Como una premonición, en la vereda El Desastre nada funciona. Su martirizada tierra ha visto pasar ejércitos de todos los colores, ha sufrido el hambre y el olvido. Para llegar al municipio de San Diego, el casco urbano más cercano, se debe recorrer el camino a pie, en burro o pedir un aventón a los finqueros de la zona, por una trocha de 40 kilómetros que nunca ningún alcalde local o gobernador del Cesar ha mandando a pavimentar. Como suele suceder, acá los que más sufren son los niños.
Ser niño en El Desastre, es una tragedia, sobre todo si tienen aspiraciones de salir a comerse el mundo a punto de estudio. La única escuela de la vereda se llama Corral Negro y el nombre describe muy bien el lugar. Parece un establo para criar cerdos y arriar ganado. Construido a principios de este siglo, en Corral Negro nada ha cambiado, el olvido está ahí, congelado en el tiempo. Sólo hay un salón de clases cayéndose a pedazos con paredes sin estucar y pisos desnudos sin enchapar. El aula de clases es una eterna obra negra que hace juego con la humedad en donde se mezclan niños y adolescentes de todas las edades, no distingue si están cursando bachillerato o primaria. Su escritorio son pupitres desvalijados, sillas sin patas. Sólo hay un baño, sin agua y putrefacto, como se evidencia en esta foto:
En la mitad del salón se encuentra la amenazante planta eléctrica. Su único candado es un palo de escoba, cualquier curioso podría electrocutarse. La biblioteca, si se puede llamar así, aglutina al azar y en evidente descuido, cuadernos, folletos y fotocopias que ha donado, sin ningún tipo de curaduría, la secretaría de Educación departamental.
Lo peor está por ser contado. En un cuarto con una reja, como si tratara de una celda para encerrar delincuentes, meten a los estudiantes que desobedecen a un profesor borracho que llevaba, alcohol envasado en botellas de agua situación de la que se percataron y tomaron la medida de echarlo de la institución educativa Corral Negro. Unas semanas después el profesor borracho, quien además es el único docente de toda la institución regresó, pues prometió no volver a tomar en clase. Ahora llega apestando a alcohol y sin articular sus frases.
Y hasta este lugar apartado del mundo llegó la nefasta influencia de Karen Abudinen. Hace un año llegó una moto enviada de la Secretaría de Educación, para poner este letrero, donde se anunciaba que por primera vez en la historia el colegio Corral Negro, tendría internet sin ni siquiera haber tenido el primer computador. Igualmente la noticia alegró a todos los estudiantes. No contaban con que, el ministerio de las TIC, pionero de las buenas nuevas, le entregaría a unos cuestionados contratistas de una unión temporal llamada Centros Poblados los 70 mil millones de pesos, que hoy no aparecen. Los niños, obviamente, se quedaron sin internet, sin computadores, con un colegio cayéndose y un profesor borrachos que los encierra en una celda miserable cada vez que quiere.