Las meseras atienden con chalecos antibalas. En Medellín, en el corazón de París, se ofrecen tragos de la carta: Popeye, una mezcla durísima de vodka, ginebra y vermut; “polvos mágicos” y el mojito más caro del mundo. Sin embargo, la oferta va mucho más allá: el “hijo de puta”, una mezcla de tequila y triple sec, una rara innovación del tradicional Margarita, es uno de los más pedidos al igual que la Kika, el cóctel en honor al hombre que puso la bomba que mató a más de 100 pasajeros de un avión de Avianca en noviembre de 1989. Pero también ofrecen menú de comida: tacos como el Pacho Herrera, vegetariano y ligero, en homenaje al capo del Cartel de Cali que encendió la guerra contra Escobar. El taco llega a costar 90 euros. Incluso María Victoria, la viuda del capo María Victoria Henao, tiene un cóctel con su nombre. Los sicarios más famosos de una guerra que dejó en Colombia más de 12 mil muertos caben en la carta de bebidas.
Una fórmula de éxito comercial que abrió las puertas el pasado 14 de noviembre, con una rumba que no se detiene los siete días de la semana sin consideración alguna para asegurar que los sonidos caribeños suenen animados por atractivas mujeres y por su puesto con hombres vestidos con disfraces de la DEA.
La decoración del lugar es afín a la carta de licores y la música, además de que siempre hay imitadores.
La imagen del capo está presente en el lugar:
En la invitación a la fecha inaugural una leyenda en la parte de arriba del papel estaba clara la intención del lugar: rendirle homenaje al más sanguinario capo de la droga: “Aquí se bebe, se baila, se mata”. En la parte de afuera no hay un solo letrero. Adentro la banda sonora de Narcos, la serie de Netflix que ya tiene cuatro temporadas, y murales con el rostro de Pablo Escobar, son los leit motiv del lugar. Uno de los muros dice: “Medellín es una ciudad muy bonita pero construida sobre un cementerio, esto está lleno de muertos, fue una orgía de sangre”
Esta atmósfera del bar Medellín, en el corazón turístico del distrito VIII de París, llevó a reaccionar a miles de colombianos en la ciudad que se propusieron presionar para forzar a su creador Audren Dimitris a cerrarlo. Y van avanzando porque la tienen clara. Ven en este bar un afrenta contra Medellín,Colombia, el dolor de las víctimas de Escobar que llenó de sangre el país durante la década de los 80. Un culto al asesino más feroz y destructor de la historia de Colombia. Y no piensan tolerarlo más. Por eso actúan. Un grupo de más de 3.000 personas se registraron en la página Avaaz, una ONG que promueve campañas en redes, haciendo oír sus voces para exigir el cierre del lugar.
El manizalita Juan David Castillo, quien vive en París hace más de 10 años, fue el organizador del gran primer plantón contra la discoteca. “Es indignante que la gente se reúna a bailar en torno a un hombre que mató a tanta gente” dice el abogado de 35 años. Otra de las resistentes contra el lugar es la psicóloga paisa Angelica Toro, quien nació durante la década del ochenta, justo cuando Escobar desplegaba su reinado del terror: "No se trata de victimizarnos, se trata de resituar quién es el verdugo y quién es la víctima en esta historia. El verdugo no es el héroe".
La resistencia ha funcionado. El dueño del establecimiento, francés de padres griegos, ha empezado a realizar cambios como el de retirar el nombre de Escobar de uno de los muros, así como una tumba falsa que tenía el sitio. Igual la discoteca sigue funcionando en torno a uno de los peores asesinos de la historia, pero el colectivo de colombianos no descansará hasta no ver el lugar cerrado.