Muchos hemos considerado viajar y algunos así lo hemos hecho, motivados entre otras cosas por la búsqueda de nuevos horizontes ante el panorama cuasi-apocalíptico que rodea al país y nos dicen los “medios”.
Fui un estudiante internacional, de esos que van a perfeccionar el inglés. De los que van a buscar “los papeles” para residir en otro país, en este caso en Australia, y lo logré, gracias a mi título, experiencia profesional y dominio del inglés. Nada de matrimonios arreglados ni atajos tan comunes en nuestro medio. Soy ciudadano australiano y he vivido un buen tiempo fuera de Colombia, tiempo suficiente como para dar una opinión respecto a lo que se ve, no solamente en este país, sino a la actitud de muchos coterráneos y también de lo que nos compromete a hacer y a cambiar.
En este caso no diré que “todo tiempo pasado fue mejor”, porque aunque los medios tradicionales nos den un cóctel diario de informes sobre robos, riñas, desastres naturales y ocurrencias de Maduro matizados con shows y seudonoticias de realities, lo cierto es que ya los titulares no son masacres, bombardeos, secuestros o asaltos a poblaciones, al menos por parte de las FARC y su archienemigo oficial. De allí que esos medios tengan que buscar nuevas noticias y qué mejor que sea algo que si toca al ciudadano de la ciudad.
Centraré mi opinión, como lo indiqué, respecto a compatriotas en Australia y si vale la pena o no atreverse a dejarlo todo e irse. Si quieres ahorrar un poco, aprender de otras culturas, perfeccionar el inglés, conocer otras formas de vida y pensamiento, por supuesto, la isla continente más grande del mundo es ideal para todo ello. Sin embargo, no es fácil estar lejos de la patria, familiares y amigos, dejar de lado las labores propias de la profesión, porque no llegarás a laborar como profesional, de forma que no todo el mundo lo acepta y muchos se afectan física y hasta mentalmente. Definitivamente, o no lo esperaban, o no es para ellos. Y no hay nada malo en esto. Y ahora, cuando la salud está de por medio, los niveles de estrés, el trabajo no calificado, las trasnochadas o madrugadas inclementes y el llamado choque cultural hacen de las suyas, hay que hacer un alto y considerar si tanto esfuerzo paga.
He trabajado como asesor de estudiantes en mi agencia por varios años, de personas que como yo en algún momento tomaron la decisión de viajar, más que para hacer un curso de idiomas. Lo sé, así es en la gran mayoría de los casos, pero no lo confiesen. Pero no les vendo un cuento, no es que haya trabajo a montones, o que vas a ganar fortunas porque eres doctor o ingeniero.
He visto a más de un compatriota que viaja esperando encontrar trabajo “de lo que sea” en unos pocas días, porque en Australia es legal trabajar medio tiempo, pero… sin buen inglés ni “papeles” no se puede esperar puestos “normales” y menos, rápidamente. Entonces viene la angustia, el dinero de los padres no alcanza, los ahorros se esfuman rápidamente y las asesorías recibidas de algunas agencias que pintan el paraíso terrenal en suelo australiano, simplemente se desvanecen. Ver en la prensa casos como el de un compatriota que en alguna entidad de caridad hace fila junto con los mendigos para recibir un plato de comida o va a una iglesia de cualquier credo para el mismo propósito, no porque sea un fanático precisamente…nos hacen pensar en el coraje del colombiano, pero también la tragedia de aquellos que no se preparan adecuadamente antes de cruzar el Pacífico y los asesoran de forma indebida.
Y viene un caso más, vergonzoso por decir lo menos, el de la colombiana que aprovechando la buena fama de la mujer latina, hogareña, femenina, sumisa y dedicada a su esposo (algo que es discutible porque el machismo ha perdido terreno en la sociedad colombiana) busca de forma desesperada vía internet o en bares a alguien que le de esos “papeles”. Obviamente, que el tipo sea gordo, calvo, viejo y hasta no le entienda o peor aun, hasta huela a feo… no importa. Los estándares se limitan a quedarse —como sea— así que el matrimonio se cristaliza entre un semestre y dos años, porque lo típico es “extender la visa” con algún curso de dudosa reputación, pero de apreciada duración. Y claro, lo más barato y con menos clases posibles !
En este caso, el título, el nivel de inglés, un buen curso, la homologación de la carrera y demás detalles pasan a un segundo plano, se olvidan, de hecho. Y en Colombia, el mensaje es motivo de orgullo: “mi niña está “divinamente” y se casó con un rubio (¿“mejorará la raza”?), sin saber que el pobre anglo homúnculo puede ser apenas un medio para conseguir los anhelados documentos de la susodicha y su permanencia en el país.
Para completar, está el caso de la “niña” que llega al extremo de vender su cuerpito y/o exhibirse ante una webcam para hacer un buen dinero… y lo hace. Al fin y al cabo, son dólares, la actividad es legal en algunos Estados y es uno de los más antiguos oficios de la humanidad. De otro lado, nadie la conoce en Australia, ¿no? Eso sí, para vergüenza especialmente de otras colombianas que comienzan a sentir el estereotipo que desafortunadamente se posiciona con el paso de los años. Si supieran los padres lo que están haciendo algunas de esas “niñas” y en más de un caso es su adorable hijita.
Una pregunta es: ¿eso del “un colombiano no se vara “ incluye volverse más fácil que la tabla del uno, ganarse unos pesos aprovechándose de los que “dan papaya” (porque no faltan los ladrones criollos, que parecen nacer de todos lados y en todas las esferas sociales de la patria), matar como en el caso de tanto “Popeye”, o venderse en el caso de algunas de ellas?
Admirable que muchos laven platos, traigan sus maletas llenas de cigarrillos, aguardiente, arequipe para vender, limpien casas o hagan de empleadas del servicio. Yo trabajé en una cadena de supermercados inicialmente, y pasé a tener un trabajo de oficina, en horario “normal” y con todas de la Ley, pero tomó tiempo y esfuerzo. Afortunadamente ahorré lo suficiente, me hice bilingüe, aprendí muchísimo de otras culturas y comencé a valorar más la nuestra, la compañía de los seres queridos y a ver de forma diferente a Colombia, con todo y sus taras: eso sí, sin la “papaya”, “el vivo vs el bobo” y otros dichos inaceptables pero presentes en nuestra Cultura. Esa herencia del dinero fácil y ya, sin espera, propia del corrupto, del narcotraficante, de la “fufurufa” hay que vencerla, y se está avanzando hacia eso. El que antes no se hablara mucho del tema era por el eclipse que producía la toma guerrillera o la pesca milagrosa de los “fascinerosos” y las acciones “contundentes” de la institucionalidad para defender la “Democracia” maestro…
Los principios éticos que anhelamos como sociedad y que ante su ausencia en tantos hechos cotidianos nos hicieron ver hacia otros países, deben prevalecer sin importar donde estemos; ante todo, la dignidad no puede perderse. Creo que el momento histórico que Colombia vive merece que aportemos lo que hemos reunido, no solo en términos materiales sino en transmitir una forma de pensar esperanzadora, honesta, paciente, y decidida que en muchos casos se logra consolidar al estar lejos de casa. Es mi invitación a quienes están en el exterior y a quienes asesoro… antes de que emigren