Comer
Opinión

Comer

Lo que más disfruté de la muestra en el Parque Explora y que recomiendo altamente son las fotografías de Peter Menzel

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agosto 23, 2015
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La hora del almuerzo siempre me ha parecido la más festiva. Recuerdo encuentros brillantes sobre el medio día que siempre han sido calientes o pasados por lluvia, con mucha hambre y muchas risas; para mí, cuando mejor se come es cuando el día está en el cenit.  Una amiga me dice que el desayuno es su preferida, toma tres o cuatro cafés con arepa y huevos, y desde la noche imagina los panes y tés que comerá, otros optan por las cenas refinadas de la noche teñidas de fiesta y adultez. Las mías pueden ser esas de lunes o viernes o domingo, en la casa de la abuela, en la mía propia, llenas de platos y de historias.

Por estos días en el Parque Explora se encuentra una exposición exquisita: Comer, abierta desde el 4 de junio y por lo que ha ido significando posiblemente tenga una larga temporada. La muestra explora varias temáticas sobre la alimentación: el fuego, la tierra, economía, dietas y utensilios, y el recorrido por los dos pisos que la componen es una suerte de instalación extensa que lleva al espectador entre juegos de formas y colores entre cacerolas y cubiertos, maíces de todos los colores, envueltos y plantas.

La parte de la muestra que más disfruté y que recomiendo altamente es aquella compuesta por fotografías tomadas por Peter Menzel sobre la compra y la dieta asociada a una semana de mercado en ochenta familias en el mundo. Explora presenta una selección de aquellas que fueron presentadas y editadas en el libro Hungry planet y que puede ser consultado en este link.

Lo cierto es que el recorrido por estas fotografías en el Parque, en medio de la idea de un mundo abundante, verde y fresco, es realmente un golpe de conciencia. Mientras en el primer piso de la muestra todo es posible, las fotografías de Menzel junto con los textos escritos por FaithD´Alusio, son más que una prueba de la distancia que hoy existe entre alimentarse y comer, y por eso, lo interesante del título que nos lleva más al hambre que a la saciedad.

La puesta en escena de cada fotografía es sumamente bella e interesante: en unas aparece dentro de la compra el agua, en otras no, las gaseosas o las frutas, la economía del país y su posición frente al mundo, podemos jugar a reconocer los productos y hasta a saber si los hemos comido, miramos en esas familias sus condiciones de salud y si comen frente al televisor o no, son una verdadera radiografía que nos hace pensar en la propia nevera, la hora de la comida y el tiempo que le dedicamos a la cocción de lo propio. Realmente, en mi caso, sentí, otra vez, nostalgia de otros tiempos con tiempo, más lentos y serenos, donde no solo se comía, también el espíritu se alimentaba de historias en almuerzos largos y abundantes en historias.

Muchos de los proyectos artísticos que conozco en Medellín pasan por la hora del almuerzo común, por compartir la mesa y las ideas del arte. Los legendarios almuerzos de los jueves en la Galería de La Oficina, el ritual de comer en Nuestra Gente, y la gran cocina del Teatro Matacandelas que es escenario también. Inclusive, Cristóbal Peláez me hablaba sobre la importancia de crear juntos para comer juntos.

Yendo hacia el pasado, encontré una joya de la crónica colombiana escrita por José María Vergara y Vergara, publicada en 1886 en Museo de cuadros de costumbres  y que narra en tres escenas derivadas de tres invitaciones a tomar chocolate, café o té, instantes definitivos de la vida santafereña desde 1813 y hasta 50 años después una radiografía de costumbres y usos que derivan en la pregunta, ¿cuál será esa cuarta taza a la que las generaciones futuras convidarán?

Hay un cambio sustancial en las mesas y las formas de comer, tal vez que en muchas de ellas, y así lo evidencian los textos de Hungry planet, la fotografía es una total construcción: la posibilidad de obtener un mercado completo, de estar todos juntos al mismo tiempo, la cantidad de espacio en el escenario personal que requiere cocinar y comer.

Siguiéndole la pista a este pensamiento, he visto una serie de documentales que ven la alimentación desde el punto de vista de seis de los mejores cocineros del mundo, esta serie está en Netflix y se titula Chef´stable. Las búsquedas profesionales por el mejor sabor, en todas, desembocan en la búsqueda de su propia razón existencial. Comer termina por entenderse como alimentarse en el sentido más intenso y espiritual, inclusive uno de ellos hablaba de las diferentes formas de llenar el vacío, tanto el del estómago como el del alma, y también, en todos, el reconocimiento de la unidad profunda entre el hombre y la tierra.

Mirando etiquetas y calorías buscamos la alimentación ideal, sin aspartame ni triglicéridos, lejos de los azúcares blancos y las grasas saturadas, y eso está bien, pero también hay otros alimentos en la mesa abundante, para todos y con todos, en la consolidación de un mundo veloz en el afuera pero intenso y sosegado a la hora de comer.

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