Es obvio que hay varias formas de que París arda o por lo menos produzca urticaria, aunque nunca se sabe cómo un átomo de aliento sistemático pueda configurar una fisión atómica o termonuclear. La atómica política es terrible y es más insidiosa que verdolaga en playa.
El reciente viaje a París del presidente muestra a la vista del mundo una fase que no figuraba categorialmente en la inteligencia con que se realizaban los análisis políticos en Colombia, ni en el mundo. Ahora se sabe que tales viajes además de simular y quizás parecer funciones de trabajo y relaciones internacionales hacen parte de una u otra forma de la fase aquella de la presupuestaria política, es decir, cuando los dineros del Estado, que todavía no hacen parte de un nuevo Plan Nacional de Desarrollo, pues todavía no se ha cumplido el tiempo para su aprobación, empiezan a fluir para disfrazar el pago de los intereses políticos del nuevo poder recién instaurado. ¿Acaso un cambio de aire en el séquito presidencial, disfrutar de la exquisita Ciudad Luz, no pasa a ser el uso de un favor político embozado?
En el medio de todo hay todo un intríngulis, casi alquímico todavía oculto y quizás oscuro de disfraces de contabilidad, cruce de cuentas, contra créditos mampuestos, nuevas lecturas subrepticias del presupuesto del gobierno anterior, etc. Entonces se nos ofrece una conclusión obtenida a la insidiosa pregunta: cómo es que el presupuesto de un Plan de Desarrollo anterior puede servir a los intereses del nuevo gobierno para desvirtuar lo más rápidamente posible lo que está dispuesto para que lo de aquél avance. ¿Es esto un daño embozado de un bien público? Es cierto, no es fácil de desenmarañar, pero lo logran. Son unos artistas en eso o urden una alquimia como he dicho, un trasvasamiento de habilidades neolíticas que se parece a una ciencia, pero no lo es, deja huellas muy protuberantes, aunque sea necesario hurgar más en eso.
Veamos la aproximación a un modelo que es más comprendido pues es más funesto y evidente.
Al principio del gobierno de Donald Trump la prensa internacional hizo amplios despliegues sobre el particular para intentar desarticular la nefasta influencia que los capitales ligados al triunfo de Trump y los de él mismo pudieran tener sobre los negocios del gobierno. La colusión con Rusia puede traernos insospechadas respuestas. Incluso el asunto de los tormentosos amoríos de Trump se basaron en que dineros provenientes de las donaciones públicas de los ciudadanos y empresas pudieran haber pagado favores sexuales del entonces candidato. Trump ha sido reacio y se sigue declarando indignado de que se lo echaran en cara pero la opinión pública y las oficinas del estado obligadas a supervisar esos controles se han mantenido en su línea. Hoy Trump es objeto de inves-tigaciones sobre el particular. Todavía nada se ha logrado nada en limpio, solo existen las alarmas.
Mientras tanto qué pasa en nuestro medio donde el fenómeno suele estar más solapado.
Es imposible desprender el trabajo de función pública de la presupuestaria política y mucho más del uvismo, que es aquella fase en que los detentadores del poder están en la uva, pues todo les resulta gratis pagado por los bienes públicos como si el viaje, es el caso, estuviera siendo realizado única y exclusivamente para el bien de las obligaciones del Estado, es decir, al servicio del común.
“La razón por la cual los individuos salen del estado de naturaleza para entrar en el Estado, es que el de naturaleza, no regulado por leyes promulgadas y hechas valer por un poder común, se resuelven en un estado de conflicto permanente”. Es indudable que las líneas del estado de naturaleza y las del Estado quizás se resuelven en una serie de confluencias en que el ciudadano socializa e interioriza que una línea de separación es imposible o demasiado onerosa de pagarla si se quisiera hacerlo dada la infinita variedad de sortilegios que se crearían. Ellos lo saben, ellos saben cómo adormecer a la ciudadanía, también como eludirla. Ahora bien, es posible que esté habiendo espacios no jurídicos todavía no descubiertos en que un estado de naturaleza quepa y se deslice subrepticiamente. Hegel sostiene en Fenomenología del Espíritu aquella escalera en que la conciencia asciende hacia el conocimiento absoluto, aunque jamás pudo haber dilucidado el tamaño entre paso y paso, tal que algunos no quedaran con distancias uniformes o sin solución de continuidad.
Algunos ciudadanos en París haciendo uso de sus derechos ciudadanos han denunciado el carácter hipócrita de la política y del viaje presidencial que saca pecho sobre el proceso de paz mientras le hunde puñaladas traperas hacia hacerlo trizas. Intenta hacerlo trizas, validando una función adversa a los ojos del mundo, usando por ahora el presupuesto del Plan de Desarrollo y la presupuestaria política de la anterior alianza política, lo cual es indudablemente un dechado de alquimia política que sin embargo es detectado por los ciudadanos ofendidos.
Devela cierto estado de naturaleza la política oficial o es una forma embozada de hacer oposición al anterior gobierno pero ahora desde una posición de gobierno recién instaurado. Entonces, cómo se desentraña eso y cuál podría ser la acción de alguna entidad del Estado que vigile semejante proceder.
Es decir, el asunto se plantea así: si el gobierno anterior usó los dineros públicos constitucionalmente aprobados para traernos un proceso de paz, cómo es que ahora desde un nuevo gobierno se pueden usar aquellos presupuestos para llevar a cabo planes siniestros que lo nieguen y lo desbaraten, si no hay un nuevo Plan de Desarrollo fruto de una nueva alianza que lo avale. Es indudable que hay una subversión de los intereses del Estado allí, tan desconocida como desbordada, que se aprovecha de un estado de naturaleza clandestino que no hace parte, o no se ha demostrado haciendo parte de ninguna estrategia constitucional validada. ¿De qué forma pueden catalogarse las acciones que producen ese desquiciamiento de una política pública asaz ventilada y procesada hacia la paz que bien llevada pudiera materializarse en un mejor estar ciudadano? A un nivel más amplio, cómo puede ser instaurada una sistemática política de guerra, no constitucionalmente validada, cuando los dineros aportados estaban dirigidos hacia sustentar un proceso de paz constitucionalmente validado. Esa perplejidad es la que resalta de bulto con el plantón realizado al frente del Palacio del Elíseo por valientes ciudadanos colombianos en el exterior.
Hacer oposición sistemática al Estado desde el Estado puede configurar un daño en bien público y cómo es que las instituciones de control deben asumir semejante engendro político adverso para la población.
Los ciudadanos en París lo han dicho a voz en cuello y han desenmascarado lo que de otra forma hubiera pasado desapercibido. Pero, a todas estas, en dónde están las fuerzas políticas que desde la oposición pueden hacer los balances y réplicas respectivos y solicitar las pertinentes investigaciones que encuentren las huellas que, eventualmente, puedan ser judicializadas y castigadas si lo ameritan. En anteriores gobiernos fue ostensible que muchos aparatos de investigación del estado fueron puestos al servicio del control político y persecución de los opositores. En aquella época pudo validarse todo bajo el rubro de lucha contra el terrorismo y el desmonte, más o menos admitido socialmente, de la guerra fratricida a que nos sometían las diferentes facciones que luchaban una guerra de guerrillas. Pero eso hoy es insustentable. Hasta ahora aquel eje castrochavista, si existió alguna vez, aparece muy descaecido y desacreditado, si es que no se ha esterilizado. Entonces qué nueva estrategia intenta legitimar una subversión del Estado desde el Estado, en caso de que se pueda demostrar cómo de alguna manera parece intuir el plantón de París.
* La cita es de Norberto Bobbio, de su libro: La Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político.