A raíz de la alta posición alcanzada democráticamente en las urnas una por una afrodescendiente. Un negro y varios integrantes de partidos contrarios y algunos miembros de la suciedad, perdón sociedad, se han dedicado a hacer críticos y discriminatorios de todo su actuar.
Lo más triste y lamentable es que se haya utilizado como instrumento de crítica a un títere de su mismo origen y color, quien se explaya en comentarios malintencionados y soeces contra su propia raza, a la que dice representar.
Por otro lado, quienes parecen más racistas que opositores, se han lanzado en una carrera irracional de comentarios, como caballos desbocados que no obedecen las órdenes de rienda de su jefe máximo, quien en más de una ocasión en privado y en público ha pedido prudencia de palabras a calificativos indebidos.
Lo peor es que son de esas personas que tienen el sesgo cognitivo de opinar sin tener ni la más mínima idea de lo que piensan o dicen.
Enfermedad propia de sujetos, que aunque no alcanzaron estatus económico alguno o tienen fortunas de orígenes oscuros, se creen de familias de alta alcurnia autodenominándose “gente de bien” pero que realmente provienen del “mal”. Individuos que se sienten superior a los demás: petulantes, soberbios y arrogantes con ínfulas de grandeza.
Quienes tratan a las personas que creen inferiores, con desprecio y prepotencia; tal caso de Doña Florinda la señora de la vecindad, aquella que inmortalizara Roberto Gómez Bolaños en la serie televisiva El chavo del ocho. O que fueron tan mal educadas en hogares que se quebraran en formación porque quedaron anclados en el oscurantismo.
Quienes aún viven bajo el imperio de la ignorancia, de pensamiento fascista, perteneciente a una clase social que por despigmentación se creyó blanca y por supremacía desconoció a África, origen negro y común en todo ser humano.
Si nos han enseñado que la democracia consiste en aceptar lo que la mayoría quiere y decide libremente. Que el principio social está basado en el respeto mutuo y que nuestro comportamiento debe estar cimentado en los principios y valores humanos; entonces! Olvidemos las rencillas, el odio y el desprecio por lo que hacen, dicen o piensan los demás y hagamos lo que dicta la razón no el pensamiento político, porque aunque creamos lo contrario, somos de la misma estirpe.
