Juan Camilo Vélez Ortega tiene un nombre más paisa que la arepa y su acento lo delata. En Instagram es conocido como @kasedna_travel y se dedica a mostrar los mejores rincones de Colombia. Más de 25 mil personas están pendientes de sus aventuras los fines de semana porque de lunes a viernes trabaja como arquitecto en Bogotá. Las primeras dos letras de su usuario hacen referencia a su nombre. El resto es por la diosa esquimal Sedna, que según la leyenda huyó con un viajero en su barco.
Su pasión por los viajes empezó desde los primeros años de la vida en su natal Andes, un pueblo pequeño en Antioquia. En esa época quería viajar pero pensaba que no iba a poder hacerlo porque eso era solo para ricos, o al menos eso creía todo el mundo a su alrededor. “El problema es que aquí en Colombia todavía hay mucha gente que tiene ese pensamiento y por eso no viaja. El colombiano todavía no sabe viajar y el país todavía no está cultivando su potencial turístico. Mi cuenta es un intento por mostrar lo nuestro”.
Él solo conocía Medellín, el mar del Golfo de Morrosquillo, y de vez en cuando atravesaba el país por tierra para ir hasta los llanos a visitar a la parte de su familia que vive allá. Así pasó la primera etapa de su vida en el colegio.
Luego pasó a estudiar Arquitectura en la Universidad Nacional de Medellín. Ahí fue su primera salida del país a un congreso en Acapulco cuando tenía 20 años. Luego se puso la meta de conocer Rio de Janeiro, y lo logró. Ese viaje fue su primera vez en un país donde no entendía el idioma. A veces preguntaba por un lugar y la confusión hacía que terminara en otro mejor. Disfrutó hasta que le tocara hacerse entender con señas.
Su primer gran viaje fue cuando se fue estudiar inglés a Australia. Para eso hizo un préstamo en el banco. Estuvo un año y medio viviendo en el otro lado del mundo. Allá hizo de todo para sobrevivir y no fue fácil. Siendo arquitecto en Colombia, en Australia limpiaba baños. Si bien es cierto que cuando se vino había logrado cierta estabilidad y nivel de vida, su tierra lo llamaba.
Fue en esos últimos días en Australia cuando se le ocurrió explotar su cuenta de Instagram. Hasta entonces, no tenía más de 500 seguidores. Notó que cuando ponía fotos atractivas de los lugares que visitaba, estas tenían más likes que el promedio. Poco a poco fue dándole forma a su cuenta, a cuidar la estética de las fotos y dejar claro el mensaje que quería dar con su perfil. La idea era que con solo ver su perfil en Instagram el tema fuera claro y la gente supiera qué esperar cuando decidía seguirlo.
Por esos mismos días en Australia, pasó una vergüenza que lo hizo darse cuenta de que no conocía su país. En el curso de inglés le tocó hacer una exposición sobre Colombia. Habló sobre la Guajira, el Amazonas, San Andrés y Cartagena. Sus compañeros, chinos, europeos, estadounidenses, quedaron deslumbrados con todos esos lugares pero cuando le preguntaron si los conocía se sorprendieron al ver que nunca los había visitado.
Cuando regresó al país se dedicó a viajar. Recibió una plata por las cesantías que tenía en Australia y que no iba a usar allá. Con eso fue suficiente para sobrevivir mientras conseguía un trabajo en Bogotá y para nutrir su Instagram con aventuras de viajero. Todo eso se vio reflejado en su número de seguidores. En año y medio pasó de los 500 que tenía en Australia a los más de 25 mil que tiene hoy.
Aunque el crecimiento ha sido orgánico, hay todo un trabajo detrás de la cuenta. “Instagram es como la vida real, si no sales a mostrar lo que haces y te quedas en la casa, puedes ser muy bueno pero no vas a encontrar trabajo”. La estrategia de Camilo se enfoca en darle visibilidad a su cuenta para que sea la gente quien decida si lo quiere seguir. Aprovecha hasta un trancón para repartir likes, monitorear hashtags, pensar historias, revisar otras cuentas similares. Él sabe que Instagram es una comunidad donde la interacción es clave, y quien no interactúa no crece. El mayor reto es pensar todos los días contenido que sea relevante para sus seguidores y que los mantenga interesados. “Si me descuido puedo perder hasta 40 seguidores en un día”.
El momento más duro fue cuando Instagram borró su cuenta por infringir políticas de uso. Para entonces ya tenía 18.000 seguidores. Fue necesario hacer que sus amigos con poder en la red bombardearan a Instagram para que le restableciera la cuenta. El esfuerzo sirvió pero nunca supo cuáles fueron las políticas que supuestamente violó.
Hoy pasó todo el día grabando vídeos con la también Instagrammer Mely Peláez y el chef Juan Diego Vanegas. Los tres son embajadores de Huevos Santa Reyes, una de las empresas que se está dando cuenta que el futuro de la publicidad está en las redes sociales en lugar de la tv. “Hicimos un reto. Melissa nos puso a hacer ejercicio, Juan Diego a cocinar y yo a ellos a viajar”. Por eso estuvieron grabando la preparación de incontables recetas que pueden hacerse con un huevo. Parte del proceso quedó registrada en las insta stories, inclusive el momento cuando se hizo la quemadura que tiene en el antebrazo.
Todas esas experiencias son parte del efecto que Instagram ha tenido en su vida. Mañana es domingo y debe estar listo desde las 6 de la mañana. Junto a sus compañeros Instagrammers va a correr la Media Maratón de Bogotá. Debió perderles miedo a las cámaras y ahora es más expresivo. Tampoco le importa que la gente lo vea posando en la calle o pedirle a un desconocido que le tome una foto. “Es que lo mío no es por vanidad sino por trabajo”.
Por @enriquecart