo de Juan Roa Sierra, inició el fenómeno de magnicidios de líderes presidenciables para impedir el triunfo de alternativas populares: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossas, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán, así como el exterminio de un partido legal llamado Unión Patriótica y los asesinatos en masa de líderes sociales.
Además, esa misma corriente de izquierda que quedaría huérfana engrosaría años más tarde las filas de las guerrillas, excluidas del bipartidismo durante el Frente Nacional.
“Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si os traiciono, matadme. Si muero, vengadme”, pedía a viva voz Jorge Eliécer Gaitán en las plazas públicas. Sus enemigos, que encontraban su expresión política en el partido Conservador, lo llamaban “El Negro”; los trabajadores, el pobrerío y la indiana, le decían “El Tribuno del Pueblo”.
A 70 años del magnicidio y del conocido ‘Bogotazo’ cabe resaltar una frase de su autoría: “El pueblo es superior a sus dirigentes”. Por eso aquí la revolución se hace con el pueblo.
