En español la palabra compasión pareciera implicar una posición de superioridad frente a la persona que debe ser compadecida. Tener consideración, o sentir piedad unos de otros, solo puede realizarse en un plano de igualdad; parecería que, de entrada, nuestra lengua no nos ayuda mucho.
Antanas Mockus nos ha dado una impresionante lección en este marzo del 2019 lleno de agresión y de nostalgias de parte de algunos por regresar a Colombia al pasado de bala venteada. Recordamos cómo, el día en que la representante Juanita Goebertus fue vocera de varios partidos refutando las objeciones de Duque frente a la JEP, una a una, respaldada por distintos líderes políticos, la cabeza de Antanas se movía de manera involuntaria. Mas allá de la estupenda vocería, fue increible la andanada de burlas a Mockus. La crueldad manifiesta en las redes, expresión del deseo de triturar a quienes se consideran enemigos.
No obstante, la respuesta de Mockus, en un video de solo siete segundos, fue magistral. Con un perrito de juguete en sus manos, de esos que solían colocar los conductores en los taxis, también parecido a algunos animalitos de plástico que se ponían, hace muchos años, en los pesebres de navidad, que movían la cabeza de un lado para otro y en círculo, parecían, Antanas y el perrito, en un contrapunto. Al final, suelta Mockus la carcajada.
La alegría para quienes queríamos que se desquitara fue enorme, ya que la viralidad, es decir la cantidad de réplicas superó, ampliamente, la de los que pregonaron la crueldad. Muchos recordábamos, con dolor, aquella referencia de parte del innombrable, la de caballito discapacitado, durante la campaña presidencial del 2010. Sin embargo, la respuesta de Antanas carecía, totalmente, de agresión. Es una risa sobre sí mismo, que banalizó, sin querer destruir a nadie, la intención de burla. En vez de fastidiarse, dijo, utilizó la oportunidad para fines mas nobles.
¿Por qué quieren algunos acabar con quienes consideran sus adversarios? ¿Qué quisieran? ¿Matarlos, desaparecerlos, mutilarlos? Miedo, desconfianza, es lo que hay detrás.
La desconfianza es una enfermedad peor que el Parkinson,
ha dicho Antanas en estos días
La desconfianza es una enfermedad peor que el Parkinson, ha dicho Antanas en estos días. Eso es: desconfiamos tanto que nos empanican los demás, aquellos clasificables como diferentes o con opiniones distintas a nosotros.
“Apiadémosnos unos de otros”, aconseja Mockus. Es un paso hacia la construcción de confianza. Equivale a que nos pongamos en los pantalones del otro, en sentir compasión en un plano de igualdad. Hay tanto dolor represado en nuestra sociedad, que si no conseguimos comprender el del otro, será imposible vivir en paz. Lejos de que esto signifique el unanimismo; al contrario, se trata de lograr, como sociedad, la madurez de convivir en medio de las diferencias y la diversidad.
Una senadora, mujer con muchos años de educación, ha puesto una valla pública con un mensaje brutal: “Tú, ¿De qué lado estás?” Debajo aparecen dos campos: a la izquierda: “Víctimas, No JEP”, a la derecha: Victimarios, JEP”. No caben, literalmente, los comentarios.
Obvio, desconfianza y ausencia de piedad, no son patrimonio exclusivo de un ala del espectro político. La forma de tramitar diferencias en la izquierda por parte de algunos poco tiene que envidiarle a los métodos de la senadora Holguín.