Después de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, vino la democracia con Betancourt, Leoni, Caldera (1), Andrés Pérez (1), Herrera Campins, Lusinchi, Andrés Pérez (2), Velásquez y Caldera (2). Tras eso vino la insurrección chavista.
“Hoy debemos permitir la entrada de todos los venezolanos a tierra colombiana, porque ellos permitieron la entrada de todos los colombianos en tierra venezolana”.
Pero han sido una Colombia y una Venezuela muy distintas en la emigración de ida y la migración de vuelta.
En las décadas de los 70 y 80, Venezuela, que siempre ha tenido más o menos la mitad de la población de Colombia, era el país más floreciente y avanzado de Sur América, y uno de los más del mundo entero.
“El pulpo”, “la araña” surgieron en ese mar de viaductos, por donde se desplazaban carros automáticos de alta gama y prestigiosas marcas en medio de esos arrecifes arquitectónicos bellísímos y vanguardistas en su capital Caracas.
La buena vida, gracias a sus reservas de petróleo que fueron nacionalizadas en el primer mandato de Carlos Andrés Pérez, hacía que el venezolano fuera como el vecino millonario de la región.
La buena mesa y licores estaban a la orden del día en cualquier hogar venezolano, dotado de finísimos muebles y arte del planeta entero.
Magníficas telas, sedas y satines hacían que los venezolanos lucieran las mejores galas de vestuario formal e informal. Además, paraísos como Isla Margarita eran apenas una alternativa de viaje de vacaciones, ya que el dinero en abundancia les permitía viajar a sitios más interesantes como por ejemplo Egipto, Italia, Francia, Monaco, La Riviera Francesa o los milenarios China y Japón.
Durante esas décadas todo era lujo, buen vivir, rumba y diversión.
Tanto que a los venezolanos, tan acostumbrados a la buena vida, no les llamaban mucho la atención ciertos trabajos y preferían traer mano de obra extranjera para que lo hiciera a cambio, eso sí, de muy buena paga.
Los venezolanos sabedores de la calidad y mano de obra colombiana permitieron la entrada de millones de nacionales, que empujaban aún más el crecimiento del país aportando su talento de arquitectos, médicos e ingenieros, que al cambio de moneda del Peso vs el Bolívar de ese entonces se convertían en excelentes salarios, que les permitían unirse a la Dolce Vita de los venezolanos.
El petróleo estaba a sus pies y con él todo lo que el dinero puede comprar.
Sin embargo, el petróleo venezolano también era un codiciado botín… que atraía a todos …incluyendo al comunismo.
Y el comunismo, vestido de militar, atenazó con sus garras el cuello del Golfo de Maracaibo y asfixió la economía y con ella la Dolce Vita de los venezolanos.
Y así, hoy Venezuela, uno de los países más ricos del mundo, pasó poco a poco a ser uno de los más pobres y violentos del planeta.
Tanto que millones de venezolanos con sus “corotos” al hombro pasan una vida de mendigos por las calles de varios países.
Son dos clases de emigraciones/migraciones diferentes.
Colombia no está nadando en riqueza, como nadaban los venezolanos en las cristalinas y tibias aguas del gran Hotel Tamanaco, por cuyos pasillos de mármol se escuchaba la alegre música de la Billo’s Caracas Boys.