El 28 de junio, la Comisión de la Verdad, que resultó de los Acuerdo de paz con las FARC, EP está entregándole a la sociedad colombiana el resultado de más de tres años de investigación sobre el conflicto armado interno que se ha desarrollado en el país desde hace más 60 años. La presente nota es una breve reflexión sin ser amplios dado la diversidad, lo multidisciplinario como interdisciplinario del informe. Para ello se va a dividir en dos momentos en la que la primera se denomina ¡Desgarro! y la segunda ¡Perdón!
Iniciaré con estos dos párrafos del informe uno en la introducción y el siguiente en la mitad del documento:
“Llamamos a sanar el cuerpo físico y simbólico, pluricultural y pluriétnico que formamos como ciudadanos y ciudadanas de esta nación. Cuerpo que no puede sobrevivir con el corazón infartado en el Chocó, los brazos gangrenados en Arauca, las piernas destruidas en Mapiripán, la cabeza cortada en El Salado, la vagina vulnerada en Tierralta, las cuencas de los ojos vacías en el Cauca, el estómago reventado en Tumaco, las vértebras trituradas en Guaviare, los hombros despedazados en el Urabá, el cuello degollado en el Catatumbo, el rostro quemado en Machuca, los pulmones perforados en las montañas de Antioquia y el alma indígena arrasada en el Vaupés” (JEP, 2022,p.10).
“A principios de 2002, un profesor universitario, asistente del jefe paramilitar Salvatore Mancuso, explicó que para ellos las masacres eran opciones éticas en el marco de la guerra: para garantizar que al atacar un pueblo muriera por lo menos un subversivo había que matar a 20 habitantes; y como las FARC-EP tenían 20.000 miembros, para acabarlas, había que eliminar a 400.000 personas. Para él esa escabrosa matemática evitaba un mal mayor, pues de no hacerlo vendría una supuesta guerra civil en la que morirían millones. Así, crearon una aritmética aberrante y una moral de la barbarie” (JEP, 2022, p.25).
Las palabras con las que trato de dimensionar el primer párrafo es de desgarro, desolación, miedo, odio, resentimiento y perdón. ¿Cómo fue posible que la sociedad colombiana se acostumbrara a esto?, ¿Cómo yo, en Bogotá, simplemente veía las noticias y me iba a trabajar o estudiar y no me importaba el sufrimiento impartido por los paramilitares, militares y guerrilleros a la gente como uno?, ¿Cómo se votó por la muerte pregonada por las élites de la ultraderecha y la derecha como la izquierda radical?, ¿Cómo la guerra nos quitó lo poco de humanidad que teníamos?
El segundo párrafo me dolió por mi profesión. ¿Cómo es posible que un profesor que se supone que es un mediador del conocimiento pregonará la muerte sistemática?, ¿Cómo algunas universidades suscribieron estos discursos como una verdad?, ¿Cómo un profesor que tiene el deber de acrecentar del acervo científico de un país contribuyó para sustentar estadísticamente y con categorías y conceptos simples la muerte como forma de reconfigurar la sociedad colombiana?, ¿Cómo la disciplina que le enseña a las demás pudo reflejar la muerte cómo vida?
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Estas y más preguntas me estoy haciendo y todavía no salgo del desagarro que de una u otra forma contribuí con esto. Al no hacer nada, al acostumbrarme a la barbarie, al no realizar resistencia como mínimo política frente la deshumanización de la guerra por parte de los paramilitares, guerrilleros y militares que a mi juicio son lo mismo. Unos desde la ilegalidad y otros desdés la “legalidad”, pero todos con armas para matar, eliminar, y acabar con el que piensa diferente, con el que no me sirve para mis intereses económicos y sociales.
Enlace del informe
https://drive.google.com/viewerng/viewer?url=https://embeber-pdf-arc.s3.amazonaws.com/Declaracion+Informe+Final+version+PDF++con+portada-1656869668273.pdf