Iniciada la contienda electoral para definir la conformación de los gobiernos locales, se exhorta a los ciudadanos elegir a conciencia. Esta demanda tiene por finalidad que el voto sea utilizado de una manera racional y que la decisión sea tomada por compromiso con la comunidad y pensando en el beneficio colectivo.
No obstante, la inconsciencia que se predica de los ciudadanos frente a los asuntos públicos hunde sus raíces en una cultura política edificada sobre el individualismo de las élites, las afugias económicas, la ignorancia, la desinformación, el conflicto y la apatía, que han llevado a un mal uso del voto, con secuelas negativas para la sociedad.
De allí que elegir a conciencia tenga varias exigencias, cuales son: el deber de informarse, de participar del debate público, de abandonar el egoísmo y ser responsable y solidario con la comunidad a la que se pertenece. Pero quizá la mayor exigencia es la necesidad de aceptar cierto grado de angustia, como lo indicara Estanislao Zuleta. Cada uno de los ciudadanos de la sociedad debe aceptar la angustia de tener que elegir por sí mismo. Cabe anotar que la angustia radica en la responsabilidad frente a los conciudadanos de tomar decisiones haciendo uso público de la propia razón, abandonando la tranquilidad que produce tener “líderes” que dicten el sentido de las decisiones.
En materia política, parafraseando a Kant, la sociedad colombiana no ha salido de su condición de “minoría de edad”, que es la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro. En la contienda electoral, se verifica como los ciudadanos ya sea por pereza, cobardía o miedo prefieren la tranquilidad de estar bajo la tutela de personas carismáticas erigidos como “tutores”, líderes que toman las decisiones políticas por ellos. “Yo voto por el que diga X o Y" es una afirmación frecuente en ciudadanos que no se pertenecen a sí mismos y piensan por cabeza ajena.
minoría de edad intelectual requiere de un esfuerzo propio, de un acto de rebeldía y libertad, de abandonar los prejuicios, los dogmatismos, de aceptar la angustia de tomar las propias decisiones, de informarse para decidir mejor, de tener una actitud más reflexiva y crítica frente a los candidatos y sus propuestas.
De suerte que el voto a conciencia que se reclama de los ciudadanos implica dar un paso hacia la mayoría de edad, aceptar la angustia de pensar por cabeza propia, es un acto de osadía para romper los grilletes que atan con los “tutores” y caminar solos. El voto a conciencia es, pues, un voto informado, reflexivo, resultado del debate público, un acto de rebeldía, ética, compromiso y solidaridad.