El ocho de mayo pasado Donald Trump decidió retirar a su país del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), firmado por Irán y las seis potencias internacionales (China, EE.UU., Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania) en julio de 2015, para limitar el programa nuclear iraní a cambio de levantar las sanciones internacionales y multilaterales que pesaban sobre ese país del Oriente Medio. En términos generales, Irán se comprometió a hacer un uso “exclusivamente pacífico” de la energía nuclear y a no desarrollar ni adquirir armas nucleares “bajo ninguna circunstancia”.
El hecho de que Estados Unidos se retire de manera unilateral de un acuerdo internacional, clave para la paz mundial, que Irán estaba cumpliendo a cabalidad según certificación del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de las Naciones Unidas y de entidades norteamericanas, además de dejar en cuestión a la primera potencia del mundo, cuya primera autoridad se reunirá en próximos días con el presidente de Corea del Norte para tratar asuntos similares, traerá consecuencias de gran envergadura por las amenazas que se han proferido contra los países y empresas que mantengan tratos comerciales y diplomáticos con Irán.
No se tenían antecedentes de que los principales países europeos, dejando de lado asuntos como el Brexit, se hayan reunido para unificar posiciones en torno al mantenimiento del Plan Integral con Irán y distanciarse de su aliado estratégico, los Estados Unidos. La canciller alemana Ángela Merkel declaró el jueves pasado: “La época en la que podíamos contar simplemente con Estados Unidos para protegernos se acabó”. Por su parte, el presidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker manifestó: “Washington ya no quiere cooperar con el resto del mundo, y estamos en el momento en que debemos sustituir a Estados Unidos”, y el diario alemán Zeitung comentó que “Trump solo conoce la sumisión, e incluso quienes obedecen no saben nunca cuánto tiempo gozarán de su beneplácito”.
Cabe anotar que los países europeos ya habían mostrado señales de preocupación cuando Trump abandonó el acuerdo internacional sobre el clima y declaró que la OTAN era “obsoleta”, como también por el asunto de los aranceles al acero y aluminio. “Es hora de que Europa se emancipe de Estados Unidos, especialmente en los ámbitos de la defensa y del comercio”, aseguró a la AFP un responsable europeo.
En consecuencia, Francia anima a crear una fuerza europea de intervención, capaz de llevar a cabo operaciones al margen de la OTAN y sin la tutela de Estados Unidos. Una decena de países, entre ellos Alemania y Reino Unido, están dispuestos a comprometerse en esta cuestión y tienen previsto reunirse en junio, como anunció la ministra francesa de Defensa, Florence Parly. Incluso, el diario británico Financial Times se pronunció el viernes a favor del “uso de represalias” si las empresas europeas reciben sanciones por conservar sus relaciones comerciales con Irán.
Otras potencias y países han coincidido en la necesidad de mantener el acuerdo con Irán, entre ellas, Rusia, China y Turquía. Por ejemplo, el vocero de la cancillería china, Lui Bin, declaró que Pekín está dispuesto a trabajar en cooperación con Moscú para preservar el acuerdo nuclear iraní y agregó que cualquier país debe cumplir sus obligaciones internacionales; el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, tildó de “crítica” la situación y subrayó que es preciso evitar que el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares afronte nuevas amenazas y que Rusia abordará acciones conjuntas sobre el acuerdo iraní con el Reino Unido, Francia, Alemania y China en los próximos días; y el presidente de Turquía, Recep Erdogan, manifestó que la decisión de Estados Unidos socava la paz en Oriente Medio y mostró su decepción con la actitud norteamericana.
