Admiro a muchos jóvenes, hombres y mujeres, aunque me doy cuenta de cómo he caído en la trampa de comerle cuento a algunos mayores en el mundo. El error ha consistido en creer, en general, en su independencia, en considerar que 40, 50 o 60 años de experiencia, resiliencia y constancia les otorgaba crédito suficiente para el comportamiento autónomo. Vale para dirigentes y, también, para gente del común. O valía.
A la luz de las claridades que el gobierno de Colombia nos da acerca de los “abuelitos”, de su incompetencia e incapacidad de velar por sí mismos, no sé cómo hacer para relegarlos al lugar que les corresponde, al menos en mi mente. Y, de paso, someterme al mandato de imbecilidad, estando a unos 18 meses de la cota inferior de edad de los declarados inútiles e incompetentes.
Con las nuevas métricas, aparecen líderes abuelos, en presente o en el recuerdo, actuando y vociferando por todo lado. Los que siguen vivos deberían estar arrinconados o, al menos, acompañados y representados por adultos responsables en esta época, global como ninguna, de pandemia. Viejos necios, tercos, arrogantes, inconcientes, jugando al liderazgo. Van algunas referencias de viejos a los que les he parado bolas en estos días, vivos o muertos.
No soy creyente, pero me gustaba el papa Francisco. 83 años. Por la mezcla de humildad y de ser mundano, porque reconocía que le gustaba el San Lorenzo, porque parecía un guía en estos tiempos de crueldad, de ausencia de brújula. Recuerdo cuando Francisco tenía 80 y visitó Colombia, que, una noche, al llegar a la nunciatura, donde se alojaba, lo esperaban unos jóvenes con síndrome de Down. Alguno de ellos leyó unas palabras y el papa, de pie, después de no sé cuántas horas de patoneo, misas, palabras y de ver y atender a la gente, le respondió, sin libreto, con toda la atención y consideración. Sospechoso.
Ayer lo vi por tele, hablando en Roma. ¿Será petulancia de viejo gagá, es decir, de “abuelito”? Dizque habla siete idiomas...
Dos abuelos decadentes, que no deberían estar en esas, de 74 y 77, se enfrentarán en noviembre por la presidencia de Estados Unidos
También me asombra y me atormenta, en política, cómo se está derrumbando el pensamiento liberal democrático y, obligado, trato de seguir los pasos de lo que ocurre en los Estados Unidos en estas semanas en las que se dirime si el racismo es prevalente. Dos abuelos decadentes, que no deberían estar en esas, de 74 y 77, se enfrentarán en noviembre por la presidencia. Uno, admirado por algunos locales, de una crueldad, misoginia y racismo legendarios, de habilidad inédita en las redes sociales. El otro, dicen sus detractores, es un flojo liberal. Entre el viernes pasado y ayer domingo, otros cuatro viejos le cantaron la tabla al salvaje abuelo Trump: la hermosa señora Pelosi, presidente demócrata de la Cámara de Representantes de los EEUU, de 80 añitos, Mattis, de 70, y Powell, de 83, exsecretarios de defensa y exmilitares, y otro, qué barbaridad, de 73, Mitt Romney, excandidato y gobernador republicano, actual senador, participando en manifestaciones contra el racismo. Qué horror. Lo hicieron sin interpuesta persona, en vivo.
La música y los que ya partieron: tanto viejo resucitable, contribuyendo al mito de la lucidez y la capacidad creativa de los mayores. Youtube, espanto, permite revivir y apreciar a un guitarrista andaluz dando recitales después del noveno piso, interpretando Villalobos, Bach y Tárrega. Cuando dio el último concierto, en Miami, Andrés Segovia había cumplido 94 años. Asturias interpretado por el nonagenario… Tantos otros… Los chelistas, Casals, Rostropovich. Y por estas latitudes hispanoamericanas, en otros géneros, María Dolores Pradera, Yupanqui o Simón Díaz, presentándose hasta sus 89, 83 y 79 años respectivamente. ¿Qué tal Alicia Alonso, la bailarina cubana que danzó hasta sus 75 (falleció a los 98)? Se hubiera librado de tanto ajetreo sigiendo pautas de gobernantes visionarios…
Y hablando de youtube y de tecnología, para peor de males, tres vejestorios, brillantes y perseverantes desde jóvenes, tienen la culpa del auge de internet, los computadores y lo que llaman el enredamiento. Ni las redes sociales, ni internet como lo conocemos, ni el poder de transmisión y almacenamiento de información serían posibles sin ellos.
Gordon Moore, el hombre que fundó Intel, que pavimentó el camino para el despliegue exponencial del poder computacional que estamos viviendo (Ley de Moore: la potencia de los microchips se duplica cada dos años), sigue dando lora, escribiendo y dando entrevistas... a los 91 años. Viejo abusivo.
Un tal George Gilder, estableció la ley de la banda ancha: la capacidad de las comunicaciones se duplica cada doce meses. 80 años y sigue atreviéndose a hacer predicciones sobre la tecnología y los cambios en la sociedad. Se atreve e dar conferencias sin la compañía de un adulto responsable y a publicar en youtube. ¿Qué tal?
Y, finalmente, el otro es un sujeto, Robert Metcalfe, que por allá en los años 70, formuló la ley que lleva su nombre, anticipo del poder de las redes y las telecomunicaciones: el valor de una red aumenta en forma proporcional al cuadrado del número de usuarios del sistema. Este individuo, de 74, creador de ethernet y partícipe en la invención de wifi, osa seguir ofreciendo charlas en escenarios de primer nivel académico y corporativo, y escribiendo artículos.
Por estas latitudes hay ejemplos abundantes de impertinencia de parte de empresarios, políticos, profesores, artistas, ahora en la categoría de los abuelitos idiotas, como para otro día.
La estupidez no tiene límites.