Ante la situación que aconteció con un docente del Cofrem San Martín (Meta), donde se dio una presunta situación de matoneo y oprobio por parte de unos padres de familia, me sentí impotente y triste. Me pareció increíble lo que leí en un artículo publicado en este portal al respecto, ya que acrecienta más los matices y bulos que cargamos los sanmartineros, gente trabajadora y honesta que se levanta de sol a sol a buscar su porvenir y que, como resultado de las épocas de violencia que han maltratado generaciones, se rehúsan a partir del imaginario colectivo regional y nacional.
Sin duda alguna, lo que aconteció es una realidad por la que pasa nuestro país y es resultado de la polarización política actual, que el gobierno nacional, por medio del Ministerio de Educación, intenta abordar por medio de la cátedra de la paz, para que las nuevas generaciones de ciudadanos tengan un espíritu crítico, asertivo y conozcan la historia reciente de los procesos que han atravesado nuestra nación. Es en este contexto donde la educación juega un papel preponderante en la construcción de escenarios de discusión, partiendo del respeto al otro como un par necesario para la construcción de la cultura de paz
Los padres de familia involucrados se acercaron y desvirtuaron lo escrito en el artículo de la nota ciudadana. Ellos se manifestaron inconformes con las prácticas académicas presentadas por el docente hacia sus alumnos, ya que, según parece, incurría en la polarización existente sobre el conflicto y no abordaba con la objetividad académica que se requiere estos temas, más en futuros ciudadanos que están en formación. Además de esto, negaron rotundamente conocer la presunta presencia de un individuo sin identificar en el lugar de residencia del docente.
Simplemente, ellos, como buenos padres de familia, elevaron las inconformidades y/o quejas al conducto regular de las directivas del colegio, donde en una reunión se llegó a un acuerdo y a la solución del impasse (sorpresivamente y dada la respuesta). Sin embargo, una parte de la comunidad presuntamente desea revertir la situación constriñendo y rechazando a los padres inconformes, quienes tienen todo el derecho de indignarse si consideran que la educación no es la mejor para sus hijos.
Finalmente, de todo esto podemos aprender que el diálogo es la mejor solución para que no sigamos creando diferencias marcadas por la polarización política e histórica que es boyante en buena parte de nuestra patria. No hay que olvidar que en el fondo todos somos colombianos. También, que hay mejores formas de abordar la educación sobre la paz, siendo más asertivos y con mucho tacto, ya que las poblaciones que tristemente fueron marcadas por el contexto del conflicto (ya que no todos los territorios son iguales) tienen patrones históricos diferentes.
Así pues, es mi deber hacer un llamado a mis conciudadanos (jóvenes, adultos y adultos mayores) a la calma y a la unión que tanto necesitamos en nuestras regiones y en nuestros municipios. Lo anterior para que la reconstrucción de la nación y de la sociedad que queremos sea posible. Para ello es importante conocer la historia, reflexionar sobre ella y proponer alternativas concretas para la paz, la reconciliación y el perdón. Esto para construir el desarrollo que tanto se exige, reclama y necesita, ya que no podemos sumarle a los males que nos aquejan otros más (como ser radicales políticos).