Se calienta el Medio Oriente
Una de las regiones más estratégicas del mundo por su posición geográfica, los yacimientos de hidrocarburos, la confluencia de tres continentes y los conflictos heredados del pasado, se torna más inestable con los hechos ocurridos. Irán, controlado por los ayatolás desde la expulsión del Sha de Persia, mantiene una disputa histórica con Arabia Saudita e Israel, los países más cercanos a Estados Unidos en la región. Teherán colaboró estrechamente con el gobierno de Bashar Al Asad, presidente sirio, para enfrentar la embestida terrorista orquestada por Norteamérica y la OTAN y luego, con el respaldo ruso, está punto de liberar a casi toda Siria de la intromisión extranjera. Israel mantiene una disputa histórica con Irán, contando con el respaldo estadounidense, que lo tiene como su punta de lanza, manteniendo la ilegal ocupación de los territorios palestinos y de las alturas del Golán de Siria, entre otros, y masacrando a la población. Occidente ha permitido incluso que Israel tenga arsenal atómico para chantajear a la región, pero se lo prohíbe a Irán, nación a la que le tocó aceptar el acuerdo de no proliferación nuclear con las potencias, abandonado ahora por EE.UU., lo que ha ocasionado la crisis actual.
Hay que recordar que en el año 2017 se dio en el Medio Oriente una disputa por el mercado armamentista entre Estados Unidos y Rusia. En junio, Qatar firmó con Estados Unidos la adquisición de varias decenas de aviones de combate F-15 por un valor de 12.000 millones de dólares, que el emirato mostró como un apoyo de Washington diez días después de que Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto le iniciarán un bloqueo por tierra, mar y aire, celebrado por Donald Trump por una supuesta promoción del terrorismo. Sobre este episodio se traslucieron diferencias entre los Secretarios de Defensa y de Estado norteamericanos, ya que se trata de un país considerado por muchos como terrorista, pero, al mismo tiempo, alberga la mayor base aérea estadounidense en Oriente Próximo, Al Udeid, en los alrededores de Doha, que acoge a unos 8.000 soldados gringos. Desde allí han salido aviones bombarderos para llegar a Irak y Siria. Esta compra de aviones servirá para crear 60.000 nuevos puestos de trabajo en 42 estados de EE.UU.
Pero la carrera armamentista llegó a la cúspide el año pasado en Arabia Saudita, país que en un lapso de una semana le compró armamento tanto a EE.UU. como a Rusia. A Estados Unidos le compró el escudo antimisiles THAAD por valor de 15.000 millones de dólares, alegando la amenaza de su archienemigo iraní y su poderoso programa balístico. También contempla la adquisición de misiles, radares y estaciones de control. Lo anterior coincide con la compra a Rusia del Sistema de Misiles Antiaéreos S-400, coincidiendo con la histórica visita del rey Salman a Moscú. Estas compras militares se realizaron cuando la ONU incluyó en la lista negra a Arabia Saudita por los bombardeos a Yemen desde el 2015. La Coalición de Greenpeace, Amnistía Internacional y Oxfam han denunciado que las compras militares de los sauditas rondan los 650 millones de euros en los últimos dos años.
En el fondo de todo el asunto sobresale la importancia estratégica de esta región como mercado de la industria armamentista, en la que tiene la supremacía mundial el complejo industrial-militar norteamericano. Cifras consolidadas de 2015 indican que el gasto militar mundial fue de 1,6 billones de dólares y el gasto de EE.UU. representó el 37% del total. El complejo industrial-militar es el que le impone el contenido a la política norteamericana, sea cual sea su presidente, y es el que ha llevado a que Donald Trump rompa el acuerdo nuclear con Irán con todas sus consecuencias, entre ellas, su aislamiento internacional en el contexto del declive estratégico, rodando lentamente en un ocaso prolongado. Las consecuencias las había previsto el expresidente Dwight Eisenhower desde 1961, con una frase que se reseña a continuación. En este contexto, ad portas de las elecciones del 27 de mayo, la mejor opción sin ninguna duda es Sergio Fajardo, que contempla en su programa de gobierno en asuntos internacionales la defensa de la soberanía y la autodeterminación nacional.
“Esta conjunción de un inmenso sistema militar y una gran industria armamentística es algo nuevo para la experiencia norteamericana (…) Pero debemos estar bien seguros de que comprendemos sus graves consecuencias (…) En los consejos de gobierno, debemos estar alerta contra el desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo militar-industrial. Existen y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos (…) Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades ni nuestros procesos democráticos” (Discurso televisado de Dwight Eisenhower el 17 de enero de 1961 al terminar su mandato como presidente de Estados Unidos).